Así gritaba el hombre que hace 30 años condujo la incursión armada al corregimiento La Mejor Esquina, del municipio de Buenavista, en Córdoba, que dejó 27 muertos. VerdadAbierta.com habló con uno de los sobrevivientes, quien aún llora cuando recuerda lo ocurrido a sus familiares, amigos y vecinos.
En poco más de 30 minutos el jolgorio que vivían campesinos y jornaleros en la noche del 3 de abril de 1988, Domingo de Resurrección según la tradición de la Iglesia Católica, se convirtió en un escenario dantesco. Un comando de hombres armados, vestidos con prendas similares a las del Ejército e identificados como ‘Los Magníficos’, llegó al sitio donde la comunidad estaba reunida con la intención de asesinar, lista en mano, a varias de las personas que estaban allí, a quienes señalaban como guerrilleros del Epl.
Los sonidos de los fusiles aún resuenan en los oídos y en la memoria de Agustín*, uno de los sobrevivientes de la masacre, la primera que cometían grupos paramilitares en el departamento de Córdoba. Un mes atrás, el horror había pasado por las fincas La Honduras y La Negra, del corregimiento Currulao, en Turbo, Urabá antioqueño, dejando 20 trabajadores muertos. (Leer más en: Masacre de La Negra y Honduras)
No eran tiempos tranquilos en aquellas sabanas cordobesas. La guerrilla del Epl se había convertido en el flagelo de los ganaderos de la región, a quienes extorsionó y secuestró sistemáticamente, y acosaba a los campesinos. Agustín recuerda esa época y la injerencia del grupo armado ilegal en sus vidas cotidianas: “Los veíamos en la zona, aunque con nosotros no pasaba nada porque éramos muy pobres, pero sí teníamos muchas dificultades por el asedio”. Y evoca a un insurgente conocido como ‘Rafa’, “que comandaba un grupo de hombres que tenían presencia en Centro Alegre, Campo Bello, Mejor Esquina, Rusia, Tierradentro, Valencia y no sé dónde más”.
Se trataba de Isidro Pastrana Martínez, quien fue asesinado el 6 de noviembre de 1991 en el barrio San Francisco, de Cartagena. Para esa época se había desmovilizado y se integró al movimiento Esperanza, Paz y Libertad, que surgió tras la dejación de armas y desmovilización de la guerrilla del Epl tras los acuerdos con el gobierno nacional de la época, cuyo acuerdo se firmó el 20 de enero de ese año. (Leer más en: Participación política del Epl, ¿modelo exitoso?)
Poco se sabe de los autores materiales e intelectuales de la masacre. En el 2012, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín le solicitó a la Fiscalía General de la Nación que investigara al exjuez Segundo Especializado de Montería, Fredy Vásquez Ferrer, por su presunta negligencia en la investigación de ese múltiple crimen, pero aún no se sabe qué ocurrió con esta petición. (Leer más en: Lo que la justicia no quiso ver en la masacre de La Mejor Esquina)
Agustín es un viejo campesino cordobés, quien abandonó su terruño luego de esa cruenta incursión. VerdadAbierta.com lo encontró en un caserío del Bajo Cauca antioqueño*, liderando procesos sociales e intentando recuperarse de las secuelas sicológicas que le dejó aquella noche de hace ya 30 años. Sin ningún recato, llora cuando las palabras describen el terror. Pese al dolor, decidió narrar la historia, porque, según él, “nada de esto se debe olvidar”.
Los rodearon
“Allá la tradición en la Semana Santa es que se hacía una gran fiesta; siempre se hacía eso, y esa vez se programó en una finca por ahí a medio kilómetro del caserío. Se cercó toda la finca alrededor y se dejó una entrada, se cobraba la entrada, porque se trajo una banda de músicos de Montelíbano. Eso fue jueves, viernes, sábado y domingo. Todas las noches fueron muy concurridas. Esas fiestas eran muy tradicionales.
Jueves, viernes y sábado no pasó nada, todo normal; incluso, yo no me perdí ni un día de esos. Ya el domingo, tipo 10 para 11 de la noche, no tengo la hora exacta, nos rodearon y llegaron disparando, pum… pum… pum… Mucha gente se trataba de escapar. Obviamente estaban varios de los que ellos perseguían, pero los que vinieron, vinieron en dos carros por la carretera y se hicieron en una loma parte alta. Esa gente vive preparada, me imagino que tenían sus espías, sus moscas, esa gente se vuela, y creo que únicamente mataron a uno, los demás todos se vuelan, eran expertos en eso. Pero la gente que no era experta en eso, pues fueron muchos que mataron en la vía, pero por el temor, no porque eran nada de eso, pero la mayoría se murió adentro.
Un profesor, que se llamaba Tomás Berrío, una de las personas más queridas de la comunidad, un profesor muy bueno, fue mi profesor, va a recibirlos y ellos le responden matándolo. Luego entran con la orden de ‘¡todo el mundo se acueste boca abajo!’ y que no los miráramos. En esas aparece Silverio Sáenz, le decíamos ‘el negro sae’. Él era el que estaba poniendo la música. Y no obedeció la orden porque dijo que no tenía problemas con nadie. A él lo matan también de una, es uno de los primeros que matan.
Yo estaba con una prima, un grupo familiar y unos amigos. Al escuchar los primeros disparos nos escapamos hacia una pieza donde estaban las cajas de cerveza. Nos tiramos al suelo, quietesitos ahí, y mirábamos todo lo que pasaba afuera, seleccionaban y mataban. Personas que estaban bocabajo, acostadas, y de pronto alzaban la cabeza y miraban, inmediatamente iban y las fusilaban. Era doloroso escuchar los gritos, ‘¡Ayúdenme, no me dejen aquí! ¡No me dejen morir!’. Ellos seguían buscando a las personas con un listado que tenían.
El muchacho que estaba con nosotros se levantó y como había luz, de un reflejo de una rendija, no sé, ellos se enteraron que estábamos ahí adentro y empezaron a disparar, así a media altura, rompieron todo ese botellerío, todo eso que estaba ahí, y nos ordenaron salir manos arriba. Hay una zanja por donde corre el agua, y ya íbamos fusil en la cabeza, cuando siento que me caigo, pero a mi no me coge la bala, yo me acomodo en esa zanja, boca abajo, por esa zanja corría sangre, yo me quedo ahí, como muerto en vida.
Mientras, ellos seguían haciendo la operación y daban órdenes, ‘¡el que esté herido, no lo dejen vivo!’. Yo Pensaba, ‘verá que ahora que estoy sucio de sangre me quieran matar, sí, porque estoy sucio de sangre’. Cuando acabaron de disparar, a todo el que estaba en el piso lo estaban pisando, a mi afortunadamente sólo me pisaron el pie, me pisaron duro, y yo quietesito, como si estuviera muerto, imagínese. Hubo a unos que terminaron de rematar.
Enseguida dicen ‘¡el que esté vivo que se levante!’ y uno en ese momento hace lo que le digan. Entonces ahí no me acordé de que estaba lleno de sangre y podían decir que estaba herido, ahí si me levanté, hicieron una fila, uno allá y otro acá, y sacaron un listado, de ese listado sacaron tres y los asesinaron.
Después de todo eso dieron una orden, que no saliera nadie hasta dentro de dos horas. Ellos se llevaron unos, quedaron unas personas vivas, se las llevaron hacia abajo, donde tenían el carro, se los llevaron y los asesinaron allá, los dejaron muertos allá. Nosotros padecimos por ahí media hora, oíamos los lamentos de personas, de muchas personas que quedaron vivas que decían: ‘¡Ayúdennos! ¡Quiero agua! ¡Sáquenme de aquí! ¡Ayúdenme, no me dejen morir! ¡Quiero agua!’. Eso era lo que se oía.
Después de media hora alguien tomó la decisión y se paró a mirar, pero no vio a nadie, entonces dijo ‘es el momento de irnos’, entonces arrancó y enseguida, cuando sale el primero, y el segundo, todos salen y como cuando se le abre la puerta al ganado, todo el mundo arrancamos a correr y nos fuimos al caserío. Después regresamos a buscar a los familiares. En mi caso, a la prima le dieron un tiro y le dañaron el brazo, ahí está con el brazo seco; a otro primo le dañaron una mano. Murieron 27 personas, eran vecinos, eran amigos, incluso, muchas personas que murieron vinieron de afuera, eran visitantes, estudiantes, incluso, de Barranquilla, de Maicao también vinieron y murieron ahí.
De todas esas personas que murieron me acuerdo del profesor Tomás Berrio, Creto Martínez, Silverio Sáenz, que llamábamos ‘el negro sae’, Juan Manuel Sáenz, Atanasio Sáenz, Carmen Avilés Barragán, Luis Sierra, Eduardo Mercado, Donaldo Benítez, Dionisio Benítez, Pedro Márquez, Jaime Hoyos, William Barragán, Domingo Sáenz y Fredy Martínez, ahorita en este momento no me acuerdo del resto porque eran más retiraditos de la comunidad, es que eso fue hace muchos años… (sollozos).
(Los nombres de las restantes víctimas son: Marcos Martínez, Sergio Tomás Rivero, Silvio Primitivo Pérez, Justo Ramón Nisperuza, Carlos Márquez Benítez, José Guerra, Óscar Sierra Martínez, Juan Bertel, Juan Acevedo, Rogelio Montañez, Silvio Melendres, y alguien conocido como ‘El Mono’ Ensuncho).
Dicen que los asesinos llegaron vestidos de verde, pero la verdad es que yo obedecí todo lo que ellos dijeron, de pronto por eso estoy vivo, porque yo no miré esa gente, sinceramente no los miré, pero hay amigas mías que me han dicho que reconocieron a varias personas de esas, reconocieron que eran personas activas de la policía en Buenavista, Córdoba, así me lo contaban. Yo no le puse la vista a nadie porque el que no obedecía lo mataban.
Recuerdo que al que organizó la fiesta lo mataron por allá en un municipio de Córdoba, como a los cuatro meses. Dicen que la fiesta la pagaron Carlos Castaño y César Cura para que se pudiera dar eso, y la gente, ignorante, acudió a esa fiesta. Ellos iban de cacería del comandante del Epl, del tal ‘Rafa’, pero yo no lo vi en la fiesta. El comentario era que sí estaba, que había un grupo de ellos, pero fueron los primeros en volarse, es que ellos eran muy ariscos”.
“Eso se puso peor”
“Cada familia comenzó a buscar a los suyos, a sacar sus víctimas. Yo saqué a mi prima en una hamaca a Rusia y después en un burro a coger la central; por allá en una finca un tractor nos ayudó a sacarla a la carretera y llegamos a Caucasia, pero ahí no la podían atender, entonces la enviaron en ambulancia a Medellín. Yo la seguía en un carro particular. Llegamos a Policlínica como a la una de la mañana. Ella duró 6 meses internada y casi un mes en estado de coma, pero sobrevivió, ahora vive en Jardín, Antioquia, y mi primo, el de la mano herida, vive en Caucasia.
El problema es que en el caserío sigue una masacre selectiva; entraba la contraguerrilla del Ejército y se empieza a llevar la gente. Me acuerdo de un vecino, que se lo llevó el Ejército y aún no aparece; también de un muchacho que trabajaba en una finca vecina. No aparecen. Hasta el momento, esa gente sigue desaparecida y no se ha podido localizar. Después de la masacre la cosa se pone peor, peor, peor, desplazamiento total, muertes, tropas de esa de contraguerrilla a toda hora.
Esa contraguerrilla se llevó mucha gente, uno no sabe si esa gente que se llevaron tenía algo que ver; eso sí, entraban, se los llevaban de noche y no aparecían más. Dicen que los concentraban en un lugar, pero allá no podía ir nadie. Era una finca que se llamaba Los Cañitos, a todos los cogían y los llevaban ahí, pero había un problema, que allá todo el que iba lo dejaban.
La finca era, en ese tiempo, de unos paisas, pero esa gente también sufrió el rigor de la violencia y tuvieron que salir y lo dejaron tirado, después de que normalizó volvieron otra vez, pero ellos fueron uno de los mucho perjudicados porque eran buenas gentes.
Cuando llega ese problema del paramilitarismo, las autodefensas, que se toman el territorio y matan a muchos de los hijos, entonces la gente vendió esas fincas regaladas y quienes las compraron fueron muchos narcotraficantes de Medellín y Cali. Yo conozco familias que vendieron a precio de huevo por miedo a que mataron sus hijos”.
En tratamiento
“Con todo eso, yo me quedé en Medellín en calidad de desplazado, pero no tenía apoyo de ninguna institución, entonces me puse a trabajar y a estudiar de noche, y logré llegar hasta cuarto de bachillerato, después fue muy difícil seguir estudiando. Trabajaba en el oficio de mensajero, en una ferretería manejando una bicicleta.
Duré tres años sin volver a la tierrita porque yo quedé afectado de eso. Me acostaba y despertaba gritando, la imagen mía era un cuadro y el cuadro era ese momento de masacre. Me acuerdo que estando en Medellín, por el Parque Berrio, una buseta sonó los mofles esos, yo salí corriendo como un loco, corriendo porque escuchaba pum… pum… pum…
Duré varios meses en tratamiento sicológico, donde entré a trabajar me afiliaron al Seguro Social, en ese tiempo era el Seguro Social, y ahí me empezaron a hacer tratamiento. La gente de la ferretería sabía lo que me había pasado y fueron un apoyo muy grande… (sollozos).
A los tres años volví al pueblo, pero yo seguía en Medellín, después me vive a vivir al Bajo Cauca, como hasta el 2002. En el 2007 regresé a la tierrita y la cosa seguía difícil. Ya estaban por allá los ‘Urabeños’ y los ‘Paisas’. Hubo muchos enfrenamientos. La gente que salía de Buenavista era investigada, muchas personas fueron asesinadas. Como yo no vivía allá, cada vez que quería ir mi cuñado tenía que ir a hablar con los jefes de esas organizaciones para que me dejaran entrar, incluso, una vez llegaron a dar un carné para identificarnos. Ahora están los ‘gaitanistas’ y eso es muy complicado”. (Leer más en: La guerra se recicla en el Bajo Cauca antioqueño)
Hacia el futuro
“Cuando llego por estos lados del Bajo Cauca, vi que había oportunidades para ayudar y decidí entonces a trabajar por la gente. Es que cuando uno ha vivido todo eso y aprende un poquito, es bueno ayudar, y eso hice. Yo vi tantas oportunidades que se estaban ofreciendo por parte del gobierno y tantas capacitaciones por parte de las Naciones Unidas y la Mapp OEA que era el momento de aprender, de acceder a algunos beneficios y ayudar.
Es muy triste lo que he vivido, si no hubiera pasado lo que me pasó de pronto hubiera sido otra persona, de pronto un profesional, porque las aspiraciones mías eran otras, pero eso se truncó, pasaron una cantidad de cosas que dañaron todo, pero poco a poco uno se repone y logra aprender cosas que sirven. He logrado afortunadamente que mucha gente reciba ayuda humanitaria y ayuda sicosocial, pero seguimos muy atrasados en eso.
Eso sí, le aclaro que para evitarme problemas no me meto en el tema de la restitución de tierras, eso yo no lo toco en este sector y en ninguna otra parte. Lo que pasa es que la autoridad aquí no da garantías. Me refiero al Ejército y a la Policía. Aquí hay un problema muy grande y es que todo el mundo sabe quién es el ‘paraco’ y los únicos que no saben son el Ejército y la Policía. Pero mi idea es continuar con esto hasta donde yo vea que pueda seguir, porque yo si soy muy precavido en todo eso”.
* Se modifican los nombres del sobreviviente y su lugar de residencia por razones de seguridad