Este es otro de los territorios priorizados, por su ubicación y el impacto de la violencia, dentro de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, de los que hasta ahora no han visto ejecución alguna. Allí se espera con optimismo su implementación y también que sean tenidos en cuenta los líderes comunitarios que se involucraron en su formulación.
Becerril, ubicado en el departamento de Cesar, es uno de los 170 municipios priorizados en el país que recibirán los beneficios de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). Seis miembros de la comunidad de Becerril trabajaron intensamente en su formulación y ahora esperan que lo concertado se cumpla.
Ellos, como otros tantos campesinos y líderes de las zonas rurales de este departamento, representan las necesidades y requerimientos del campo así como la memoria de un conflicto que se ensañó con golpearlos de todas las formas posibles décadas atrás.
Todos tienen en común, como lo señaló María Esther Molina, una de sus líderes, el mismo lazo: la violencia. Una violencia que padecieron de manera intensa en las zonas rurales y que afectó profundamente la vida de sus pobladores, ocasionando numerosas afectaciones. En el municipio de Becerril, de acuerdo con el Registro Nacional de Información, figuran 15.907 víctimas entre 1995 y 2005.
A pesar de sus dramas, los lugareños expresan de forma permanente un discurso de entera reconciliación y mucha esperanza sobre el futuro con el propósito de que sus territorios, con los mismos problemas comunes del campo en todo el país, entre ellos falta de conexión vial, electrificación, salud, educación y falta de proyectos productivos, entre otros, puedan salir adelante y alcanzar el desarrollo que se les ha negado por décadas.
Precisamente los PDET, en los que trabajaron reuniendo a las comunidades, formulando las iniciativas y participando incluso en la firma del pacto regional de la subregión Sierra Nevada – Serranía del Perijá – Zona Bananera, son ahora para ellos la mayor oportunidad de lograr ese anhelado avance, aunque por momentos se siente la incertidumbre de su implementación, dada la lentitud con la que camina este proceso.
Memoria del horror
El desplazamiento de la vereda Nebraska, provocado por comandos paramilitares del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), es uno de los episodios que tiene en sus recuerdos Giovany Alfonso Vanegas Benítez. En conversación con EL PILÓN sostuvo que los campesinos fueron quienes pusieron los muertos en medio de un conflicto que enfrentó a grupos armados ilegales entre ellos y contra el Estado colombiano: “Nosotros, los campesinos, estamos en el medio de los conflictos que se establecen en cualquier país y cualquier zona del municipio”.
De la misma manera rememora que de diferentes maneras todos fueron tocados por esta violencia que tuvo como efectos muertes o abandono de tierras, pero que sobre todo les generó a los campesinos mucho temor incluso hasta la actualidad cuando aún viven con algo de miedo por los hechos del pasado.
“Uno solamente podía guardar silencio y esperar que fueran las seis de la tarde para poder encerrarse con el temor de si el día siguiente podíamos volver a ver la luz del día”, apuntó Vanegas Benítez, quien explica que en esos duros años, entre 1995 y 2005, su itinerario consistía en ir, mirar los cultivos y salir.
“Esperar de pronto que sí se pudiera recoger, era lo único que se podía hacer”, añadió, trayendo a colación que entonces lo que sí era una constante dentro de la rutina era ver los entierros, puesto que tenían lugar entre dos o tres diariamente.
Aunque cada episodio representa poderosamente un claro ejemplo del sufrimiento de estas poblaciones, el del Miguel Fernández Roque, otro de los representantes del grupo motor (como fueron denominados estos equipos de consolidación del PDET), evidencia el impacto de la guerra en una sola familia.
“Fui un hombre desplazado por la violencia en el municipio de Becerril hacia la ciudad de Valledupar, dado el caso que se recrudeció la guerra en este municipio. Éramos seis hermanos y apenas quedé yo solo, porque me fui”, relató este líder, quien tuvo que llorar la pérdida de sus cinco hermanos, uno de ellos docente asesinado en Pailitas en el año 1998 y los otros cuatro en los años siguientes, quienes perecieron de manera violenta en el municipio de Codazzi.
La razón de sus muertes, sostuvo Fernández Roque, se atribuyó siempre a malas informaciones que llegaron a oídos de los paramilitares que tomaron la lamentable decisión de segarles la vida. “No queríamos ni siquiera saber nada porque cuando uno queda sin familia, queda uno desvalido, sin fuerzas, sin ánimos”, expresó. Su rostro denota los embates de la vida, pero sus ojos mantienen aún un brillo de esperanza cimentado en la fe que profesa este hombre.
En la capital de Cesar, a la que llegó el 6 de enero de 2001, tuvo que enfrentar diferentes vicisitudes de la mano de su familia para poder salir adelante y encontrar una forma de vida en la que ante todo pudieran hallar paz.
A pesar de que guarda en sus recuerdos esos años difíciles en los que, incluso, tuvo que vender la casa que tenía en el municipio de Becerril y en los que perdió el ganado que tenía en la finca de su suegro, la claridad de sus palabras reflejan su optimismo por el renacer de esta zona y la oportunidad de construir un nuevo país en el que las nuevas generaciones no vivan las mismas vicisitudes del pasado.
Expectativa con los PDET
Fernández Roque es uno de los líderes que está convencido del beneficio que la implementación de los PDET le brindarán a la región de la Serranía de Perijá. Por eso, cuando se le indaga sobre si cree que estos programas le ayudarán a reconciliarse a quienes vivieron el conflicto armado y a reparar su sufrimiento, no tiene dudas: “Lo mejor que nos ha podido pasar es que hayan hecho esto porque tenemos una firme esperanza, digo firme porque no creo que se vaya a desviar, estamos esperando que haya ejecución”.
Si bien cree que este tipo de iniciativas no van a enmendar lo sucedido, sí les permitirá alcanzar tranquilidad, acceder a conexión entre los territorios, mejores centros de salud y mejor infraestructura veredal.
Delibeth García, líder de la vereda La Escondida, a 23 kilómetros de Becerril a donde se llega transitando una carretera en pésimas condiciones, espera que a través de los PDET se fortalezca un derecho fundamental de los 43 niños y niñas que habitan allí: acceso a la educación. Hasta el momento han tenido que afrontar muchas las dificultades para lograr la satisfacción de este derecho fundamental.
Igualmente María Esther Molina, quien lideró el pilar de educación en la concertación de los PDET, expresó su anhelo de que junto con el mejoramiento de las escuelas rurales se tenga presente a la población con discapacidad ya que son muchas madres, como ella, las que deben hacerse cargo de la enseñanza de sus hijos, que en su caso es un pequeño con síndrome de Down, por las limitantes para acceder a un lugar propicio donde sean incluidos.
Sin avances
Sin embargo en este camino también ha estado presente la desconfianza puesto que, en palabras de estos líderes hasta ahora es muy poco, por no decir que nada, lo avanzado en estos programas.
Wilberto Aragón Romero, líder comunitario de la vereda Caño Frío, aseguró que por medio de las Pequeñas Infraestructuras Comunitarias (PIC) priorizaron las vías terciarias que requiere significativamente el campesino así como los acueductos, ya sean rurales o distritos de riego, pero pasados seis meses desde la firma del pacto no han visto que se ejecute ningún proyecto con relación a este aspecto.
En el mismo sentido se expresó Freddy Toro, líder de la vereda Río Maraca, quien hizo referencia a que las PIC, que se incorporaron a los PDET, dejaron también planteadas iniciativas de mejoramiento y dotación de escuelas, así como de salones comunales. Según dijo, supieron que la discusión en torno a estas iniciativas iniciaría el pasado 17 de junio y la ejecución se daría en octubre próximo por lo que han tenido conocimiento de visitas de funcionarios de la Agencia de Renovación del Territorio (ART) pero que no han incluido a los miembros del grupo motor y mucho menos a él, que hizo parte de la formulación del pilar de infraestructura en representación de su comunidad.
Y en esto precisamente cree que radica un desacuerdo que puede generar inconformidad debido a que llegan a priorizar obras, que a pesar de estar incluidas en el PDET, no corresponden a la forma en que las solicitaron.
“Pedimos que haya más comunicación, si duramos un año y medio haciendo ese plan, creo que sea magnífico que lo llamen a uno que sabe cuáles son las partes prioritarias para la ejecución de los programas”, recalcó Toro, quien insistió en que se precisa más claridad al respecto del desarrollo de estos programas a fin de entregarle una versión más precisa a las comunidades que confiaron en ellos para hablar en su nombre y velar por el cumplimiento de todo lo pactado.
Esto es también lo que pidió Giovany Alfonso Vanegas Benítez, quien consideró que líderes como él deben ser tenidos en cuenta con el mismo interés que se les buscó al inicio del proceso de socialización del PDET.
“El PDET en el municipio de Becerril como tal no ha arrancado, solamente se han llevado unas iniciativas”, aseveró Vanegas Benítez. Del mismo modo, apuntó a que en junio pasado recibieron la visita de algunos funcionarios de la ART quienes, a su parecer, llegaron con unas iniciativas escogidas por el Estado con las que buscaban promover la siembra de cacao y plátano, que sólo ayudaría al ayudar al sector más pequeño de Becerril.
“La iniciativa la discutimos y acordamos que se iba a sembrar, había 1.000 millones de pesos para sembrar maíz, plátano y cacao, pero luego que lo discutimos cambiamos lo que ellos por naturaleza habían mandado. Lastimosamente tenemos que decirle al Estado, la idea no es esa, las necesidades somos nosotros los campesinos quienes las conocemos y sabemos cuáles son los cultivos que pueden ayudar a los campesinos: el maíz, el plátano y como una tercera opción, el cacao”, detalló Benítez.
Por el momento lo que les queda a estos campesinos, como reconoció Vanegas Benítez, es seguir aferrados a su fortaleza y capacidad para hacer frente a las dificultades que les plantea la vida. Así, siguen sacando adelante sus cultivos de plátano, yuca, malanga, maíz, arroz, cacao, moringa o batata, de mano de la actividad ganadera, para lo que desean más tecnificación, mientras hacen frente a nuevos desafíos que les permitan finalmente cumplir de una manera óptima con su labor de cosechar y comercializar sus productos.
Este líder destacó la resiliencia que practican los campesinos de su región y del país, quienes, aún con múltiples factores en contra, saben aguantar y regalarle al país una sonrisa, sonrisa que pueden empezar a tener después de haber sobrellevado los embates de la vida, conflictos, necesidades, maltrato y hasta llegar a ser cruelmente ignorados.