El proceso de paz superó el momento más crítico que ha tenido hasta ahora, como fue el secuestro del general Alzate, y si bien para algunos despierta ilusiones en otros impulsa la polarización.
Aunque el presidente Juan Manuel Santos dijo en 2012 que las conversaciones con las Farc en Cuba durarían meses, ya han pasado más de dos años desde que se hicieron públicos los acercamientos entre el gobierno colombiano y esa guerrilla. Este tiempo no ha sido fácil. Las partes decidieron negociar sin suspender las hostilidades, bajo estricta confidencialidad, con la regla de que nada está acordado hasta que todo esté acordado, y ceñidos a una agenda de seis puntos, sin permitir que ésta se modifique por factores externos.
Adelantar los diálogos bajo los rigores del conflicto ha sido quizá el mayor desafío para el proceso. Innumerables episodios de violencia, como un atentado con explosivos en Pradera, Valle; bombardeos en los que han muerto varios jefes guerrilleros; el asesinato de dos indígenas Nasa, y el secuestro del general del Ejército Rubén Darío Alzate han sido las pruebas más ácidas para la voluntad de paz de las partes y del país mismo.
Las conversaciones comenzaron en un momento de fuerte confrontación militar, y en un clima de opinión pesimista frente a las posibilidades de un acuerdo. Las encuestas mostraban una leve mayoría a favor de una salida política, los encuestados siempre respondían que no veían un horizonte de éxito para el proceso de paz. Muchos de esos factores han cambiado.
Si bien se sigue negociando bajo fuego, las hostilidades se han reducido en más de un 52% en el último año según la Fundación Paz y Reconciliación. El Ministerio de Defensa reconoce que la guerrilla ha bajado el número de ataques a sus tropas. Y la opinión se muestra cada vez más favorable y optimista con la eventualidad de un acuerdo, tendencia que se puso a prueba durante las elecciones presidenciales, donde finalmente ganó Juan Manuel Santos, enarbolando sin ambigüedades la bandera de la paz. A eso se suma un fuerte respaldo al proceso por parte de la comunidad internacional.
Ya se ha llegado a importantes acuerdos en tres temas de la agenda: desarrollo rural integral, participación política y solución al problema de las drogas; y hay avances en un cuarto aspecto, el de víctimas; pero la Mesa sigue teniendo enormes dificultades para comunicar sus logros. La polarización y el peso de un debate político enardecido han opacado las posibilidades de ver con claridad en qué hay avances y en qué no. Y hay consenso de que en esta ocasión se ha llegado más lejos que nunca. El viaje de las víctimas a La Habana y algunas muestras de dolor por parte de las Farc, como la que hicieron con Bojayá, son luces al final del túnel. No obstante, el asesinato de los dos indígenas y el secuestro del general Alzate son golpes a la confianza que los colombianos tienen en la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz estable y duradero, tal como se lo han propuesto las partes.
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