Así habla la autora del libro There Are No Dead Here: A Story of Murder and Denial in Colombia (Aquí no hay muertos: una historia de asesinato y negación en Colombia), que será lanzado el próximo martes en New York, justo cuando se cumplen 20 años del asesinato del defensor de derechos humanos antioqueño. El texto cuestiona el papel del senador Álvaro Uribe Vélez como Gobernador de Antioquia y Presidente de la República frente al paramilitarismo.
“Lo que he buscado resaltar en el libro son historias de personas que se enfrentaron al poder paramilitar y, eventualmente, lograron destapar verdades importantes”, afirma María McFarland al describir la intención que buscaba con su trabajo de investigación, convertido en un libro cuyas páginas abrirán intensas discusiones sobre el paramilitarismo en Colombia y aquellos que estuvieron detrás de esa máquina de guerra.
En las páginas de este libro gravita el espíritu del abogado Jesús María Valle Jaramillo, activista y defensor de derechos humanos, asesinado el 27 de febrero de 1998 en su oficina del centro de Medellín por sicarios de la poderosa banda La Terraza que, para esa época, estaba al servicio de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).
“Titulé el primer capítulo, que es más que nada sobre Valle, ‘El Profeta’, porque él advirtió desde muy temprano sobre lo que se venía con el paramilitarismo en el país, y sobre sus vínculos con el Estado”, precisa McFarland, quien trabajó para la organización estadounidense Human Rights Watch (HRW) observando lo que sucedía en Colombia. Fueron seis años, entre 2004 y 2010, los dedicados al análisis del país como Investigadora Principal para las Américas.
En esta entrevista, McFarland, quien es la directora ejecutiva de Drug Policy Alliance, la principal organización no gubernamental en Estados Unidos que aboga por ponerle fin a la guerra contra las drogas, alude a las motivaciones que tuvo para abordar esta investigación y las dificultades que enfrentó; y detalla aspectos de los tres personajes sobre los cuales giran sus historias: además de Valle Jaramillo, están Iván Velásquez, exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia que adelantó los procesos de la llamada ‘parapolítica’, y el periodista Ricardo Calderón, de la revista SEMANA, quien investigó casos connotados relacionados con el paramilitarismo.
“En mi experiencia trabajando en Colombia descubrí que está lleno de personas valientes, honestas, y profundamente comprometidas con la justicia y la verdad, y en algunos casos, han logrado grandes avances”, reitera McFarland, pero también se cuestiona sobre las actitudes del expresidente Uribe, quien, según ella, no la quiso atender para contrastar la información.
A continuación, este portal reproduce la entrevista realizada a la investigadora, que estará el próximo martes en The PowerHouse Arena, Nueva York, presentando su libro, en una fecha significativa: la conmemoración de los 20 años del homicidio de Valle Jaramillo.
Más allá de un artículo
VerdadAbierta.com (VA): Libros sobre paramilitarismo en Colombia hay muchos, ¿por qué decidió sumarle uno más a la estantería?
María McFarland (MF): En Colombia hay excelentes libros sobre paramilitarismo, pero fuera del país son relativamente pocos, y menos aún dirigidos a un público general y no especializado. Yo cubrí Colombia durante seis años para Human Rights Watch, y en todo ese tiempo me quedó muy claro que el paramilitarismo había sido (y en gran medida seguía siendo) una fuerza importantísima en el país, que había distorsionado las instituciones y hecho un daño tremendo. Pero fuera de Colombia, la gran mayoría de personas sólo saben de Pablo Escobar o, a lo mucho, de la guerrilla de las Farc.
VA: ¿De dónde surgió la idea de este libro y cuánto tiempo empleó en su desarrollo?
MM: Cuando dejé de cubrir Colombia para HRW me quedé con las ganas de contar algunas de las historias que había conocido, pero de una forma que explorara más a fondo las vidas y experiencias de los personajes, no sólo en un informe de derechos humanos, en un listado de casos o en un documento sobre política.
En el 2012 empecé a conversar con Iván Velásquez, a quien había conocido a través de mi trabajo, para ver si podía escribir un artículo sobre su historia. Pero, con el tiempo, me quedó claro que un artículo se quedaría corto y lo que necesitaba era escribir un libro. La idea fue evolucionando a lo largo de los siguientes años con múltiples viajes a Colombia, centenares de entrevistas y análisis de documentos. Finalmente, en el 2015, tuve el concepto claro y encontré una casa editorial, Nation Books, que lo publicara. Luego, durante los siguientes dos años estuve escribiéndolo.
VA: El paramilitarismo en Colombia tiene bastantes aristas. En su libro, ¿qué camino recorre para dar cuenta de ese fenómeno armado, social y político?
MM: Lo que he buscado resaltar en el libro son historias de personas que se enfrentaron al poder paramilitar y, eventualmente, lograron destapar verdades importantes. Demasiadas veces las historias que se cuentan de Colombia se enfocan en personajes siniestros, narcotraficantes, asesinos, líderes de grupos armados, o a lo sumo, en agentes de la DEA o de la Fuerza Pública. Pero en mi experiencia trabajando allí descubrí que está lleno de personas valientes, honestas, y profundamente comprometidas con la justicia y la verdad, y en algunos casos, han logrado grandes avances. En ese sentido, el libro también busca ofrecerles esperanza a personas en otras partes del mundo, incluyendo en Estados Unidos, que también se enfrentan a situaciones terribles con valentía, dignidad y compromiso.
El libro contiene datos y testimonios nuevos sobre distintos temas, como la muerte de Jesús María Valle, y la relación entre la Gobernación de Antioquia y los paramilitares. Pero más allá de esos insumos, que en todo caso tendrían que ser investigados, lo que el libro resalta son las historias de los personajes involucrados. En Colombia, mucha de la información en el libro ha salido en los medios, pero normalmente como notas de prensa. El libro la contextualiza y explora sus dimensiones humanas.
VA: Tres personas son destacadas en su libro: el defensor de derechos humanos Jesús María Valle, el exmagistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia Iván Velásquez, y el periodista de la revista SEMANA Ricardo Calderón. ¿Qué la llevó a entrelazar esas personas y qué puntos comunes hay entre ellos?
MM: Las historias se entrelazaron de forma natural. Empecé entrevistando a Iván Velásquez y, en algún momento, me dio la copia de un discurso que había dado cuando recibió un premio de derechos humanos del International Bar Association, otorgado en Dubai en 2011. Al final del discurso, Velásquez habló sobre Jesús María Valle, quien había dicho la verdad y pagó por ello con su vida. Eso me llevó a preguntarle sobre Valle. Y mientras más indagaba, más claro me fue quedando que Valle era un personaje central, no sólo por el impacto que su muerte dejó en Velásquez, sino por el papel que jugó desde muy temprano, tratando de destapar la verdad sobre los vínculos entre el paramilitarismo y el Estado.
Por otro lado, todo lo que pasó con Velásquez (los escándalos de ‘Tasmania’, la ‘Casa de Nari’, y los seguimientos del DAS) no se pueden explicar sin contar la historia de la revista SEMANA y, específicamente, del periodista Ricardo Calderón, quien destapó mucho de lo que estaba pasando en esos casos.
VA: Uno de los problemas que enfrentan los investigadores de estos temas en el país es el acceso a la información. En su caso, ¿a qué fuentes acudió y qué dificultades tuvo para acceder a distintos tipos de fuentes?
MM: Revisé expedientes de procesos penales, incluyendo el del homicidio de Valle, el del allanamiento al Parqueadero Padilla (donde se hallaron los libros contables de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá -Accu) y el de la masacre de El Aro, al igual que sentencias en los casos de la “parapolítica”. También conseguí otros archivos, videos, audios y materiales a través de distintas fuentes, y consulté libros. Finalmente, hice centenares de entrevistas con los personajes, sus familias, colegas y amigos, y con otras personas que podían tener conocimiento de los principales hechos cubiertos por el libro, incluyendo a funcionarios, magistrados, fiscales e investigadores, periodistas, y personas del entorno del expresidente Álvaro Uribe. También intenté hablar con exjefes paramilitares quienes, según lo informado en medios o sobre la base de lo que habían dicho en sus versiones libres ante jueces y fiscales, podrían tener información relevante.
El trabajo tomó mucho tiempo, ya que un hilo de la historia muchas veces me llevaba a nuevos temas que necesitaba investigar. No logré entrevistar a todos los exjefes paramilitares que habría querido, ya que en algunos casos sus abogados no lo permitieron. Por otro lado, a pesar de mis reiteradas solicitudes a lo largo de estos años, el expresidente Uribe nunca me concedió una entrevista ni contestó el cuestionario detallado que le envié, así que para presentar su punto de vista tuve que apoyarme en su autobiografía, en las declaraciones que él había dado en los medios o en comentarios de sus asesores.
El espíritu de Valle Jaramillo
VA El libro tiene una columna vertebral, que es el caso del defensor de derechos humanos Jesús María Valle, ¿qué la motivó a escogerlo a él?
MM: Titulé el primer capítulo, que es más que nada sobre Valle, “El Profeta”, porque él advirtió desde muy temprano sobre lo que se venía con el paramilitarismo en el país, y sobre sus vínculos con el Estado.
Por otro lado, la historia de Valle fue para mí sumamente conmovedora. Los detalles que aparecen en el libro y que compartieron personas cercanas a él muestran a una persona de una gran nobleza, humildad y, sobre todo, de un profundo compromiso con los más necesitados. Valle sabía que seguramente lo iban a matar por las denuncias que estaba haciendo, pero nunca aceptó salir del país, porque para él era inconcebible hacer otra cosa. Tenía que defender a su pueblo, a la gente de Ituango, y hacer todo lo posible por detener la barbarie que ya estaba viendo.
A la vez, como lo dijo Iván Velásquez en su discurso ante el International Bar Association, Valle representa a miles de otras personas que sacrificaron sus vidas por contar la verdad. De algún modo, espero que el libro los reconozca y honre a todos.
VA: ¿Cuáles son los nuevos detalles alrededor del caso de Jesús María Valle que encontró en el desarrollo de su investigación?
MM: El libro incluye mucha información sobre las denuncias que Valle hizo sobre paramilitarismo en Antioquia desde 1996. Tengo una carta de Valle al gobernador Uribe (ya conocida) del 20 de noviembre de 1996 en la que le hace la denuncia y pide su intervención para salvar las vidas de la gente de Ituango. Luego narro la versión que me contó un testigo sobre una reunión que Valle habría sostenido con Uribe el 9 de diciembre de 1996 acerca de sus denuncias.
Según el testigo, delante de Valle, Uribe habría llamado al general Alfonso Manosalva, entonces comandante de la Cuarta Brigada del Ejército en Medellín, y le habría dicho que Valle estaba allí haciendo denuncias falsas contra él que ameritaban una demanda por calumnia. Por cierto, Uribe ha dicho recientemente que Manosalva ya había muerto para entonces, pero eso no es cierto. Manosalva murió varios meses después (el 19 de abril de 1997). Luego, Uribe le habría dicho a Valle que le hiciera las mismas denuncias a Manosalva. Uribe también habría dado órdenes para organizar una visita con el Ejército y con Valle a Ituango, donde Valle había denunciado la existencia de fosas comunes, pero la noche anterior a la visita le habrían avisado que no había espacio en el helicóptero para él, así que no pudo asistir.
También hay detalles de cómo Valle y otros (incluyendo a Amparo Areiza, hija de Marco Aurelio Areiza, tendero de El Aro asesinado durante la masacre) les habrían avisado a las autoridades que los paramilitares estaban en El Aro. Según distintas fuentes, se comunicaron con la Cuarta Brigada, la Policía y la Gobernación, pero no recibieron respuesta. En algunos casos, los funcionarios les habrían dicho que no podían hacer nada debido a que se avecinaban elecciones, o les prometieron hacer una reunión varios días después.
Finalmente, el libro incluye comentarios que me hicieron exjefes paramilitares acerca de la relación cercana que tuvieron con Pedro Juan Moreno, el entonces Secretario de Gobierno de Antioquia, durante la administración de Álvaro Uribe (1995-1997). Por ejemplo, Raúl Hasbún me habló sobre las reuniones que él sostuvo con Moreno, y cómo Moreno sabía perfectamente que las Convivir eran los paramilitares. Diego Murillo (alias ‘Don Berna) también me dijo por correo electrónico que el asesinato de Valle se llevó a cabo “a solicitud de” Moreno, cosa que Murillo ya había dicho en una versión libre en 2012. El libro también tiene una declaración que Murillo me dio a mí por e-mail, en la que afirma que Uribe ordenó la muerte de Moreno. Por supuesto, también resalto que Uribe siempre ha defendido a Moreno y ha dicho que Murillo no tiene credibilidad porque Uribe lo extraditó.
Sombra de impunidad
VA: Con respecto a lo ocurrido en Antioquia con el paramilitarismo, ¿qué sensación le dejó establecer que una investigación que llevó a ubicar al contador de las Accu y todas sus finanzas en aquel momento derivó en muertes y persecuciones?
MM: No me sorprendió aprender más sobre lo sucedido con los investigadores (del Cuerpo Técnico de Investigaciones CTI de la Fiscalía) en el caso del Parqueadero Padilla, porque yo ya tenía claro que los paramilitares a fines de los noventa habían permeado muchas instituciones del Estado. Sin embargo, las historias de todos estos personajes que se atrevieron a investigar el paramilitarismo, a pesar de los enormes riesgos que enfrentaban, me conmovieron muchísimo.
Conocer más de cerca cómo, uno a uno, los paramilitares asesinaron o provocaron la huida de investigadores y fiscales idealistas y valientes me generó una profunda tristeza e indignación. A varios de los sobrevivientes, además, esta experiencia los marcó de por vida, porque estuvieron tan cerca de destapar gran parte de la verdad sobre el paramilitarismo, pero sintieron que esa oportunidad finalmente se perdió, y el costo, con tantos investigadores muertos, fue altísimo.
Algunos de los exjefes paramilitares, como Rodrigo Zapata y Raúl Hasbún, me confirmaron que la captura de Jacinto Alberto Soto, alias ‘Lucas’, y el allanamiento al Parqueadero Padilla había sido un duro golpe a los paramilitares, ya que ‘Lucas’ era muy cercano a Carlos Castaño, y funcionaba como su contador, y los documentos encontrados en el parqueadero incluían muchísima información sobre los financiadores de los paramilitares. Y ‘Don Berna’ ha dicho que los asesinatos de los investigadores del CTI se cometieron para intimidarlos, para que no avanzara la investigación del parqueadero.
VA: ¿Usted cree que en esas muertes y en esas persecuciones hubo complicidad de sectores del Estado?
MM: Definitivamente hubo paramilitares que se infiltraron en el CTI de Medellín; de hecho, cuando Iván Velásquez empieza como fiscal regional de Antioquia. en 1998, crea un grupo aparte de investigadores de confianza, porque ya tenía informes de contrainteligencia (recopilados por Diego Arcila, experto del CTI en interceptaciones, quien luego fue asesinado) que mostraban que había sectores del CTI que estaban trabajando con los paramilitares. Por otra parte, en el momento en que la Fiscala General ordena el traslado de la investigación por lo del Parqueadero Padilla a Bogotá, una persona desconocida cambio la orden de traslado de ‘Lucas’ y lo envió a un fiscal de Medellín, quien lo puso en libertad. Años después, Hebert Veloza, alias ‘HH’, dijo que los paramilitares habían pagado millones de dólares por la libertad de ‘Lucas’.
VA: ¿Qué responsabilidad le atribuye usted a sectores estatales que, en últimas, evitaron que se conocieran a los financiadores de las Accu?
MM: Es claro que Iván Velásquez y otros en Medellín sintieron que no recibieron el apoyo adecuado desde el CTI o la Fiscalía a nivel nacional, y que la decisión de enviar el proceso a Bogotá les hizo daño a las investigaciones que estaban avanzando. La fuga de ‘Lucas’ fue un golpe duro, ya que allí se perdió un importantísimo testigo que era muy cercano a Carlos Castaño. Recién varios años después se dio el allanamiento a Funpazcor, pero yo no pude establecer lo que sucedió con el resto de la investigación, que en un principio generó alrededor de 500 cuentas bancarias congeladas. Funcionarios involucrados defendieron la investigación en Bogotá, pero, al parecer, posteriormente se dividió en varios pedazos, y nadie me pudo describir resultados concretos. Yo no pude rastrear ese proceso, pero sería interesante que alguien lo hiciera.
Por otro lado, Velásquez y otros en la fiscalía regional sintieron que la decisión de eliminar su grupo especial de trabajo en el CTI, y la falta de apoyo desde el nivel central puso a los investigadores en mayor riesgo. Efectivamente, Diego Arcila fue asesinado después de la disolución del grupo especial. Funcionarios del CTI y la Fiscalía en Bogotá dicen que ellos hicieron todo lo que pudieron por brindarles seguridad y que las decisiones que tomaron eran adecuadas o necesarias; pero evidentemente, hay puntos de vista muy distintos al respecto. Lo cierto es que murieron muchos, y la investigación no parece haber dado los resultados que habría podido tener.
VA: En el tema de la llamada parapolítica, ¿considera que la extradición en 2008 de los principales jefes de las Auc, ordenada por el entonces presidente Álvaro Uribe, fue una estrategia para silenciarlos y evitar que se conociera la verdad sobre los reales nexos con sectores políticos y económicos?
MM: Yo no he podido llegar al fondo de ese asunto, pero es cierto que la forma en que se tomó la decisión fue muy extraña. El expresidente Uribe dijo en su autobiografía que los paramilitares fueron extraditados porque no estaban cumpliendo con las obligaciones del proceso de Justicia y Paz, y porque estaban delinquiendo. Pero la revista SEMANA había publicado pruebas desde un año antes que mostraban que varios paramilitares estaban delinquiendo desde la cárcel, así que es difícil entender la demora.
El general Óscar Naranjo me dijo que el entonces Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, le había pedido desde el momento en que fue nombrado Director de la Policía que le trajera cualquier información que indicara que estaban delinquiendo; efectivamente, Naranjo dijo que lograron interceptar legalmente llamadas que indicaban que alias ‘Macaco’ (Carlos Mario Jiménez) y Diego Murillo estaban delinquiendo, y que sobre la base de esa información, el Presidente decidió extraditarlos. Pero eso finalmente no explica por qué extraditó a todos a la vez.
Por otro lado, la extradición coincidió con un momento complicado, en el que la gente de Diego Murillo, como alias ‘Job’ (Antonio López, exparamilitar desmovilizado) se habían estado reuniendo en la Casa de Nariño con funcionarios del gobierno de Uribe. En meses anteriores, a Murillo lo habían movido a la cárcel La Picota, donde había tenido condiciones mejores que en Cómbita, y donde al parecer estuvo grabando a otros personajes, buscando información contra distintas personas. Una hipótesis que se menciona en el libro es que entre sus versiones libres y sus presiones al gobierno, los paramilitares se le estaban convirtiendo en un problema demasiado complicado y fue más fácil extraditarlos.
VA: ¿Cree que esa supuesta trama de acallarlos funcionó?
MM: Durante varios meses, los paramilitares extraditados estaban ocupados lidiando con sus problemas jurídicos en Estados Unidos. Además, hubo demoras en organizar el acceso a los paramilitares por parte de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía. Así que si ese fue el objetivo, funcionó por un tiempo.
Después, algunos (no todos) de los extraditados empezaron a hablar de muchos temas. Sin embargo, cada vez que han dicho algo sobre el expresidente Uribe, él les ha restado credibilidad porque dice que es venganza por la extradición.
VA: Tras su extensa investigación, y ponerle punto final a su libro, ¿qué piensa hoy del senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez, en quien recae gran parte de las tramas más siniestras que describe en su libro?
MM: Yo veo al expresidente Uribe como un personaje sumamente complejo, con un enorme intelecto y gran capacidad de trabajar. Yo me crié en Perú e, incluso, voté por el Alberto Fujimori en una ocasión debido a que sentí que había traído orden en una situación caótica, en medio de la guerra, aunque después me decepcioné gravemente cuando me di cuenta de sus abusos y corrupción. Pero entiendo hasta cierto punto a los colombianos que han apoyado a Uribe.
Lo que no entiendo es como un líder que siempre se ha jactado de saber todo lo que está pasando en el país y en su gobierno, que trabaja sin parar, y que es tan inteligente, no pudo haber sabido de todo lo que estaba pasando a su alrededor. Ya hay cantidades de personas de su gobierno condenadas por vínculos con los paramilitares u otros graves delitos, por ejemplo, Jorge Noguera, los involucrados en el escándalo del DAS, su jefe de seguridad extraditado, gran parte de su coalición en el Congreso. Y hay graves acusaciones en cuanto a otros, como Pedro Juan Moreno. El Presidente los ha defendido en muchos casos, pero es absurdo insistir en que todo es un montaje. Entonces la pregunta es: ¿el expresidente no sabía lo que sucedía? ¿No lo quiso ver? ¿O pasa algo más allí?
Obviamente, el expresidente tiene algunos seguidores que, al igual que los seguidores de Fujimori en Perú, nunca van a hacerse estas preguntas difíciles. Pero son esenciales para cualquier Estado que desea llamarse democrático, que está construido sobre la base del estado de derecho y principios, y no sobre el apoyo ciego a ciertos individuos.
VA: En todo el recorrido que ha hecho por una parte de la historia del paramilitarismo en Colombia queda en evidencia una gran impunidad. Al respecto, ¿qué reflexiones ha hecho?
MM: Es muy cierto. Y refleja la debilidad de las instituciones democráticas frente al inmenso poder de la mafia y las armas en el país. Entre los sobornos y las amenazas, es muy difícil tener un sistema de justicia que funcione. Claro que hay algunas personas honestas que a veces logran tener resultados increíbles con sus investigaciones, pero lo logran con enormes sacrificios. Otros, como Valle, han muerto en el intento.
Lamentablemente, yo no le veo una solución fácil a esto. Creo que un aspecto fundamental del problema son los enormes recursos del narcotráfico, que le dan un poder inmenso al crimen organizado, que a su vez corrompe a las autoridades. En ese sentido, el presidente Santos tuvo razón cuando, junto con sus colegas en México y Guatemala, le pidió a las Naciones Unidas que reconsideraran las políticas internacionales de drogas, porque la prohibición inevitablemente alimenta el crimen y la corrupción. Pero repensar el sistema no es cosa fácil y no se va a hacer de la noche a la mañana.
Por otro lado, me parece fundamental rodear y apoyar a las personas que sí están intentando hacer justicia, a pesar de las dificultades. Espero que este libro, al contar las historias de algunas de estas personas, en algo contribuya a eso.