Nuevas conversaciones de Giorgio Sale y el testimonio del hombre de confianza de Salvatore Mancuso complican el panorama jurídico del jefe paramilitar.
Salvatore Mancuso. Foto Archivo SEMANA |
Celso Alfredo Salazar Castañeda podría convertirse en el principal testigo contra Salvatore Mancuso, en el caso de la conexión con la mafia italiana y la familia de Giorgio Sale. Todo parece indicar que este veterinario de 35 años de edad, va a pedir sentencia anticipada y está dispuesto a contarle la verdad a la Fiscalía.
Salazar es uno de los capturados en la operación contra el narcotráfico y lavado de activos que dejó al descubierto los hilos de poder del italiano Giorgio Sale y sus hijos con la poderosa mafia italiana conocida como la D’rangheta. Sus exclusivas vinerías y restaurantes L’Enoteca de Bogotá, Cartagena y Barranquilla y su cadena de almacenes de ropa Made in Italy, quedaron en manos de la Dirección Nacional de Estupefacientes.
El testimonio de este hombre es clave, pues de acuerdo con la investigación, era la persona de confianza del jefe paramilitar desde hace más de cinco años, le manejaba parte de sus finanzas y le sirvió varias veces de correo humano. Para Salazar, desvirtuar las pruebas que tienen las autoridades italianas y colombianas va a ser muy complicado. Hay cientos de grabaciones en las que reporta con lujo de detalles las negociaciones ilícitas de Mancuso y sus influencias y contactos para emprender proyectos en Panamá y Venezuela, relacionados con empresas y termoeléctricas.
En una de las charlas,Salazar le cuenta a Giorgio la manera como le tocó, en 2001, recoger 200 millones de pesos de Mancuso para traerlos a Bogotá y fue sorprendido en el aeropuerto de Montería. “Yo nunca le había llevado tanta plata porque era una maleta entera llena de dinero. Me ayudó alguien de la tripulación a subirla al avión y después yo la bajaba como equipaje de mano en Bogotá y no pasaba nada. Pero un policía me dijo: ‘Venga para acá’. En la conversación, Salazar le cuenta al italiano cómo logró salvarse de ser descubierto por las autoridades. “Llegó el gobernador y les dijo a los policías: ‘Qué vergüenza con el doctor Salazar de la ONU’. Y les exigió a los policías que se disculparan.
Cuando Salvatore Mancuso se enteró de lo que había ocurrido, entró en cólera y llamó a Salazar: “¿Pero qué ha sucedido? Pero cómo haces tú eso… Avísame… menos mal que no pasó nada”, dijo el paramilitar en una de las conversaciones interceptadas.
La importancia del testimonio de Salazar para la Fiscalía radica en las relaciones que mantenía con el paramilitar y las inversiones que le manejaba a Mancuso en varios negocios, entre ellos, la vinería L’Enoteca de Barranquilla. Al estilo de la mafia calabresa, diseñaron una estrategia para permear no sólo los más selectos círculos sociales, sino los estamentos judiciales y la Fuerza Pública. Por algo, la inauguración del restaurante en la capital del Atlántico, en octubre de 2004, fue todo un acontecimiento social al que no faltaron dirigentes políticos, jueces, fiscales, empresarios, gente de la farándula y altos oficiales de la Fuerza Pública. Así tenía que ser por instrucciones de Mancuso. Para esa fecha, el jefe paramilitar estaba preparando su desmovilización, pero estaba al tanto de todos los movimientos financieros del establecimiento.
Una vez pasó el evento social en Barranquilla, las conversaciones de Giorgio Sale giraban en torno a los negocios de cocaína con Mancuso. De hecho, el 7 de diciembre de 2004, tres días antes de su desmovilización, Giorgio le cuenta a su hijo David, los pormenores de la compra y la venta de cocaína. “Ellos son los mayoristas y venden a 2.000 dólares el kilo. Tienen una montaña en el Catatumbo donde hay cocinas. La mitad son de la guerrilla y la mitad son de ellos. ¿Sabes lo que hacen? –le dice Giorgio a su hijo–. Ellos te dicen: ¿Dónde la quieres? Nosotros te la ponemos allá. ¿Y así es como llega a Calabria”? “¿De allá es Mancuso?” –le pregunta David a su padre–. “No, es de la provincia de Salerno. Ellos hacen eso para financiarse, pero no les interesa estar en sociedad con los narcos. Ellos sólo la venden, les entregan el dinero y hasta luego. Se la ponen en el puerto a fulano en Venezuela, en Brasil. Son inteligentes. Son los productores, ellos y la guerrilla”, dice Giorgio Sale.
Estas conversaciones fueron interceptadas por la Policía antimafia italiana en Roma. Esa ciudad era el centro desde donde manejaban los negocios de la droga. Lo que nunca se imaginaron ni Sale ni Salazar es que cada reunión que tenían en la capital italiana, y todas sus conversaciones eran controladas. En ese mismo mes, diciembre de 2004, mientras en Colombia la noticia giraba en torno a la desmovilización de Salvatore Mancuso, sus socios y amigos ya estaban haciendo planes para que el jefe paramilitar se fuera a vivir a Italia. “Mancuso puede viajar acá, con pasaporte italiano y pasa desapercibido. Y si hace todos los negocios que tiene pensados en Italia, me va a tocar venirme a vivir acá para manejarlos”, le dice Salazar a Giorgio.
El hombre de confianza de Mancuso también le relata al italiano Sale que cuando él comenzó a trabajar con ‘El Mono’, le manejaba la administración de las fincas. Le comenta que Mancuso tiene cuatro helicópteros Black Hawk y hablan de su desmovilización. “Sólo ha entregado armas obsoletas y ha desmovilizado gente que no sirve. De forma que pueda mirar cuál es la voluntad del gobierno, mientras se guarda lo mejor, inclusive la libertad y la tranquilidad”, dice Giorgio. A lo que Salazar le comenta: “Supuestamente, los desmovilizados son los que andan con él. Pero hay una retaguardia de 3.000 a 4.000 hombres. Ahora, el que queda fuerte es ‘Jorge 40’ y otro amigo que es el comandante ‘Cuco’”.
Los reportes de la Policía antimafia italiana que dieron pie para capturar y judicializar a Giorgio Sale, a sus hijos y socios, no sólo eran de líneas telefónicas interceptadas, sino tambiénde vigilancia permanente, seguimientos y controles migratorios. De acuerdo con esos movimientos, las autoridades de Italia lograron establecer que estas personas viajaban constantemente a Miami, Barcelona, Roma, Japón, Holanda y Venezuela, y tenían contactos con la mafia rusa.
La investigación italiana logró descubrir no sólo las relaciones de los Sale con Mancuso y la mafia calabresa, sino también la forma como hicieron circular millones de dólares de Colombia a Europa y viceversa. “El movimiento de caudales era regular. Por eso, para reintroducir el dinero en el sistema económico legal colombiano necesitaban numerosas actividades: correos humanos y traslado de dinero sin transferencias electrónicas”, dice uno de los apartes de los informes enviados por la Policía italiana a la Fiscalía.
En el análisis de los movimientos financieros, los peritos lograron detectar en L’Enoteca de Barranquilla, que la empresa fue constituida con un capital de 150 millones de pesos y no solamente logró llegar a obtener financiamiento del sector bancario, sino que en el estudio económico de ese solo local, se encontró una inconsistencia de más de 1.100 millones de pesos. Según las autoridades, eran producto del lavado de dinero de Mancuso.
Cuando SEMANA reveló parte de esta investigación, la noticia giró en torno a la amistad entre el mafioso italiano Giorgio Sale y el presidente del Consejo Superior de la Judicatura, José Alfredo Escobar, y su esposa Ana Margarita Fernández de Castro, secretaria general de la Procuraduría. El caso terminó con una investigación contra Escobar en la comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes y la renuncia de su esposa, en el Ministerio Público.
Durante los siguientes días se desató una serie de especulaciones sobre las relaciones del italiano y altas personalidades del país. Aunque la Fiscalía logró, en los allanamientos a las propiedades de Sale, incautar cientos de fotografías de personajes de la vida nacional con el mafioso, la investigación se ha encaminado, por ahora, a demostrar que Mancuso continuó con actividades de narcotráfico y lavado de dinero después de julio de 2005, cuando se sancionó la Ley de Justicia y Paz.
De ser así, la extradición del jefe paramilitar sería inevitable.
Publicado en SEMANA 12/08/2006 – Edición 1284