En 1998, 70 madres con sus hijos, desplazadas de varias regiones de Santander, llegaron sin nada en sus manos a las bodegas del Café Madrid en la antigua estación del ferrocarril de Bucaramanga. Allí empezaron a reconstruir sus vidas.
Mujeres de El Salado. Foto PNUD. |
Construyeron unos ranchos hechizos en medio de condiciones de hambre y hacinamiento y, poco a poco, alrededor de una olla comunitaria donde se turnaban para preparar el almuerzo, se consolidó lo que hoy en día es la Asociación de Mujeres Artesanas de Bucaramanga Luz y vida.
Empezaron a hacer artesanías y con el apoyo de diferentes organismos nacionales e internacionales, compraron una casa que la convirtieron en un comedor infantildonde comen 370 niños cada día. “Hoy tenemos cultivos, ganado, nos hemos capacitado y sabemos que tenemos nuestros derechos, que no es como antes y que estamos organizadas como mujeres para trabajar por la comunidad”, dice una de ellas.
Las colombianas les ha tocado la supervivencia en el conflicto armado; son ellas las que organizan niños en unas horas para salir huyendo, las que se rebuscan para darles de comer, las que le pone buena cara a la tragedia por mero instinto, para que sus hijos puedan seguir la vida. Quizás por eso, Colombia está llena de organizaciones de mujeres valientes como esta de Bucaramanga, que empujan primero a sus familias y luego a sus comunidades a volver a empezar.
En el Meta, la Red de Mujeres y Organizaciones del Meta tienen proyectos colectivos, busca la educación para la paz e incursiona en política para luchar contra el maltrato a las mujeres y a los niños, y defender sus derechos sobre todo de los desplazados.
Y en Cauca, está la Red de Mujeres del Cauca, que surgió hace 25 años y hoy la integran 54 organizaciones de todo el departamento, 26 de ellas de Popayán. Su experiencia más significativa es la Cartografía de la Esperanza: arman mapas de las iniciativas ciudadanas existentes para identificarlas y difundirlas, con la esperanza de que crezcan y se multipliquen.
Zoraida Fuelantala de esta Red dice que su próxima meta es ayudarle a las mujeres a ganar dinero e influir en las políticas públicas que le abran camino a sus proyectos productivos.
El más grande proyecto que agrupa a 22 organizaciones femeninas nacionales y a 426 regionales y locales en casi todo el país, es la Iniciativa de Mujeres por la Paz. Busca hacer oír su voz de mujeres, conseguir jurídico para luchar por sus derechos, denunciar el delito silencioso e invisible del conflicto: la violación. Sus socias ya suman 1.200 mujeres.
“La violencia sexual es una estrategia de guerra, pero resulta muy difícil comprobarlo como algo sistemático. Las mujeres sienten vergüenza de contarlo. Las víctimas no denuncian, los victimarios no confiesan y la comunidad ha querido olvidar los hechos que todos conocen”, explica Patricia Buriticá, directora de la Iniciativa.
La Iniciativa pretende probar qué bloques paramilitares usaron la violencia sexual como una estrategia más para controlar el territorio y dominar a la comunidad. “De las 138.000 víctimas documentadas por la Fiscalía, tan solo hay 96 mujeres registradas como víctimas de delitos sexuales.”
Con equipos en 60 municipios del país, IMP también ha buscado construir una agenda social para el país. La idea es que las mujeres sean interlocutoras del alcalde y de los concejos municipales e incidan en los planes de desarrollo; que los recursos municipales para desplazados incluyan a las mujeres y los recursos para víctimas también.
Su otra lucha es ayudarles a las mujeres a recuperar la tierra. Mataron a sus maridos, las echaron con violencia y ellas no tienen cómo probar que su tierra era de ellas. Por eso, la IMP hace esfuerzos para que cada municipio investigue cuáles tierras han sido expropiadas, quiénes las están reclamando y de qué forma las mujeres pueden acceder al derecho a la tierra.