Tras décadas de guerra, comienzan a soplar vientos de paz en esta zona del Nordeste antioqueño, seleccionada, junto a otras 21 en todo el país, para que la guerrilla de las Farc se concentre e inicie su tránsito a la vida civil. Sin embargo, aún queda la inquietud por el Eln, cuya presencia es bastante fuerte. Primera entrega de una serie de cuatro reportajes sobre las Zonas Veredales Transitorias de Normalización.
Los mapas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) señalan que en un punto aún no muy claro entre los municipios de Segovia y Remedios, nordeste de Antioquia, en medio de los sectores El Piñal y Rancho Quemado, se encuentra Carrizal, una de las tres veredas de este departamento elegidas por el gobierno nacional y la guerrilla de las Farc para adelantar allí la concentración, normalización y tránsito de los insurgentes a la vida civil.
Aunque ambos municipios reclaman soberanía sobre ese pequeño poblado de 515 habitantes, incrustado en la zona montañosa de lo que se conoce como el Alto Cimitarra, ninguno de los dos ha ejercido ni gobierno ni presencia en el lugar.
Durante poco más de tres décadas, sus habitantes han tenido que sortear por su propia cuenta las dificultades que suponen tener una maltrecha trocha como única vía de acceso, no contar con puesto de salud, agua potable y electrificación. Solo en febrero de este año supieron qué era la visita oficial de un alcalde local.
La “responsabilidad histórica” le correspondió a Lucía Carvajal, actual alcaldesa de Remedios. Pese a que es la tercera ocasión desde que se eligen alcaldes por voto popular que una mujer rige los destinos de este municipio, también fue su primer viaje a una zona inhóspita y desconocida para ella: “es primera vez que se nos autoriza a ingresar a toda la zona. Conocíamos partecitas, pero el recorrido por toda el área, como lo hicimos esta vez, es primera vez que nos lo autorizan”.
Hasta ese día, la única cara del Estado que habían conocido en esas tierras era la de los soldados del Ejército Nacional. Durante décadas, las autoridades civiles locales y regionales argumentaron que la fuerte presencia de las guerrillas del Eln y las Farc impedían el ingreso de las entidades estatales con sus ofertas de servicios institucionales.
“Es que esa ha sido una zona históricamente guerrillera, tanto por las Farc como por los ‘elenos”, confiesa la Alcaldesa. Por ello,aquella reunión se convirtió en el primero de varios hechos históricos para esta vereda. Como nunca había ocurrido, la administración municipal y las comunidades allí asentadas debatieron sobre sus necesidades más apremiantes justo en momentos en que se construía el Plan de Desarrollo Municipal.
Las discusiones giraron en torno a cómo resolver un problema agobiante que viene del pasado: el acceso al agua potable. “Es que allí, como en buena parte del área rural del municipio, el principal problema es la falta de acueductos veredales. Luego está el problema del manejo y disposición de residuos sólidos”, explica la mandataria.
Ninguno de los presentes sospechaba que, cuatro meses después de aquel encuentro, el gobierno nacional designaría esta vereda como una de las 22 Zonas Veredales Transitorias donde se concentrarán los guerrilleros de las Farc. Para las autoridades municipales, se trató de un anunció sorpresivo que, no obstante, no los “agarró con la guardia abajo”.
“A todos nos cogió por sorpresa la noticia. Sin embargo, sabíamos que nos iba a tocar el posacuerdo. Por ello, el Plan de Desarrollo lo orientamos así”, advierte la funcionaria, quien desde entonces entabló diálogo permanente con los gobiernos nacional y regional para “pedirles que nos definan qué papel juega cada uno de nosotros en este proceso, para saber nosotros a quién acudimos y con qué”.
En Carrizal, la designación hecha por el gobierno nacional ha despertado gran expectativa por la llegada de posibles inversiones que mejoren las condiciones de vida de una comunidad que parece abandonada a su suerte. Sin embargo, el entusiasmo contrasta con las inquietudes que tiene la comunidad sobre dos asuntos aún sin respuesta: la fuerte presencia del Eln y la explotación minera.
Historia de una colonización tardía
La presencia de las Farc y el Eln en Carrizal es tan vieja como la colonización campesina que lentamente fue poblando las tierras más inhóspitas, lejanas y agrestes de municipios como Remedios, Segovia, Yondó y El Bagre, en Antioquia.
En su gran mayoría fueron procesos jalonados por labriegos que huían de la violencia desplegada por los nacientes grupos de autodefensa que irrumpieron con furia durante la década de los ochenta en el Magdalena Medio antioqueño y boyacense.
Gilberto Guerra, integrante de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (Acvc) y quien vivió en carne propia el éxodo forzado durante esos años, puede dar fe de ello: “estas tierras (como Carrizal) fueron colonizadas por los campesinos desplazados por los grandes terratenientes de Puerto Berrío y otros municipios donde despojaron tierras para imponer su modelo de ganadería extensiva”.
Así, en su afán por buscar tierras para sobrevivir -y resistir a la arremetida paramilitar-, muchos labriegos terminaron colonizando baldíos pertenecientes a la Zona de Reserva Forestal del Río Magdalena, creada mediante la Ley Segunda de 1959.
Dicho articulado declaró como zonas exclusivas para la protección de la diversidad biológica natural unas 539.215 hectáreas ubicadas en municipios de Santander, Bolívar y Antioquia. Pero por cuenta de los procesos de colonización, entre otros factores, la Reserva ha sido sometida a considerables procesos de sustracción que han reducido su tamaño inicial a una tercera parte de lo que los legisladores determinaron en 1959.
Con todo y ello, buena parte de la extensión territorial de localidades como Nechí, El Bagre, Segovia, Remedios y Yondó se encuentra cobijada aún por la Reserva, situación que plantea serias dificultades en cuestiones vitales para el campesinado como la titulación de la tierra. Por ello, nadie en Carrizal tiene título de propiedad, por la sencilla razón de que esta vereda fue erigida sobre tierras de Ley Segunda.
“Yo le compré mi parcela a mi vecino. Tengo una compraventa, nada más. Estamos proponiendo que se nos otorgue títulos de sana propiedad”, sostiene Fernando Osorio, uno de los pobladores más antiguos de la vereda. Llegó a finales de la década de los ochenta proveniente de la Costa Norte colombiana, cuando estaba en la “flor de la juventud”.
Sus intenciones no eran otras que buscar fortuna en tierras bañadas en oro como son las del Nordeste Antioqueño. En aquel entonces, Carrizal era un caserío habitado por 15 familias, en su mayoría oriundas de municipios costeños, por lo que Fernando sintió que allí podía hacer una buena vida.
“Cuando llegué a la región me dijeron que me fuera para Carrizal que eso era colonia costeña, que me podía ir bien. Yo ciertamente soy paisa de nacimiento: nací en Caucasia. Pero de niño me llevaron a Cartagena y me crie en Barranquilla”, recuerda.
Fernando no le “cogió el golpe” a la minería, pero se dedicó de lleno a la agricultura. Carrizal es lo que podría denominarse una comunidad agrominera, donde la minería no impide que la tierra prodigue tubérculos, granos, frutos y vegetales por montones.
A los pocos días de instalado allí, este campesino comprendió que, en esas lejanas tierras, la autoridad y la ley eran las Farc y el Eln. “Como al mes de estar viviendo aquí tuve un problema con un miembro de la junta de Acción Comunal. Decía que yo era ‘paraco’ y me echó la guerrilla. Esos señores hablaron conmigo y vieron que yo era un campesino con ganas de trabajar. Todo se aclaró y me pude quedar aquí”.
Fue el primero de varios episodios que le mostraron las complejas realidades del conflicto armado. “Hubo una época en que uno de mis pelados estaba como descarrilado, cogiendo mal camino. Entonces vino la guerrilla y se lo llevo como un mes. Por allá lo pusieron a trabajar. Allá vio cómo eran las cosas. Ya cuando volvió vino más asentado. Así ha sido por acá. Con decirle que hubo momentos en que llegué a ver, sin mentirle, por ahí mil o mil 500 guerrilleros moverse por aquí”.
Desde entonces, Fernando, como todos los pobladores de la zona, debió aprender a convivir con uno de los actores armados sin que ello significara apoyo o simpatía; también debió soportar las estigmatizaciones lanzadas por todos los sectores sociales por el solo hecho de vivir donde vive; también debió padecer el fuego cruzado desatado por guerrilla, paramilitares y Ejército por el control de una región absolutamente geoestratégica para el país.
Una guerra de décadas
Carrizal se encuentra en punto geográfico donde convergen Remedios, Segovia y El Bagre; es decir, desde allí se puede conectar fácilmente con el Magdalena Medio o con el Bajo Cauca y de ahí con el sur de Bolívar. Todo un corredor vital para los intereses de la guerra.
No en vano, la zona ha sido bastión histórico del Frente 4 del Bloque Magdalena Medio de las Farc y del Frente José Antonio Galán del Eln. Las acciones militares y paramilitares para debilitarlas y arrebatarles dicho dominio territorial no han sido pocas. Pero en todas ellas, los pobladores de la vereda son los que han llevado la peor parte.
Por un lado han estado los operativos del Ejército Nacional. Fernando aún recuerda como si fuera ayer las múltiples ocasiones en que los militares se apostaron en la polvorienta cancha que sirve de plaza principal de la vereda, lo que generaba pánico entre los pobladores.
Fue finalizando los noventa. “El miedo del campesino era que lo desaparecieran o lo mataran y después dijeran que era guerrillero”, cuenta Fernando. Iniciando la década del dos mil, el Batallón Energético y Vial No. 8 se instaló en el Nordeste antioqueño, lo que dio inicio a una época de cruentos combates que llegaban a durar semanas.
“Se prendían unos ‘candeleos’ impresionantes. Había personas que se iban de la vereda y volvían a la semana. A veces salíamos a trabajar, a caminar por el campo y podíamos recoger montones y montones de vainillas de fusil, casi que por libras”, relata por su parte Aníbal Mesa, quien llegó a Carrizal en 1990, desplazado por los grupos paramilitares que operaban en Segovia, donde residía en ese entonces.
“Una vez pasó el Ejército tocando puerta a puerta, diciéndole a la gente que era mejor que se fuera. Le decían a uno: ‘es mejor que se vaya o sino lo lamentará. La gente toda se fue. Pero yo me quedé, ¿para dónde iba coger?”, recuerda Aníbal, quien vivió 15 días en la más completa soledad en el caserío.
Pero fueron las acciones del Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) las que generaron mayor terror entre los pobladores de Carrizal. Aunque todos la llevan grabada en su memoria, muy pocos son los que hablan de la masacre perpetrada por esta estructura paramilitar en la vereda Cañaveral, de Segovia, a tan solo tres horas de camino.
Sucedió el 6 de julio de 2001. Ese día, en horas de la noche, miembros del Bloque Metro ingresaron a Cañaveral y mantuvieron retenidos a todos sus habitantes. Luego, los obligaron a ver cómo asesinaban a 18 personas de este caserío. Los paramilitares prohibieron a los familiares enterrar los cuerpos en el cementerio de Segovia, por lo fueron sepultados en improvisadas fosas comunes en las afueras del pueblo.
Para incrementar el terror, los paramilitares quemaron varias viviendas, una cooperativa y hurtaron poco más de 40 mulas. Los restos de las víctimas fueron recuperados varios días después, pero por el avanzado estado de descomposición solo fueron identificados 12 cuerpos. Los restantes fueron enterrados como N.N. tal sevicia generó un éxodo forzado de los pobladores.
“Aquí hubo varios desplazamientos. La gente se iba, pero volvía a las semanas, a los meses o al año”, recuerda Aníbal, quien hoy relata todos estos hechos con una sonrisa en sus labios sin dejar de repetir, “esto fue muy bravo por aquí”.
Hoy no deja de sorprenderse por el acelerado crecimiento que experimenta Carrizal: “Hombre, cuando yo llegué eran si mucho 10 o 12 casas. ¡Ya vea todas las que hay! Y esto es desde hace unos dos o tres años para acá que se nos llenó de costeños y chocoanos”.
Crecimiento a ritmo minero
Pocos días antes de que la alcaldesa de Remedios, Lucía Carvajal, visitara por primera vez Carrizal, en febrero de este año, dos retroexcavadoras pertenecientes al municipio de Segovia trabajaron intensamente para mejorar la única trocha que conecta la vereda con el resto del departamento.
Se trató de un acuerdo celebrado entre los campesinos de Carrizal, quienes desde hace poco más de un año iniciaron una colecta de recursos entre toda la comunidad para mejorar la vía; y el empresario Mario Márquez, de Segovia, propietario de varias minas en la zona. “Lo que acordamos es que nosotros pagábamos el ‘horaje’ de las retros (horas de trabajo) y él ponía el combustible que se gastaran esas máquinas”, comenta Fernando Osorio.
Hay quienes creen que este hecho esconde intereses no tan claros, relacionados principalmente con la minería. Actualmente, en tierras de Carrizal se explotan cinco minas de oro de veta y otras dos de oro de aluvión. Curiosamente, desde que se conoció la designación de la vereda como zona transitoria de normalización comenzó también la discusión sobre qué municipio tiene real jurisdicción allí: Segovia o Remedios. “No deja de ser una discusión que tiene detrás el tema minero, sobre todo por los intereses que tiene este señor de Segovia en las minas”, señaló un conocedor de la región que pidió reserva de su identidad.
Para la Alcadesa de Remedios, el tema no debe trascender pues “hemos sido dos municipios hermanos históricamente; ambos conformamos lo que llamamos el Alto Nordeste. Y esperaría que, por el interés económico de unos mineros particulares, vayamos a tener estas diferencias. Porque el tema es ese: la minería”.
Ha sido justamente la explotación aurífera, que tiene un carácter netamente informal, la que ha jalonado el crecimiento poblacional y económico de Carrizal en los últimos años. El tema también genera cierta preocupación en organizaciones como la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (Acvc) y la Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño (Cahucopana), pues temen que la riqueza minera de la zona termine en manos de grandes empresas –nacionales o extranjeras- y que ello sea fuente de nuevos conflictos sociales como los que hoy vive Segovia.
Ambas organizaciones son voces autorizadas para hablar sobre lo que pasa en esta zona en particular. Desde su creación, en 2004, Cahucopana ha trabajado “manga por hombro” con la comunidad deCarrizal para garantizar su permanencia en el territorio, lo que le ha valido persecuciones por parte de organismos del Estado. Gracias a su labor, los campesinos de la vereda cuentan con un nivel organizativo que sorprende a cualquier visitante. De hecho, su misión es la promoción y defensa de los derechos humanos de las comunidades campesinas de municipios como Remedios, Segovia, Amalfi, San Roque, Santo Domingo y Cisneros.
Por otro lado, Carrizal es una de las 20 veredas de Remedios que junto con 59 veredas de Yondó, 25 de Cantagallo y 30 de San Pablo, conforman la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra, un área geográfica de producción campesina de poco más de 180 mil hectáreas que cobija a unas 30 mil familias. Aunque la zona fue establecida mediante resolución 028 del 10 de diciembre de 2002, solo en 2011 fue reconocida por el presidente Juan Manuel Santos.
La creación de la zona de reserva también implicó la formulación de un plan pensado a diez años donde se consignan los lineamientos que orienten un desarrollo agrario que tiene como base la autonomía de la organización campesina, el buen manejo de los recursos naturales, la conservación del medio ambiente y la sana convivencia entre comunidades. Paradójicamente, el documento no desarrolla capítulo minero a profundidad pues para la época, la minería no tenía el auge que hoy está viviendo.
¿Se le dará vía libre a la gran minería en Carrizal tras el acuerdo de paz con las Farc? Es la pregunta que se hacen en la vereda tanto habitantes como quienes los acompañan en sus procesos. “Yo pensaría que no deberían entregar las minas a las multinacionales; deberían dejar que los colonos exploten las minas y que el gobierno los acompañe y los asesore”, sostiene Fernando.
Pero esa es una de las preocupaciones que ronda entre los pobladores de Carrizal. La otra tiene que ver con el Eln. Su presencia en la región ha sido histórica y ya se anuncian por parte de la Fuerza Pública el inicio de operativos militares para tratar de combatir a esta guerrilla, lo que sería como una gran nube negra que taparía el radiante sol de la paz que vive hoy esta vereda.
“Pues ellos han manifestado públicamente que respetan el acuerdo, pero que no lo comparten. Aquí se ha visto ese respeto por parte de ellos. No se han metido en nada del proceso. Eso tranquiliza, pero si creemos que urge que el gobierno nacional comience diálogo formal con los ‘elenos’ ya”, advierte Gilberto Guerra, de la Acvc.
Mientras llegan las respuestas, el proceso de paz avanza a pasos de gigante. Hoy, a pocos kilómetros de la cabecera veredal, se levanta una ciudadela con capacidad de albergar poco más de mil guerrilleros que, se espera, se concentren en Carrizal. Allí tendrán espacios adecuados para estudio y formación para el trabajo.
“Estamos hablando con las autoridades para que esa ciudadela quede para la comunidad una vez termine la desmovilización de las Farc. Esa sería la mejor remuneración para esta comunidad que tanto ha sufrido con la guerra”, sentencia el miembro de la Acvc.