Paramilitares asesinaron a 43 personas en Segovia, Antioquia. Un viernes en la noche, cuando muchos hombres estaban en los bares del pueblo, varios jeeps atestados de hombres armados entraron al pueblo. Dispararon ráfagas de fúsil de manera indiscriminada, tiraron granadas en los comercios. Hora y media después, Segovia era un cementerio. En esa población de 20 mil habitantes, gobernada por una alcaldesa y un concejo de la Unión Patriótica, ninguno se libró de la tragedia. Cada uno tenía un pariente o un amigo entre las víctimas. La masacre, cuya autoría se atribuyó a Fidel Castaño, hizo parte de una sangrienta ofensiva de un grupo llamado ‘Muerte a Revolucionarios del Nordeste’, que sembró el terror en toda la región.
