Antes, el río Sinú desembocaba en la bahía de Cispatá en San Antero, Córdoba. Por las bocas de Cispatá se realizaba todo el comercio entre Cartagena y Lorica, después con Montería. En lanchas y barquetonas trasladaban pasajeros y productos de la zona como cocos, naranjas, arroz, ganado, cerdos y aceite de corozo nolí, entre otros. Por Victor Negrete Barrera. Fundación del Sinú.
En la desembocadura del río Sinú se registra una nueva guerra. Fotomontaje VerdadAbierta.com |
En 1942 por una zanja que abrieron los pescadores el río empezó a romper en busca del mar. La gente, preocupada, intentó taparla con palos y sacos con arena. Como no pudieron pidieron ayuda al gobierno quien envió una draga tres años después. Al final los trabajos no quedaron muy bien pero sortearon la emergencia. En 1961 por la vieja y descuidada tapa el Sinú rompió definitivamente por Tinajones en San Bernardo del Viento. Arrasó con todo: gente, viviendas, animales, parcelas y los inmensos arrozales. La situación fue tan grave que el recién creado Instituto Colombiano de Reforma Agraria INCORA decidió montar, al año siguiente, el Proyecto Córdoba número 1 con sede en La Doctrina, municipio de Lorica, vecino a San Bernardo.
A partir de entonces el escenario de las épocas anteriores cambió. El río, impetuoso, con el tiempo abrió dos bocas más para poder desembocar al mar con más sosiego: Mireya, Corea y la del Centro; el delta se expandió y el mangle creció sin mesura. Después llegó la reforma agraria con su distrito de riego, las camaroneras, la hidroeléctrica de Urrá, un turismo incipiente en una zona todavía rústica, gente de Montería y del interior del país comprando predios a la orilla del mar y haciendas para crear búfalos y construir estanques para peces.
Hoy, en la zona de la desembocadura, en los manglares y a la orilla del mar y de los cauces de agua dulce, los pescadores y campesinos capturan moluscos como el caracol copey, yipiyipi y ostra manglera; crustáceos como los camarones, jaiba y cangrejo azul y variedades de peces como la anchoa, róbalo, mojarra, barbudos, sábalo, lisa, mero y mojarra plateada, entre las principales; cultivan los productos básicos de la alimentación costeña y frutas.
En los amaneceres y atardeceres, con un sol que cambia de tonalidades según los caprichos de no sabemos quién, se observa a los moradores con sus aperos de trabajo (remos, machete y boliche o manta para sacar camarón) o en busca de leña para cocinar. Son pobres como todos saben, siempre dispuestos a la alegría y el jolgorio, la mayoría conformes con la situación que viven, sin amargarse la vida por no tener lo que les hace falta. A pesar de tantos cambios que ha tenido el lugar hay un acuerdogeneral: sigue siendo un paraíso natural.
En este lugar de luchas agrarias, de aguas abundantes y tierras fértiles, de comunidades eclesiales de base y creencias asombrosas, albergue plácido de interioranos y extranjeros y últimamente morada fácil de los grupos armados ilegales…en este lugar, reconocido por muchos como paraíso natural agreste con gente buena, repito, aquí fue donde mataron a Margarita y Mateo, los muchachos universitarios.
“Muchas de nosotras los vimos, hablábamos con ellos de vez en cuando. Eran muchachos del interior, se veían sanos, amables, contentos con la vida, estaban enamorados y cuando una está en ese estado y en un medio como este es difícil ser malo o albergar odios o deseos de hacer daño”. “ ¿Cuál es la verdad de tantas cosas que se han dicho?: ¿los confundieron, no tomaron las precauciones debidas, fueron muy confiados, cumplían algún papel de los organismos de seguridad, hacían parte de algún grupo con intenciones desconocidas?. Yo, en realidad no me atrevo a opinar, no cuento con la información para ello”. “Acá en el pueblo, le digo aquí entre nosotros, parece que saben quienes fueron y por qué los mataron. Los muchachos, según cuentan, vieron algo comprometedor, tal vez sin querer, usted sabe que el ojo es curioso y necio y los señores esos para no verse comprometidos decidieron matarlos”. “Somos muchos los del pueblo que queremos que se sepa pronto toda la verdad y sobre todo que no vuelva a suceder.
El daño que nos ha causado este hecho lamentable es enorme, creo que tardaremos bastante tiempo para recuperarnos y nos dejen de señalar como población peligrosa. Ojalá la justicia y la fuerza pública sean diligentes y no se convierta este hecho en un caso más de impunidad”.
Por regla general los paraísos naturales de este tipo son importantes porque proveen agua y alimentos, proporcionan bienestar espiritual, estético y recreativo y son lugares propicios para adelantar estudios e investigaciones tan necesitadas en este país. Deben ser lugares protegidos desde todo punto de vista, abiertos al público para el disfrute y conocimiento de todos los interesados. Por desgracia los han convertido en escenarios de conflicto desde hace mucho tiempo.
En ellos ocurren muertes, despojos, desplazamientos, desigualdades e injusticias y a pesar de su valor y significación cada día que pasa los perdemos más. En Córdoba no solo San Bernardo reúne estas cualidades, ahí están por ejemplo las ciénagas que han quedadodel Sinú y San Jorge, las serranía Abibe, San Jerónimo y Ayapel, toda la estrella hídrica del sur del departamento, el Parque nacional natural de Paramillo y los 124 kilómetros de costa. Y no por casualidad en todos estos sitios hacen presencia y actúan los diferentes grupos armados ilegales.