Tres excombatientes de las Auc se asociaron en una empresa que busca contratar con el sector metalmecánico. Apenas dan los primeros pasos, pero quieren ser un ejemplo de cómo lograron reintegrarse a la sociedad civil.
Ramiro Quintero* habla con timidez y dice que él ni sus compañeros todavía se atreven a pedir trabajo reconociendo que son desmovilizados. “Alguna vez una persona supo y me preguntó que si yo no sentía ganas de matar. Le expliqué que eso no era así, que nosotros habíamos estudiado y recibido ayuda sicológica y que queríamos salir adelante”, explica este hombre de 36 años, quien se desmovilizó en 2006 como integrante del Frente Resistencia Motilona, una facción del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que comandó Rodrigo Tovar, alias ‘Jorge 40’, y que tuvo presencia en el departamento del Cesar.
Quintero acepta, sin justificarse, que entró al grupo armado ilegal por falta de oportunidades de trabajo. Para entonces tenía un hijo pequeño y se dejó tentar por la oferta de ganar dinero en la ilegalidad. “Cuando me arrepentí ya era muy tarde”, señala. Por eso, cuando decidió entregar las armas, se propuso no volver a la guerra, así le prometieran de nuevo el cielo y la tierra. “Después de la desmovilización me buscaron, que me pagaban bien, que hiciera parte de un nuevo grupo. Yo no les decía ni sí ni no por miedo; luego que estaba en otra ciudad. No quise”, cuenta.
En busca de encontrar el primer empleo toco varias puertas, pero fue rechazado, nadie la daba una oportunidad laboral porque no había terminado la primaria. Ante eso, en 2007 tomó cuaderno y lápiz hasta lograr el título de bachiller en un colegio de Bucaramanga. Siguió con ganas de estudiar y se inscribió en el curso Formación para el trabajo, del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), y en 2012 comenzó un programa técnico para aprender el oficio de soldador. Otros 16 excombatientes como él hicieron lo mismo.
Ronald García, coordinador de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) en Santander, recuerda que un año antes la Fundación de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi) expresó el interés de apoyar un proyecto con reintegrados. En la región, los empresarios del sector metalmecánico advertían que carecerían de personas especializadas en soldadura para atender la creciente demanda de la construcción y el desarrollo de obras de infraestructura vial.
Juan Diego Méndez, director de la Andi en Santander, cuenta que así fue como la Fundación decidió apoyar la formación de antiguos desmovilizados en proceso de reintegración a la sociedad civil. “Logramos que el programa del Sena, que estaba proyectado para tres meses teóricos y tres prácticos, se extendiera a un año. La idea fue apoyarlos con una formación técnica y tecnológica para que luego crearan empresa”, dice.
Méndez reconoce que presentarles esta idea a los empresarios no fue fácil. “Hubo muchas inquietudes y dudas. Pero con el tiempo entendieron la importancia de la reinserción. Los empresarios tienen presente que para garantizar el crecimiento de sus empresas tienen que apostarle a la sostenibilidad de la nación y eso se logra reduciendo la inequidad”, señala.
De la clase a la realidad
Ramiro Quintero cuenta que la propuesta de crear empresa llegó al salón de soldadura. Diecisiete desmovilizados escucharon la propuesta, pero sólo a tres de ellos les terminó calando la idea. La Andi contrató una consultoría en 2012 para saber cuál era la ruta a seguir y la conclusión fue que después del programa de formación los estudiantes debían certificarse e impulsar su propio proyecto.
Una vez terminada la teoría en las aulas de clase, el grupo empresarial 10M, que reúne a empresas del sector metalmecánico en Santander, les ofreció el espacio para realizar las prácticas y los estudiantes se certificaron. En diciembre de 2013, la Fundación Andi y la ACR presentaron el proyecto Al Fondo de Innovaciones para la Paz, una iniciativa apoyada por la Fundación Social, la Embajada de Suecia, la agencia de Cooperación Alemana (GIZ) y la Fundación Konrad Adenauer que apoya ideas que permitan superar las causas y los efectos del conflicto armado.
El proyecto, que comenzó llamándose Soldadores de Paz, fue seleccionado entre 87 propuestas de todo el país y recibió recursos para que pudieran constituirse como empresa. Comenzaron primero por contratar a César Nocua, un tecnólogo electrónico con veinte años de experiencia en el sector metalmecánico para que los apoyara en la constitución y gestión de los primeros trabajos. “Estamos dando los primeros pasos y no esperamos de entrada lograr un gran contrato, pero sí que nos den la oportunidad de mostrar la calidad del trabajo de los muchachos”, dice.
El 13 de julio de 2014 se registraron como empresa en la Cámara de Comercio de Bucaramanga, lograron que un empresario les arrendara parte de una bodega para realizar sus trabajos y comenzaron a presentar las primeras propuestas de licitación. “Por ahora funcionamos con el apoyo de la cooperación internacional y del grupo 10M, pero nuestra meta es ser sostenibles”, indica Nocua.
La empresa de los soldadores aplica un modelo negocio inclusivo en el que ellos mismos son los socios. De momento son solo tres, pero según los cálculos de la ACR la meta es llegar por ahora a diez, mientras logran los primeros contratos. “Este es un proyecto que busca reducir el estigma. Los muchachos reintegrados tienen la voluntad, han pasado por un proceso de formación y están proponiendo generar empleo en la región”, indica García.
El Gerente de la Andi en Santander cree que en los últimos años los empresarios han ido enfrentando sus miedos para apoyar iniciativas relacionadas con excombatientes. “Hay que hacerle entender a la gente que ellos merecen una oportunidad, pues quizá es la única que hayan tenido en su vida. Muchos entraron a la guerra por falta de opciones y sin medir las consecuencias. Este no es un camino fácil pero creo que ha valido la pena”, reitera Juan Diego Méndez.
En Santander hay 2.254 exintegrantes de grupos armados ilegales, de los cuales 2.120 decidieron participar del proceso de reintegración que ofrece la ACR. La mayoría hicieron parte de frentes y bloques de grupos guerrilleros y paramilitares como ‘patrulleros’, con un bajo índice de escolaridad y algunos reclutados siendo menores (Lea: Los líos de la reintegración en Santander). En la región, los primeros gestos de aceptación de excombatientes en comunidades y empresas están en Barrancabermeja (Lea: Tabla Roja, una vereda donde viven víctimas y exguerrilleros) y en la Empresa de Aseo de Bucaramanga (Lea: Reintegrados, barriendo los miedos en Bucaramanga).
Aunque es la primera y por ahora única empresa creada en el departamento por reintegrados, a Ramiro Quintero se le escucha optimista. Dice que ahora quiere continuar con sus estudios de soldadura, esta vez, en una especialidad para tuberías. La razón es que en la ciudad hay pocos expertos en el área y en la práctica empresarial el jefe reconoció la pulcritud de sus trabajos. “Mi sueño es sacar adelante la empresa y que crezca”, dice.
Las dificultades y aciertos en el proceso de reintegración tras la desmovilización colectiva de paramilitares y de forma individual de guerrilleros, pone a pensar cómo será el regreso a la vida civil de más de 7 mil integrantes de las Farc si llega a haber un acuerdo en La Habana, Cuba. Por eso empresarios y excombatientes coinciden en que iniciativas como ésta son una pieza para ir soldando la paz en las regiones.
* Nombre cambiado a petición de la fuente.