Según la Fiscalía más de 22 hombres de este bloque fueron asesinados por sus propios jefes. Ordenaban matarlos por violaciones, robos, insubordinación y hasta por quedarse dormidos mientras estaban de guardia.
Entre los asesinatos cometidos por el Bloque Catatumbo en Norte de Santander no sólo se registran civiles y guerrilleros de las Farc y el Eln. Hasta el momento la Fiscalía ha imputado 22 homicidios cometidos contra sus propios miembros, pero el fiscal que lleva el caso cree que el número es mucho mayor.
En los estatutos del bloque, que fueron adoptados de las Autodefensas de Córdoba y Urabá, no se contemplaba la pena de muerte como castigo. Sin embargo, como aseguró el jefe máximo de los ‘paras’ en el Catatumbo, Salvatore Mancuso, en audiencia de Justicia y Paz “estos eran solo una guía, los comandantes no los seguían al pie de la letra”.
Jorge Iván Laverde alias ‘el Iguano’, quien era el jefe del Frente Fronteras, ha confesado que ordenó el asesinato de 16 de sus hombres. El ex jefe paramilitar aseguró que este era el castigo por faltas como insubordinación, violación sexual, robar al bloque o abandonar el combate. Los asesinaban también por faltas menores como embriagarse a escondidas o quedarse dormido mientras prestaban guardia.
Según Laverde, si el que cometía la falta tenía un rango alto dentro del bloque la decisión se tomaba en compañía de otros jefes paramilitares en lo que denominaban un “consejo de guerra”. Si se trataba de un mando medio, el jefe del frente daba la orden.
Sin embargo, el fiscal del caso documentó que los castigos no se aplicaban por igual en todos los casos, sino que dependía de la cercanía del acusado con el jefe del frente.
Este fue el caso de Luis Jaime Uribe, quien dirigía el frente ‘Los Tigres’ y ‘Cordillera’, quien no fue asesinado a pesar de que en repetidas oportunidades fue acusado de varias violaciones.
Las órdenes del ‘Iguano’
Jimmy Viloria alias ‘El Sicario’ confesó haber cometido varios de los asesinatos al interior del bloque siguiendo las ordenes de Laverde. Recordó el homicidio de Omar Yesid López Alarcón alias ‘Gustavo 18’, quien era considerado el segundo al mando luego de ‘Iguano’ en el Frente Fronteras y que luego fue el jefe en Las Mercedes, un municipio cercano a Cúcuta.
Viloria reconoció que lo asesinó dentro de una camioneta junto a sus tres escoltas, mientras éste pasaba unas vacaciones en una casa que el mismo bloque le había prestado.
Según Laverde Zapata ‘Gustavo 18’ ya había sido sancionado en diferentes oportunidades, pero los cultivadores de coca de Las Mercedes lo seguían acusando de hurto y extorción.
Otro caso fue el jefe de finanzas en Chinácota, de nombre Rafael, Viloria reconoció que viajó a la región con el único objetivo de asesinarlo, ya que fue acusado de robar ganado y un caballo de una finca y darle mal uso. “Me dieron la orden porque se robó unas vacas de 3 ó 4 millones y las sacrificó y a un caballo de 30 millones lo puso a cargar leña”, explicó Viloria.
Las sanciones
Algunas faltas consideradas menores no eran castigadas con la muerte, pero sí existían una serie de sanciones. En el caso del Catatumbo los ex jefes paramilitares castigaban la impuntualidad a la hora prestar guardia, la falta de mantenimiento a los fusiles o embriagarse portando armas, aún si estaban en sus días libres.
En el Frente Fronteras y el Frente Tibú la sanción más común era enviar al paramilitar a trabajar por unos meses en la finca de la Casa Castaño en Urabá, donde se producía el alimento para algunos de los grupos paramilitares de la región. También se recurría a suspender sus pagos por dos o tres meses o más, dependiendo de la gravedad del hecho o en algunos casos se enviaba al paramilitar a combatir sin su arma.
Otro de los castigos frecuentes era encerrar a los miembros del grupo en celdas o calabozos por varios días. En el caso del Frente Fronteras esta zona de castigo se ubicaba en la antigua estación de Policía de Agua Blanca que para ese entonces estaba abandonada y se convirtió en centro de operaciones del bloque Catatumbo.