La frase es de Óscar Tulio Lizcano quien fue secuestrado por las Farc durante casi nueve años. Hoy, desde sus columnas de opinión y diferentes espacios académicos, promueve su tesis académica sobre el perdón como camino para alcanzar la paz.
VerdadAbierta.com: ¿Por qué insiste tanto en el tema del perdón?
Óscar Tulio Lizcano: Desde mi experiencia le puedo contar que es que la única manera de liberarse de todas las ataduras, de ser libre verdaderamente.
V.A.: El suyo parece ser un perdón genuino hacia las Farc, ¿cómo lo logró?
O.T.L.: Perdonando…
V.A.: Bueno, dicho así, suena sencillo, pero en la práctica debe ser algo muy complicado.
O.T.L.: Pues mire, una alternativa era no perdonar. ¿Eso que significaba? Estar lleno de odio, seguir cautivo en la selva. A mí todavía me pasa que se me pierden las fechas, las horas. Pero comprobé que la mejor terapia que he podido practicar ha sido el perdón. Ha sido la única manera de no seguir secuestrado en esa selva.
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Desde el momento de su secuestro, el 5 de agosto de 2000, Óscar Tulio Lizcano fue internado en la inclementemanigua chocoana. Esa fue su ‘cárcel’ durante poco más de ocho años. Pero, como si el haberle arrebatado su libertad no fuera ya suficiente ignominia, los comandantes del frente responsable de su cautiverio le prohibieron a todos los guerrilleros de base cualquier intento de diálogo con él. Por eso, durante muchas jornadas entabló conversaciones con los árboles, para no perder el control mental, para no desfallecer, para combatir tan cruel encierro.
Quizás por ello, sus reflexiones sobre el perdón me resultaban tan sorprendentes y sugestivas. Mientras lo observaba: el cabello finamente cortado, lapiel lozana y las expresiones del rostro diametralmente opuestas a las que proyectaron los noticieros la tarde del 26 de octubre de 2008. Ese día el país conoció la pesadilla de su secuestro y la odisea que significó la fuga de sus carceleros.
O.T.L.: Simplemente fue mi decisión. Comprender es perdonar. Mire, yo soy economista. Fui profesor de la Universidad Nacional. En ese tiempo tenía mi propia explicación del porqué de la lucha guerrillera. Pero cuando estuve secuestrado me di cuenta que era una farsa. Veía cómo los comandantes tenían unos privilegios y la base guerrillera era manipulada. Veía cómo trataban mal a mis carceleros y ellos, unos jóvenes guerrilleros, se sentían tan presos y tan víctimas de las Farc como yo. Creo que ahí comencé a comprender y a perdonar.
V.A.: ¿Se ha imaginado alguna vez estrechándole la mano a algún comandante de las Farc o a un guerrillero raso?
O.T.L.: Ya lo hice, con mis propios carceleros que se han desmovilizado.
V.A.: ¿Qué es para usted el perdón?
O.T.L.: Es una virtud personal. Quien perdona es la víctima, no el Estado con sus indultos y amnistías. El perdón es una virtud política. El perdón no es normativo ni religioso. La iglesia juega un papel importante, pero el perdón no tiene nada que ver con lo religioso. Lo más importante es que el perdón hay que trabajarlo en el postconflicto. Sin perdón es muy difícil construir paz.
V.A.: ¿No le parece que hay demasiado odio en el país? ¿Es imposible pensar que Colombia piense en el perdón?
O.T.L.: Es un proceso. Lograr que todo un país perdone es imposible porque, como dije, además de ser una virtud política es una elección personal. Pero quienes han trabajado el tema desde lo teórico dicen que a través de la educación se podrían generar las condiciones para ello.
Además, hay que romper con el pesimismo en el país. Pedirle a ese 80 por ciento que no cree en los diálogos que cambie de la noche a la mañana es imposible. Entre otras porque eso depende de muchos factores, entre ellos de los victimarios. Es muy difícil, pero José Martí decía que: ‘el costo de la paz era muy grande porque era menos gloriosa que la guerra’. La guerra da mucha gloria y mueve muchas cosas. Pero yo creo que hay que apostarle. Si no, ¿cuándo pues? ¿Cuándo cumplamos la meta de otros 10 mil muertos miramos si nos sentamos otra vez? Sigifredo (López) me hacía esta reflexión: ‘¿cuánto se hubiera ahorrado (Álvaro) Uribe si hubiera hecho el acuerdo humanitario?’ La muerte del Gobernador de Antioquia, la de los diputados del Valle. ¿Qué hubiera pasado si la paz se hubiera firmado en el Caguán? Claro, la culpa no es del Estado, pero cuántos muertos nos hubiéramos ahorrado.
V.A.: ¿Qué le dejaron sus años de secuestro?
O.T.L.: Entender las causas de la guerra lo lleva a uno a comprender qué parte de la responsabilidad es de la alta dirigencia de este país. Pero también que la lucha guerrillera se degradó totalmente. En ello influyó mucho el narcotráfico. Le voy a contar una anécdota para ser más claro: yo estaba en el campamento y los únicos que me podían hablar eran los comandantes. Una vez estaba con una guerrillera, que llevaba 32 años en las Farc, creo que se llama Otilia, era del Estado Mayor. Ella se me acercó y hablamos. Yo siempre tuve curiosidad de hablar con alguien que llevara tantos años en la guerrilla y le pregunte: ‘Otilia: todas esas niñas que están acá, que no pasan de los 15 años, con un tiro en la pierna, huyendo de los bombardeos, ¿qué hacen aquí?’ Me dijo: ‘la mayoría de ellas fueron violadas por sus padrastros, maltratadas, golpeadas’. Mire, era un caserío lejano, donde los únicos que administraban justicia eran las Farc, que hacen las veces de inspectores, porque allá no había presencia del Estado. Entonces, imagínese que aparece un guerrillero, se lleva la niña, le pone un camuflado, unas botas, un radio, un fusil, pues se siente valoradas y cuando regresa a ese caserío ya es alguien y le toca a los padrastros pedirle perdón y las personas que las maltrataban ya las miran como una autoridad. Claro, al tiempo se quieren fugar, pero las Farc imponen un régimen de terror con esos fusilamientos… por eso, una amnistía para todos esos jóvenes, me parece una medida muy sana. Eso sí, hacerles un seguimiento, porque la mayoría de esos jóvenes no saben ni leer ni escribir.
V.A.: ¿Qué papel cree que pueden jugar las víctimas una vez se ponga fin al conflicto armado?
O.T.L.: La víctima es la médula de todo este proceso de paz, de esta justicia restaurativa. Yo diría que a las víctimas invisibles hay que hacerlas visibles. Primo Levi decía que la narración le da sentido al dolor. A la gente hay que dejarla hablar, que cuente. El olvido va en contra del perdón. Por eso hay que estar recordando todo eso que pasó, que a las víctimas se les de la palabra, que cuenten todo ese horror.
V.A.: ¿Quedó satisfecho con lo acordado con las Farc en materia de justicia?
O.T.L.: En términos generales sí, pero debo decir, para no especular, que no conozco el texto en su totalidad. Aquí lo que hubo fue un anuncio y pasar del ‘dicho al hecho hay mucho trecho’. La implementación será la clave. ¿Hasta dónde las Farc entregarán las rutas del narcotráfico? ¿Hasta dónde las Farc estarán dispuestas a apostarle a la paz? ¿Intentarán las fuerzas oscuras del Estado hacer lo mismo que hicieron con la UP? La implementación de esta justicia será la clave. La gente aún no es muy consciente del efecto negativo de las cárceles, de ese nido de corrupción que son las cárceles. Los paramilitares son un buen ejemplo: siguieron delinquiendo desde las cárceles. Aquí lo importante es la verdad, la no repetición y obviamente la entrega de armas.
V.A.: ¿Qué verdad esperaría delas Farc?
O.T.L.: Las causas del conflicto colombiano están en los libros. La historia de Manuel Marulanda y Jacobo Arenas, eso ya está contado. Súmele que ‘secuestrado que se respete escribe su libro, entre ellos yo’. Pero yo sí esperaría que este acuerdo visibilice a las verdaderas víctimas, aquellas que son invisibles, que están en medio de unas condiciones de exclusión, pobreza, de una violencia de grupos armados, no solo de las Farc, que son miles y miles. Ojalá que para ellos se cuente una verdad, que les respondan la pregunta que muchos se hacen: ¿por qué?
V.A.: ¿Cree en la voluntad de paz de las Farc?
O.T.L.: No sé. Yo creo que ahí jugará un papel importante la actitud del victimario. Si no cambia su actitud, apague y vámonos.