Andrés Molano, quien los paramilitares lo obligaron a dejar su finca y su empresa en Aguazul Casanare, ahora lleva seis años esperando que el Incoder le titule su parcela para poder volverse a levantar.
Andrés Molano, quien los paramilitares lo obligaron a dejar su finca y su empresa en Aguazul Casanare, ahora lleva seis años esperando que el Incoder le titule su parcela para poder volverse a levantar.
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¿Cómo fue el despojo?
La familia Molano ha sobrevivido todo: que le asesinaran un hermano, que la desplazaran y obligaran a malvender varios predios, que le robaran 118 reses y que la forzaran a cerrar la única empresa que daba empleo en Aguazul, Casanare.
Esos días de octubre de 2001, paramilitares que consiguieron imponer su ley de terror en Casanare, almando de Héctor Germán Buitrago alias ‘Martín Llanos’, les habían asesinado a Orlando, un miembro de la familia. En el entierro varios hombres armados se le acercaron a Andrés Molano, un campesino de cuarenta años, de estatura baja y de piel blanca quemada por el sol, y lo amenazaron con matarlo si no se iba del pueblo.
Ya habían corrido rumores que los paramilitares querían matarlo a él y a su familia para generar terror en la comunidad y porque su tierra estaba ubicada en un lugar estratégico. Sintiendo el peligro en los talones, Molano volvió a su finca, con su mujer y sus hijos empacaron lo que pudieron y salieron a refugiarse en Tolima.
Atrás dejaron varios predios que luego vendieron a cualquier precio. Tuvo que dejar tirada además a Agroyucas Export, la empresa familiar que producía yucas refrigeradas que vendían en supermercados de cadena en Bogotá. La levantó con el trabajo de varios años y el crédito de 25 millones de pesos que le dio la Fundación Amanecer que les presta a los campesinos. Las 48 madres solteras que trabajaban en Agroyucas se quedaron sin empleo.
Sin tierra, sin empresa y sin el jeep que también le robaron los paramilitares, Andrés se dedicó a jornalear en el campo a donde le saliera trabajo. Su deuda con la fundación ya iba por los 70 millones. “Yo recuerdo que le dije: doctor, no es que me quiera robar la plata sino que a mí me desplazaron, me quitaron todo”, le contó Molano a VerdadAbierta.com. Al final hizo un arreglo con la Fundación para pagarle sólo el capital y lo cumplió.
Mientras rebuscaba cómo sobrevivir y darles estudio a sus dos hijos, en Casanare los paramilitares de ‘Martín Llanos’ se enfrentaban en una guerra con el Bloque Centauros de Miguel Arroyave alias ‘El Arcángel’. José Reinaldo Cárdenas alias ‘Coplero’, un hombre de ‘Llanos’ ha contado en Justicia y Paz que hubo combates a campo abierto en Aguazul, un municipio con tres veces la extensión del país de Costa Rica. También contó que entre los años de 1996 y 2004, su grupo de ‘Los Buitragueños’ echaron a los ríos Cusiana, Tacuya, Chitamena y Unete que cruzan el territorio aguazuleño miles de víctimas que secuestraron de diversas regiones del departamento. (Lea: La finca La Graciela: un ‘cementerio’ bajo agua).
¿Quién se quedó con las tierras?
En Aguazul los paramilitares asesinaron y desplazaron a campesinos y finqueros porque buscaban controlar territorios en medio de la guerra que tuvieron entre facciones. Al contrario de lo que sucedió en otros municipios llaneros, no aprovecharon su poder para apropiarse de los predios.
Por eso en 2004, cuando ‘Martín Llanos’ y su ejército fueron derrotados por los Centauros, las tierras quedaron abandonadas. Pronto, los Molano, al igual que otras 32 familias de la vereda Palo Solo, de Aguazul , pudieron volver a sus fincas. “Cuando regresamos en noviembre de 2005, topamos la finca caída, sin cercas y nosotros sin plata”, dijo Molano.
A su regreso, los cinco hermanos Molano acordaron partir la finca Cachipay, que habían heredado de su padre y que trabajaban hasta que fueron desplazados por los paramilitares, en igual número de partes, de a 29 hectáreas cada uno.
Andrés contó que en el sorteo le correspondió la porción de sabana donde con dificultad llegaba agua, pero que con esfuerzo y tiempo cavó dos pozos profundos y levantó un molino de viento. Supo que a las víctimas el gobierno les daba una ayuda y logró que le entregaran una motobomba, para la succión del agua, y una guadaña para cortar los pastos.
Como ningún banco le prestaba porque no tenía títulos y como ya había logrado pagar la deuda a la Fundación, le pidió un nuevo préstamo. Con ese dinero volvió a sembrar yuca, comenzó a cultivar plátano y piñas. Tiene ya sembradas unas 46 mil plantas de piña. Su esposa se dedica a la cría y engorde depollos que vende a sus vecinos.
La demora del Incoder
En 2006 se le metió en la cabeza que para evitar repetir la historia lo mejor era solicitar los títulos de su parcela. En 2006 los Molano buscaron a un topógrafo para que visitara Cachipay y realizara los planos, con linderos y coordenadas, para presentarlos ante el Incoder y solicitar la adjudicación de baldíos. “No sabemos qué pasó. Ese señor nos cobró de a 300.000 pesos a cada uno, nos entregó el plano pero nunca nos dieron las escrituras”, dijo Molano.
En abril de 2011, aprovechando que por primera vez el gobierno visitaba a las víctimas del Casanare, los Molano contaron su historia. El Incoder de Casanare se comprometió a enviarles un grupo especializado de topógrafos. “El Incoder los envió con la misión de hacer los mapas de las fincas de unas 400 familias en la región, nos midieron pero nos han negado la titulación”, relató.
La razón que les da el Incoder es que ellos ya aparecen en el registro como dueños de tierras, y el Estado no puede titularle tierras baldías a personas que ya son propietarias de fincas. Molano explica, una y otra vez que él era propietario de la finca El Trompillo y otro predio pequeño que explotaban antes de la incursión paramilitar, pero que los tuvo que vender por lo que les ofrecieran. Es decir, los Molano no tienen otra tierra más que la recuperaron de la antigua Cachipay.
“Lo principal es el título. Teniendo ya las escrituras puedo tramitar un crédito si es que no me llega algún recurso del Estado por todo lo que perdí, que son más o menos 183 millones según el reporte en la Fiscalía”, dijo esperanzado.
Sus dos hijos mayores están terminando la universidad y la menor ya está en la escuela. “Yo soy capaz de hacer empresa con plata prestada. Uno trabajando honesto puede devolver las platas y sale adelante”, dijo.
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