Una de las tareas más complejas de Justicia y Paz es la exhumación de las fosas señaladas por los paramilitares. Estas son las dificultades que debe afrontar la Fiscalía.
Cuando los paramilitares ya desmovilizados comenzaron a señalarle a la justicia los puntos de la geografía colombiana que terminaron convertidos en cementerios clandestinos y en donde se encontraban buena parte de los desaparecidos de las Autodefensas, el país empezó a conocer que la tragedia de la guerra había sido mucho más cruel de lo imaginado.
También en ese momento, las víctimas de esta barbarie comprendieron que rescatar los restos de sus familiares ajusticiados y sepultados por los ‘paras’ sería una labor titánica y compleja.
Hoy, seis años después de entrar en funcionamiento los grupos de exhumación de Justicia y Paz, estos deben enfrentarse a dificultades que van desde recibir una cantidad considerable de información errónea, bien por parte de los postulados o por las organizaciones de víctimas, pasando por los problemas de inseguridad debido a la presencia de grupos armados ilegales en zonas donde se ha señalado la existencia de fosas comunes, hasta la falta de personal para responder a un frente de trabajo tan amplio; la siembra de minas antipersona e, incluso, las adversidades de las condiciones climáticas.
Para conocer más sobre el particular, Verdadabierta.com consultó a un fiscal del Grupo de Exhumaciones de la Unidad de Justicia y Paz de la Regional Occidente, que comprende los departamentos de Antioquia, Chocó, Caldas, Risaralda y Quindío.
Según este funcionario, quien solicitó la reserva del nombre, la principal fuente de información para realizar exhumaciones continúan siendo los postulados a Justicia y Paz. “Muchos de los hallazgos que hemos hecho ha sido por la información que ellos han entregado”, declaró el fiscal quien añadió que hoy en día las organizaciones de víctimas, funcionarios públicos de los municipios de su competencia y hasta personas que no resultaron afectadas por el conflicto armado, sienten mayor confianza en las autoridades judiciales para revelarles la posible existencia de fosas comunes.
Paradójicamente, el volumen de información que diariamente está llegando a este despacho contrasta con la falta de equipos de criminalística que permitan darle trámite efectivo a estos procesos. En primer lugar, verificar cada información implica un proceso dispendioso que, desafortunadamente, no siempre arroja los resultados esperados.
“A veces un postulado señala una fosa común y como hace mucho tiempo que no va al terreno, cuando llega la zona está completamente distinta. También pasa que entre ellos negocian; es decir, el comandante les dice que entreguen tal fosa para que le den tal beneficio, pero cuando uno los lleva al sitio, resulta que están totalmente perdidos. También se ha creado cierto mito con este tema. En Medellín, por ejemplo, la gente dice que hay fosas en barrios como La Sierra, San Javier, Santo Domingo. Nosotros hemos ido y no hemos encontrado nada”, dijo el funcionario.
A esto se suma que, cuando los resultados son positivos, los laboratorios de identificación no dan abasto. Actualmente existen en el país laboratorios forenses para la identificación de restos óseos en las instalaciones de Medicina Legal y CTI de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla a los que la magnitud de hallazgos de cada exhumación ha desbordado su capacidad de atención.
Labor compleja
Quizás el mayor reto al que se enfrentan hoy los grupos de exhumación de Justicia y Paz guarda relación con la situación de orden público en aquellas zonas donde se ha señalado la existencia de fosas comunes.
En Antioquia, un ejemplo claro de lo anterior lo constituye Ituango, uno de los municipios más golpeados por los grupos armados ilegales y en el que se vienen realizando exhumaciones desde 2010. De hecho, el 14 de diciembre de 2011, la Fiscalía de Justicia y Paz entregó a sus familiares los restos de nueve personas que habían sido asesinadas por integrantes del Bloque Mineros de las Autodefensas en distintas zonas rurales de la localidad entre los años 1996 y 1998, y que habían sido enterradas como N.N en el cementerio del corregimiento La Granja.
“Pero Ituango se volvió una zona muy complicada por varias razones: la presencia del Frente 36 de las Farc es muy fuerte, hay muchas minas antipersonal y el terreno es muy agreste. Afortunadamente, a ningún integrante de nuestro equipo le ha pasado algo que lamentar, pero sí han caído muertos en los campos minados varios caninos que nos acompañan en las diligencias. También tenemos problemas en Urabá y Chocó”, agregó el fiscal.
Otro enemigo que le resultó a las tareas de exhumación ha sido el fenómeno climático. El caso de la madre de Esteven*, un joven que fue secuestrado por miembros del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas en el corregimiento San Antonio de Prado, de Medellín, en octubre de 2003, lo ejemplifica mejor.
Al momento de su retención ilegal, Esteven tenía 16 años y, según las confesiones deun postulado de este Bloque conocido con el alias de ‘Cañitas’, lo secuestraron porque el joven fue acusado de pertenecer a una banda de la Comuna 13 de Medellín y que se conoció como los Comandos Armados del Pueblo (CAP).
En 2011, alias ‘Cañitas’ reconoció que participó en el crimen y además ubicó el sitio dónde había enterrado el cuerpo a un fiscal de Justicia y Paz. Pero el Grupo de Exhumaciones encontró que la inestabilidad del terreno, sumado al invierno que ha azotado al Valle de Aburrá en los últimos dos años, removió considerablemente el lugar. El cuerpo de Esteven sigue sin aparecer y su madre, pese a que aceptó la muerte de su hijo, no ha podido cerrar su duelo. Para ella, la verdad sigue enterrada.
“Solo quiero que me entreguen a mi hijo. Ya sé que lo mataron y todavía tengo mucha rabia, tal vez no pueda perdonar, pero quiero saber dónde están sus restos, para enterrarlos como Dios manda”, sentenció la madre.
Tarea que no para
Desde su puesta en marcha en 2006, y hasta la fecha, el Grupo de Exhumaciones de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía ha encontrado 3.649 fosas comunes en todo el país. En ellas ha exhumado 4.503 cuerpos, de los cuales entregó a sus familiares 1.714. Actualmente, 894 restos se encuentran en proceso de identificación mientras que otros 1.651 que ya fueron identificados plenamente, aguardan para ser entregados a sus familiares en los próximos meses.
Antioquia es el departamento donde más cuerpos han sido hallados y a su vez entregados: 788 y 315 respectivamente. En lo que va corrido de 2012, el Grupo de Exhumaciones de la Unidad de Justicia y Paz de la Regional Occidente ha realizado 34 diligencias de exhumación en los departamentos de su competencia: Antioquia, Chocó, Quindío, Risaralda y Caldas. En estas tareas ha logrado inhumar 34 restos que ya cuentan con identificación plena.
“Si algo ha funcionado bien en (Ley) Justicia y Paz son las exhumaciones”, indicó el fiscal adscrito a este grupo al referirse a la gestión adelantada por la Fiscalía de Justicia y Paz en estos últimos seis años. Pero, no obstante estos resultados, estas tareas no han estado exentas de críticas.
La Corporación Jurídica Libertad, organización defensora de derechos humanos de Antioquia, ha cuestionado lo que ellos consideran “la escasa participación de las víctimas en las diligencias de exhumación”. “En muchos casos los familiares son solo vistos como denunciantes, fuentes de información, objeto de la prueba de ADN, pero no como sujeto de derecho”, señaló en un comunicado público en 2010. Dos años después, la Corporación mantiene firme su postura frente a este tema.
“Tienen y no tienen razón. Hay dificultades, es cierto; demoras en la identificación, también, pero hay que ver cómo trabaja esta Unidad: con escaso personal, afrontando problemas de orden público y sin embargo no dejamos de hacer nuestra labor. Lo que pasa es que es mucho trabajo para un personal tan limitado”, respondió frente a las críticas el funcionario.
Y es que pese a las dificultades ya esbozadas, las exhumaciones continúan a lo largo y ancho del territorio nacional. Norte de Santander, Antioquia, Boyacá, Cesar, Guajira, Casanare y Meta serán algunos de los departamentos donde la Fiscalía de Justicia y Paz escarbará la verdad, porque tal como lo dice el fiscal consultado por Verdadabierta.com, “ahí es donde uno conoce la verdad de lo que fue el conflicto armado. Uno no termina de asombrarse ante tanta crueldad, de ver que en esta guerra han caído hombres y mujeres de todas las edades, víctimas de toda clase de torturas”.