Ex combatientes de las Auc han devuelto 27 casas a sus propios dueños, que hace más de cinco años tuvieron que abandonarlas bajo amenaza o por miedo de ser asesinados. Muy pocos han vuelto a habitarlas y la mayoría las arrendaron o las han puesto en venta. Algunos dicen sentirse seguros de regresar a Barrancabermeja y otros no volverán nunca, porque el miedo los acompaña; pero recuperaron sus casas, les dieron las llaves. Ahora quedan por solucionar las deudas de los servicios públicos que se fueron acumulando.
Por Elizabeth Reyes Le Paliscot para Verdad Abierta
Varios habitantes del barrio Kennedy, en Barrancabermeja, recuperaron sus casas luego de abandonarlas por más de cinco años, ante las amenazas de grupos paramilitares. |
A Ludivia Ávila le tocó sobrevivir a punta de yuca sudada con aguadepanela, en una recóndita mina de oro en Brasil, mientras conseguía con su esposo lo necesario para poder terminar de levantar su casa en el barrio Kennedy de Barrancabermeja.
Y lo lograron. Pero la dicha duró un suspiro, porque el barrio, ubicado al nororiente del municipio, se convirtió de la noche a la mañana en un hervidero. “Eso era plomo pa´lado y lado”, dice esta mujer que regresó del Guaviare hace dos meses, decidida a recuperar la casa que abandonó hace seis años.
Primero se fue su esposo. A él no lo alcanzaron a amenazar, pero ya rondaba por las calles del Kennedy la incuestionable sentencia de que los que trabajaban en el río Magdalena eran colaboradores de la guerrilla. Él manejaba una canoa, no se arriesgó y al poco tiempo ella también se fue con sus tres hijos.
La casa quedó sola, abandonada, “pero buena”, afirma Ludivia, quien temía sobre todo por su hijo de 14 años. Fue una huida cargada de nefastos presentimientos que se cumplieron, porque más tardaron en irse que en ‘tomarse’ la casa.
Hoy, luego de arriesgarse para recuperar la única pertenencia que tiene, Ludivia saca las llaves de un candado que se apresura a abrir para mostrar su casa. Está orgullosa.
Se la devolvieron el pasado 17 de noviembre, pintada y lista para estrenar, diría cualquiera. Pero ella sabe que la casa fue habitada por muchos que entraron y salieron, como ocurrió en la mayoría de las casas que ocuparon antiguos paramilitares en los barrios más vulnerables de Barrancabermeja.
De lo que allí sucedió, no quiso saber. Sus días, sus últimos seis años, se le fueron en tratar de construir una vida como desplazada, “primero en Puerto Berrío, Antioquia, luego en la Costa, hasta que terminamos yéndonos para el Guaviare, donde nació mi cuarto hijo y tuve que trabajar en casas de familia”, afirma.
La búsqueda
“Quienes participaron de la incursión en Barrancabermeja ya no están aquí, hay como dos o tres reclusos, pero en la cárcel de Palogordo”, afirma Lazcano.
Por eso empezaron buscando a los desmovilizados que conocían de esa época (seis y ocho años atrás). También buscaron relatos de miembros de autodefensas que están detenidos en cárceles, de algunas víctimas y preguntaron barrio por barrio, tratando de generar confianza en los vecinos para ubicar a los propietarios de las viviendas.
Esta idea de regresar las casas directamente a las víctimas, piloto en el país, fue desarrollada en compañía de la OEA, la Personería Municipal y la regional de la Defensoría del Pueblo, luego de una reunión en abril de este año, cuando Semipaz buscaba acercarse a los barramejos para generar confianza en los desmovilizados.
De esa primera búsqueda Semipaz localizó un grupo de 12 víctimas y realizó la concertación con las personas que vivían en las casas ‘tomadas’, para que ahora ellos las desalojaran.
Algunas estaban ocupadas por desmovilizados, otras estaban solas o habitadas por familiares de desmovilizados o miembros de las autodefensas que están en la cárcel.
“No fue difícil el desalojo porque ellos estaban concientes de que las viviendas se les iban a retirar y eso se reflejó en los servicios públicos: nadie los pagó”, dice Lazcano.
Ese es el gran talón de Aquiles de este proceso de recuperación de viviendas.
Ludivia dice que está contenta porque le entregaron la casa pintada, pero no puede habitarla porque no tiene servicios públicos. Debe $1.600.000 de luz y… “de gas no sé, porque no encontré ni un sólo recibo”.
Se llevaron los contadores
Nazareth Barbosa, una de las víctimas que recuperó su casa durante la primera entrega el pasado 7 de julio, en la urbanización Las Granjas, cuenta que ella fue desplazada hace seis años con otras tres familias del sector.
En su caso, fue amenazada porque no aceptó que “unos muchachos” se fueran a vivir a su casa.
“Me marché para Bogotá. Llegamos a dormir a una pieza 11 personas y afortunadamente conseguimos ayuda de la Red de Solidaridad Social y un empleo, primero preparando hamburguesas, luego en aseo o como mesera”, dice.
Cuando supo que estaban entregando las casas regresó a Barrancabermeja con la confianza de un proceso serio, “porque estaban la OEA y las instituciones que trabajan con derechos humanos”, dice.
Pero Nazareth no volvió a su casa; la arrendó y la puso en venta, y ahora vive en otro barrio del municipio.
Cuenta que a su regreso la casa estaba mal pintada, los servicios cortados, le habían quitado dos ventanas así como las instalaciones del baño y la cocina.
En la entrega la recibió “vivible”, pero el problema de los servicios públicos no se ha solucionado. Hoy los arrendatarios tienen que pedirles agua a los vecinos.
En una reunión que convocó Semipaz este miércoles en la oficina de la OEA, a donde asistieron los propietarios de las casas de la primera entrega, Lazcano confirmó que la Fundación asumirá las deudas de los servicios y que empezará pagando la luz.
“Hoy tenemos cuentas de cinco y seis años de servicios públicos. En últimas, luego de buscar diferentes alternativas paranegociar las deudas, creamos un fondo propio para pagar los servicios y quedar bien con este proceso”, dice el vocero de Semipaz.
Las deudas más altas son las de la luz, pero en el caso del gas, la empresa prestadora del servicio decidió llevarse los contadores y ahora los propietarios tienen que volver a adquirirlos.
Y ese será el gran problema a resolver, porque la Fundación dice asumir las deudas del consumo, pero no deja muy claro qué sucederá con los contadores del gas, que tienen un costo aproximado de $700.000 cada uno.
Según Lazcano, las deudas en servicios públicos de las 12 primeras casas entregadas alcanzan los 20 millones de pesos.
Por su parte, Esperanza Ramírez, Defensora del Pueblo en Barrancabermeja, afirma que si esa iniciativa es un verdadero compromiso de reparación, lo más correcto es que entreguen las casas a paz y salvo.
“Es algo que por ley deben hacer los desmovilizados. La Personería ha realizado gestiones para solucionar estas deudas, pero las empresas de servicios públicos no han colaborado”, afirma la Defensora.
Temores y esperanzas
La semana pasada se realizó la entrega de 15 casas más, que completan un total de 27, la mayoría en el barrio El Boston, seguido del María Eugenia, 9 de Abril y Kennedy.
En esta ocasión el proceso se hizo con el acompañamiento permanente de la Personería municipal, la Defensoría regional del Pueblo, la OEA, la Policía, la Secretaría de Gobierno Municipal y la Alta Consejería para la Reintegración de los Desmovilizados, de la Presidencia de la República.
El día de la entrega estuvo presente Eduardo Pizarro, director de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, CNRR, quien afirmó que lo que sucede en Barrancabermeja es un “ejemplo ágil y extrajudicial en la entrega de bienes”, pero aclaró que éste es sólo un componente de la reparación.
En general, la mayoría de los propietarios ha decidido arrendar las casas. Algunos dicen que ahora ven a Barrancabermeja de otra forma, y no como “un Camboya”. Sin embargo, los que quieren regresar no tienen alternativas laborales estables.
Hay otros casos de propietarios que vendieron la vivienda e invirtieron en otra. Muchos aún cargan con las secuelas de las amenazas, con los malos recuerdos que les produce su propia vivienda, y algunos guardan rencores con vecinos y por ello prefieren no vivir en el mismo sector.
De las primeras 12 casas que se entregaron, sólo hay tres propietarios viviendo en ellas. Luego de la segunda entrega hay más expectativa por regresar, pero el escepticismo continúa, porque temen volver a ser desplazados.
Antes y después
La casa de Elsa, la hijastra de Luz Dary Guerrero, está justo al frente de un parque en el barrio 9 de abril, en el suroriente del municipio.
Ella no está en Barrancabermeja ni volverá. Ni siquiera estuvo presente para recibir las llaves de su casa, por temor a que las cosas cambien.
Se conforma con ver las noticias en la televisión, donde su casa reluce de verde y hasta parece que tiene rejas nuevas.
“Se ve bonita, niña”, le dijo llorando a Luz Dary, cuando la llamó para contarle que se había enterado de la entrega.
Ella también fue desalojada hace seis o siete años, luego de una llamada donde le ordenaban desocupar la casa. No dio muchos detalles y esa misma noche empacó lo que pudo y se fue con su esposo y sus dos hijos.
Al frente de la casa de Elsa está la de Luz Dary, que lleva 24 años viviendo en el barrio 9 de abril y fue testigo de todo lo que allí ocurrió.
Dice que esa misma noche se metieron los ‘paracos’ a la casa de Elsa.
“En la mañana, uno de los muchachos se arrimó al poste y yo le pregunté que por dónde se habían metido.
-Deje de ser sapa, porque eso no le corresponde, fue la respuesta que le bastó a Luz Dary para no preguntar nada más en los siguientes años.
“Yo me asomé por la reja cuando vi el techo roto. Habían partido las chapas y los candados que ella había puesto. Ahí siguió viniendo gente; el último le pagaba 100 mil pesos a los ‘paracos’”, afirma.
La casa se fue deteriorando, estaba sin pintura, le escribieron “Residencias” en las puertas de los cuartos, le partieron los vidrios, dañaron una parte del mesón de la cocina, le partieron algunas tejas y los baños los vencieron.
“Así vivían ellos. Dejaron todo desastroso y nosotros pensamos que en eso se convertirían los 15 años de trabajo que Elsa invirtió para comprar su casa”, afirma la mujer que hace pocos días la recibió de vuelta.
Pero fue Elsa quien se enteró que habían entregado las primeras casas –lo vio en las noticias- y no dudó en llamar a Luz Dary a pedirle que recuperara la suya para regalársela a sus hermanas.
“Una mañanita la casa amaneció desocupada y pusieron dos letreros que decían: “Por favor reciba la casa, si no la ocupan, no respondemos”.
Luego de algunos de trámites con Semipaz, la recuperaron.
Ellos la pintaron, así como las rejas y las ventanas, y le pusieron una chapa. El esposo de Luz Dary le mandó a hacer un piso en todo el frente de la casa y le puso una teja que tapó, por fin, el hueco que habían dejado quienes se la ‘tomaron’, cuando entraron hace más de seis años.
En servicios públicos, Luz Dary dice que deben cerca de 6 millones. “Lo único que no pudieron disfrutar fue el teléfono, porque Telecom quitó la línea. Y tampoco del gas porque se llevaron el contador”, afirma.
Así como Ludivia y Nazareth, Luz Dary confía en que no suceda nada más.
“Parece que todo puede mejorar”, dice mientras recorre la casa de Elsa y los niños juegan a esconderse en los espacios vacíos.
Publicado en Vanguardia Liberal de Bucaramanga