Los jóvenes de los Montes de María han encontrado un arma para enfrentar la guerra: la resistencia cultural. Un recorrido de SEMANA por esta convulsionada zona.
Niños en Montes de María, sur del departamento de Bolívar. Agosto 2005. Foto León Darío Peláez, SEMANA |
A una hora en carro de Cartagena, más allá de Mamonal y del Canal del Dique, las sabanas comienzan a ondularse. Aunque es pleno verano, reverbera el verde de los árboles al lado de la carretera y el de las manchas debosques de trupillo, el arbusto espinoso que tanta brega le dio al ex ministro Fernando Araújo cuando huía de sus captores. Ahí comienzan los Montes de María, un territorio donde se han matado durante años el Ejército, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes.
¿La razón? Los Montes de María son un corredor y escondite estratégico para guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes. Dos grandes carreteras paralelas que unen Cartagena con Sincelejo lo atraviesan en dirección noreste-suroeste. En tiempos de las pescas milagrosas, las Farc bloquearon desde los Montes toda la carga que salía de Cartagena. Quien domina los Montes de María tiene el paso asegurado para transportar armas y drogas al Magdalena Medio, al Catatumbo, al golfo de Morrosquillo y a la Sierra Nevada de Santa Marta.
Con algo de miedo y mucha prevención, 11 suecos se embarcaron el lunes 15 en una ‘van’, para recorrer la región. Ellos forman parte de Zenit, una organización de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional con sedes en Estocolmo y Malmö. Cada año viajan a un país en desarrollo para conocerlo e intercambiar opiniones con los jóvenes del país que visitan. A su regreso dictan conferencias y les llevan a unos 30.000 jóvenes suecos una idea balanceada de la realidad, y suben toda la información a su página web, que visitan 500.000 personas al año.
La primera escalafue en San Juan Nepomuceno, teatro de las recientes operaciones militares contra las Farc que han provocado nuevas oleadas de desplazados de las zonas rurales al casco urbano. En vez de los tanques y helicópteros artillados que esperaban ver, los suecos se encontraron por primera vez con la cara oculta de los Montes de María, con las sonrisas de jóvenes orgullosos de sus tradiciones que les prepararon bailes y danzas, y cortas piezas de teatro y mímica que expresan lo que sienten y piensan después de tantos años de terror de decir cualquier palabra que pudiera significarles la muerte. Los suecos no sólo se conmovieron con la creatividad de estos jóvenes, algunos de ellos casi que niños, sino que se lanzaron a bailar, y muy pronto se verían sus rapidísimos progresos.
Al caer la tarde llegaron a Zambrano, a orillas del río Magdalena, un municipio que se quedó casi sin población rural a causa del desplazamiento y las minas que sembraron en su territorio. Los niños de la escuela de fútbol Real Zambrano los esperaban a la entrada con gaitas y tambores y una bandera de Suecia. Entraron a pie escoltados por un desfile que animaba la banda musical. Luego de los saludos de rigor, se reunieron en una pequeña casa donde alguna vez durmió Simón Bolívar. Allí habían desplegado una pancarta: “Zambrano borgamästare häslar er svenska unadomar hjärtligt välkomma”. Los anfitriones habían llamado a la embajada sueca para averiguar cómo se decía en sueco que la alcaldesa les daba la bienvenida. Sobra decir que esa pancarta ahora está en manos de ellos y muy pronto la colgarán en la oficina de Zenit en Malmö.
Por la noche los visitantes se metieron de lleno en la Noche Montemariana, un festival muy variado de música y danza en la tarima del parque principal. Leandro Sclark-Mulinari, hijo de argentinos, hizo por un rato de maestro de ceremonias y tuvo que aguantarse que le echaran en cara una y otra vez el 5 a 0. Al otro día visitaron San Antonio de Palmito, ya en Sucre, un municipio que vivió el horror del reclutamiento de jóvenes. También oyeron la historia del burro bomba que estalló en Chalán el 14 de marzo de 1996 y que mató ocho policías. Del terror que provocaron las Farc en esa localidad donde el toque de queda comenzaba a las 3 de la tarde.
Por la noche visitaron la vecina comunidad zenú de San Miguel, donde compraron sombreros y carteras tejidos en cañaflecha, y lociones y cremas que ellos fabrican de acuerdo con las recetas de la medicina tradicional.
El miércoles estaban en la biblioteca María Mulata Lectora, en Rincón del Mar, corregimiento de San Onofre, el municipio delas fosas comunes del jefe paramilitar desaparecido ‘Cadena’. Allí los jóvenes representaron un par de obras de teatro que mostraban cómo las AUC destruyeron sus fuentes de trabajo, los asesinaron, violaron a sus mujeres, los humillaron y los silenciaron. Temas familiares para algunos de los suecos. Leandro es hijo de argentinos que huyeron de la dictadura militar, y en el grupo también estaban Hanin Shakran, hija de refugiados palestinos que llegó a Suecia cuando tenía 5 años, y Lejla Hastor, originaria de Bosnia.
La correría terminó en María la Baja, donde hoy víctimas y victimarios son vecinos, pues en los mismos barrios conviven desplazados y desmovilizados del Bloque Héroes de los Montes de María de las AUC. Allí visitaron un proyecto piscícola que tienen los jóvenes en la ciénaga que rodea el casco urbano.
Detrás de estas iniciativas están varios programas. El principal es Redes, una estrategia política del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) para trabajar temas de desarrollo y paz en zonas afectadas por la violencia, que cuenta con el apoyo de los gobiernos de Suecia, España y Holanda. Redes fomentó la creación de la Asociación de Entes Territoriales, como resultado de un pacto de gobernabilidad que firmaron los gobernadores de Sucre y Bolívar y los 15 municipios de los Montes de María. También ha fomentado la creación dela Fundación Red Desarrollo y Paz de los Montes de María, una iniciativa de las diócesis de la región y de la Iglesia Menonita, que es el núcleo del Programa de Desarrollo y Paz. Este programa recoge las redes de pobladores, jóvenes, comunicadores y universidades que jalonan todo el proceso.
Está el Laboratorio de Paz, que es el resultado de inversiones de la Comisión Europea para fortalecer programas de desarrollo y paz de la sociedad civil y del gobierno. Por su parte, el Proyecto Paz y Desarrollo es la contrapartida que la Comisión Europea le exige al gobierno de Colombia. Ahora Redes también apoya el proceso de organización de las víctimas. “En Sincelejo vamos a abrir oficina interagencial de Naciones Unidas”, manifestó Gabriel Turriago, coordinador de Redes en Montes de María.
Este trabajo territorial los ha sacado de la visión local y ha comenzado a darles un sentido de pertenencia regional, más colectivo. Ya no son de Zambrano o San Onofre, sino montemarianos, y eso les permite mejorar la gobernabilidad de su territorio.
Después de tres jornadas, los suecos descubrieron que detrás de la guerra existe una sociedad que se defiende del exterminio con un arma que no mata: la cultura, un arma que los está ayudando a reconstruir no sólo el tejido social y una todavía muy balbuceante democracia, sino su propia autoestima. La visita de los suecos fue para ellos un acontecimiento muy importante por una razón muy sencilla: alguien había llegado hasta allá, el territorio vedado, no a desplazarlos o silenciarlos sino a oírlos.
En los próximos días los habitantes recibirán otra muy importante visita: la de Rebecca Grynspan y Katherine Cravero, importantes funcionarias del Pnud en el nivel mundial. “El gran reto es encontrarle salidas al desarrollo frente a la pobreza extrema en que la guerra los metió”, señala Turriago.
Es una batalla que apenas comienza y que sólo podrán ganar si los de afuera no sólo se preocupan por hablar de capos y operativos militares, sino también de gaitas, de gastronomía, de su territorio, de su memoria ancestral.
Publicado en SEMANA Edición 1290 01/02/2007