A pesar de que en junio de 2021 se dio reapertura económica en Colombia y para muchos se vive una ‘nueva normalidad’, la situación para los habitantes de esos sectores deprimidos de la capital de Cauca no ha cambiado: el hambre continúa acechando a decenas de familias.
Por: Keka Guzmán/ @kekaguzman_
El lugar es bastante húmedo y colorido.
Caminar por él es sentir que en cualquier momento el suelo, hecho de tierra y agua, te adentra en la profundidad. La tierra y el agua no son una buena combinación cuando de terrenos construidos se trata.
Pero justo ahí, en esa inestable superficie, se levantan casas de colores hechas de madera, guadua y latas de zinc. A primera vista se cuentan unas veinte, pero uno se va acercando y aumentan en número, tamaños, formas y colores. Predomina el azul y verde, aunque hay unas que conservan el color natural de la madera, y otras, que contrastan con blanco y rosado. Algunas las han convertido en arte, con murales de pájaros y miradas de mujeres fuertes, de lucha. La mayoría de las casas son grises, uno las ve y pareciera que ya no resisten, que cualquier viento o lluvia las hará caer a pedazos.
Este lugar es el asentamiento Nueva Floralia, un espacio que lleva 20 años y que a través del tiempo ha logrado acoger a más de 180 familias provenientes de diferentes lugares de Cauca y del país, en su mayoría desplazadas por el conflicto armado. Está ubicado en el occidente de la ciudad de Popayán. Es una especie de colonia pequeña que tiene una cancha amplia, con un pasto de color verde vivo que, cuando llueve, se mezcla con la tierra y el agua, convirtiéndose en un lodo difícil de transitar.
Por la parte de atrás de las casas, se encuentra la quebrada Pubus, que además de rodear el asentamiento, atraviesa gran parte de la ciudad de Popayán, del suroriente al suroccidente haciendo un recorrido de 19,1 kilómetros.
— La quebrada es como el patio de la casa —dice Yuri Fernanda Alegría, habitante del asentamiento y madre cabeza de familia.
La casa de Yuri es verde, hecha de madera y sostenida por palos de guadua, es de dos pisos, pero es pequeña. Cuando uno entra, lo primero que ve son unas escaleras, de madera también, que conducen a la parte de arriba y hacia la derecha hay una pequeña nevera, una cocina y una puerta.
— ¡Cuidado! ¡No vaya a pasar derecho! —gritó Yuri señalando una puerta verde al lado de su cocina.
La puerta conduce a la quebrada, uno la abre y si da un paso, cae a esas oscuras aguas. Quizás está puesta porque los palos que sostienen la casa y que son palpables desde ahí, sirven como tendederos de ropa, pero no más.
— Yo le tengo prohibido a mi hijo pasar por ahí, después se me va pa’bajo.
Yuri es bastante joven. Tiene tres hijos pequeños y es una de las lideresas del asentamiento. Insiste en que su lucha diaria es por tener una vivienda digna para su familia.
— Antes había muchas ratas, los olores de la quebrada son insoportables, a mi hijo le dio por tener un gato y desde eso, las ratas han ido desapareciendo —cuenta Yuri mientras sus hijos pequeños corren por la sala, cerca de la puerta prohibida. Todo allí está muy junto.
La economía de los habitantes del asentamiento se centra en el día a día: algunos trabajan como recicladores, vendedores ambulantes, barrenderos, en cualquier ocupación que les genere un ingreso diario.
Asegura Yuri Fernanda que la llegada de la pandemia en el año 2020 les complicó aún más las cosas porque considera que son una población muy frágil y que además, no podían salir a trabajar. Dice que en la actualidad, las cosas no han cambiado mucho, que el covid hizo más latente su vulnerabilidad ante la sociedad, la escasez de alimentos, la falta de trabajo y de oportunidades.
— Si antes era difícil, en ese momento fue peor y ahora, seguimos en las mismas.
Informalidad
Las personas con trabajo informal, como el comercio ambulante, resultaron afectadas en la pandemia por las restricciones de movilidad. Esto produjo una crisis al interior de los hogares por la falta de alimentos y dinero para sobrevivir.
Una de las soluciones del gobierno nacional a las familias más necesitadas del país fue la ejecución del programa Ingreso Solidario, que inició el 7 de abril de 2020. Según el Departamento de Prosperidad Social, se creó para apoyar a tres millones de hogares en condición de pobreza y vulnerabilidad económica que no eran beneficiarias de ningún otro programa social del Estado.
El monto mensual establecido por el gobierno central para los beneficiarios fue de 160 mil pesos. Por su parte, la Alcaldía de Popayán creó el programa Popayán Solidaria, para ayudar a poblaciones vulnerables del municipio, como adultos mayores, discapacitados y vendedores ambulantes a través de la entrega de alimentos.
Germán Callejas Calvache, Jefe de la Oficina de Gestión del Riesgo de la Alcaldía de Popayán, comenta que desde la administración municipal brindaron ayuda humanitaria y de emergencia a través de mercados a las personas más vulnerables de Popayán tanto en la zona urbana como en la zona rural.
— Alcanzamos cerca de 60 mil mercados que fueron entregados inicialmente a los adultos mayores y luego, a quienes estaban registrados en el Sisbén, estratos 1 y 2. Luego abrimos un banco de alimentos, recogimos algunas ayudas de personas particulares que no sobrepasaron los 500 mercados —cuenta Callejas y añade que la Alcaldía de Popayán hizo una inversión de tarjetas redimibles por alimentos en la cadena de tiendas D1, que fueron 30 mil mercados y que también, lograron conseguir ayudas de la Presidencia de la República, de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo y de Desastres, bancos de la ciudad y el Grupo Éxito, consiguiendo un total de 60 mil mercados.
— Estas ayudas se entregaron con los organismos de socorro, Policía, Ejército. Fueron jornadas muy largas, en Popayán son cerca de 300 mil habitantes, creo que le llegamos a una buena población tanto en la zona urbana como en la zona rural —, asegura el Jefe de la Oficina de la Gestión del Riesgo.
Por su parte, dice Yuri Fernanda que lo del banco de alimentos de la Alcaldía lo consiguieron por la diligencia de una de las líderes del asentamiento y que, las ayudas del bono solidario y del bono del D1 no llegaron a todos, sólo algunos porque no todos están sisbenizados y asegura que ya están en ese proceso.
Cuenta Leidy Ortíz que desobedecer las órdenes del confinamiento obligatorio fue la única alternativa que encontró junto a su esposo para conseguir el sustento.
— Todos estábamos con miedo del virus, pero el hambre pudo más. Salimos a la calle con mi esposo a vender huevos y verduras. Las personas nos compraban por la ventana, hacían que las entregas fueran rápidas, nos hacían bañar en alcohol y pasaban por baldes de agua con jabón lo que decidían comprar — cuenta Leidy.
Su casa es azul con blanco, hecha con madera, al igual que todo el asentamiento. Es una mujer muy seria y habla tímidamente. Mientras cuenta lo vivido durante el confinamiento, el inesperado clima de Popayán soltó pequeñas gotas de lluvia. Con la primera, todos los habitantes entraron en estado de alerta porque en cualquier momento la quebrada podría desbordarse e inundar gran parte del lugar. Ya ha pasado antes.
— Cuando llueve se inunda todo, nunca estoy tranquila — dice Diana Rivera, habitante de Nueva Floralia, mientras señala su casa y saluda a su abuelo, sentado sobre tablas de madera.
Cuenta Diana que su vida es intranquila; que no puede salir pensando que su casa, en cualquier momento, se la lleva el agua o se cae y que para ellos, hay cosas más fuertes que el Covid. También dice que durante el confinamiento por la gestión de un líder del asentamiento, la Alcaldía y la Gobernación del Cauca llevaron mercados en una sola ocasión. Además, asegura que la Fundación Cree, una organización local, estuvo pendiente de ellos durante el aislamiento y en la actualidad continúa visitándolos.
— El Covid-19 en la familia se vivió feo, se apretaron mucho las cosas, sobre todo aquí —comenta Luis Daza, líder de Nueva Floralia. Continúa diciendo que barre las calles de la ciudad y que no la pasó tan mal porque continuó trabajando, pero que la mayoría de sus vecinos viven del día a día, rebuscándose en el reciclaje, vendiendo cualquier cosa en las calles.
Daza comenta que para ellos fue más duro ver todo cerrado, que la comida se fue agotando y que él fue a la Gobernación y la Alcaldía para que los ayudaran porque no había comida. Recuerda que se demoraron mucho en llegar los alimentos y que cuando llegaron, hacían ollas comunitarias para mitigar la situación.
Asegura Yuri Fernanda que de las 180 familias que se encuentran en el Asentamiento Nueva Floralia, sólo cuatro se contagiaron de Covid -19 y que sólo una persona falleció en el hospital por complicaciones respiratorias: un hombre de 68 años con discapacidad, a quien fue el único que le realizaron la prueba. Comenta que las otras tres no les hicieron la respectiva prueba, sino que presentaron los síntomas y se intentaron aislar en sus casas, así resultara difícil por el espacio en que se encuentran.
— Más que el virus, lo difícil fue la comida, no teníamos, no es fácil, más que el miedo a contagiarse, era el miedo a morir de hambre —, dice.
De acuerdo con registros del Instituto Nacional de Salud, desde que inició la pandemia y hasta el 15 de abril de este año, en la capital caucana se detectaron 45.773 casos de Covid-19 y 700 personas perdieron la vida a causa de ese virus.
Por otro lado, la Secretaría de Hacienda municipal afirma que, través del pago de impuestos, se aportaron recursos que contribuyeron con la compra de una parte de las 60.312 ayudas humanitarias que fueron entregadas a las familias de escasos recursos por medio de la Oficina de Gestión del Riesgo y que el Alcalde de la ciudad, Juan Carlos López Castrillón, en compañía de la Gestora Social, Olga Lucía Vejarano, realizaron la donación de 200 mercados alimentarios en el asentamiento Nueva Floralia.
— Lo único que recibimos de la Alcaldía fue el mercado, nada más — dice Leidy Ortiz.
#NoSalgasYoTeApoyo
— Ese hashtag fue un símbolo de esperanza y solidaridad —dice Claudia Lorena Castro Mañunga, presidenta de la Fundación Cree y representante de la Mujer Cafam Cauca 2022.
Claudia Lorena es abogada, especialista en Gerencia Social y magíster en Política Social. Ella, en compañía de su familia le dieron vida a la Fundación Cree en enero de 2020 bajo la representación legal de María Nancy Mañunga, su madre y, justo en ese año llegó la pandemia y el aislamiento en marzo.
— Yo soy sólo la cara visible de todo esto. Detrás mío hay muchas personas, sobre todo mi madre, que es el ser que nos ha llevado por este camino, a ella le debemos todo esto —dice Castro. Y añade que en Cauca falta preocuparse por lo importante y conocer las situaciones que pasan en los diferentes sectores.
Bajo ese espíritu, señala que como fundación decidieron valorar las cosas importantes pero le dieron prioridad a lo urgente porque, asegura, hay cosas que no dan espera como la alimentación. “Las personas tienen hambre hoy”.
— Creemos que brindando alimento y compañía podemos generar bienestar —dice Nancy Mañunga. Menciona que viene de una familia con limitaciones económicas, que su mamá era una campesina que se casó a los 14 años de edad y que tuvo 11 hijos. Gracias a una tía llegó a la ciudad de Popayán, se ganó una beca para estudiar y mientras adelantaba su formación académica ayudaba económicamente a su familia. Durante más de 20 años trabajó en el Hospital Universitario San José de Popayán.
Nancy asegura que gracias a ese contexto, nació su interés por ayudar al otro y, de esa forma, le inculcó a sus hijas la importancia de preocuparse por el otro.
— Es el deseo de ayudar, uno no está buscando ser el protagonista de algo, no importa que nadie lo vea —dice Nancy.
— Por mi madre nació todo esto —asegura Claudia Lorena y cuenta que como Fundación
iniciaron con seguridad alimentaria entregando diez asistencias y de ahí se hicieron más latentes las necesidades de la población, llevando mercados a más de 5 mil familias en época de confinamiento.
A raíz de eso, la Fundación Cree, que está conformada por una familia, inspirada por María Nancy Mañunga y liderada por Claudia Lorena Castro Mañunga, creó el hashtag #NoSalgasYoteApoyo, como una forma de darle a entender a las personas que no salieran, que se cuidaran y que estaba la fundación brindando un apoyo. Visitaron diferentes barrios y asentamientos de la ciudad de Popayán y también diferentes lugares del departamento de Cauca.
— Hicimos una red de amigos. Empezamos a subir el hashtag, a hacer publicidad. Les decíamos que íbamos a la casa y recogíamos lo que quisieran donar, fuera en dinero o en especie; mucha gente pagó mercados en un depósito. Nos decían: “Yo no salgo, pero sí te apoyo” —cuenta Castro Mañunga, y añade que al principio no mostraban nada de lo que llevaban a las diferentes familias, pero luego lo vieron necesario, por eso empezaron a hacer recorridos y transmisiones en vivo en redes sociales para que la gente viera que la entregas eran reales.
— En el confinamiento conocimos la Fundación Cree —cuenta Yuri Fernanda, quien además dice que en varias ocasiones les han brindado asistencia alimentaria, no solamente a Nueva Floralia, sino a otros asentamientos de la ciudad y también, dice que la fundación les brinda compañía, que en diciembre estuvieron con regalos para los niños y con madres gestantes.
Asegura Nancy Mañunga que Claudia Lorena brinda asesoría jurídica y el 10 por ciento de utilidades que genera la oficina jurídica las destina para el sostenimiento de la fundación. También cuenta que se fijó como compromiso con cada integrante de la familia, sin importar cuánto gane, aportar el 10 por ciento de sus ingresos o lo que puedan dentro de sus posibilidades.
— Los malos gobiernos nos han llevado a esta desigualdad social, la estratificación hace que la gente se quede en el rol. Las diferencias que han creado, que el blanco, que el indio… Yo pienso que la mentalidad tiene que crearse desde el hogar. Hay que cambiar este gobierno — dice la representante legal de la Fundación Cree.
Por su parte, Claudia Lorena piensa que debería implementarse el Plan de Desarrollo Departamental del Cauca. Para ella, tiene cosas positivas, pero asegura que sigue estando en el papel y nada se hace.
— Debe haber un complemento de todo. Así como se están preocupando por lo importante, que la vía, la economía, también preocuparse por ir solucionando lo urgente — comenta Castro Mañunga y continúa diciendo que en el momento existen muchas herramientas para ayudar al otro pero que no hay gestión y que no hay que olvidarse que hay gente que vive donde no la vemos.
— En la pandemia nos quedamos cortos, en un día llevábamos 30, 80, 100, 200 mercados, dicen que estamos de nuevo en la normalidad, pero la gente sigue sufriendo, continuamos llevando mercados, ayudamos en lo que podemos — comenta Nancy Mañunga.
Actualmente, la Fundación Cree continúa brindando ayudas alimentarias a diferentes lugares de la ciudad y del departamento. Su objetivo es tener una sede física y un comedor para niños.
— Hay que ponerse en los zapatos del otro e ir a esos lugares donde no va nadie, donde la gente ya no espera, donde ha perdido la esperanza —dice Claudia Lorena.
— Aquí seguimos resistiendo — dice Yuri Fernanda, parada justo en la mitad de la cancha verde del asentamiento Nueva Floralia. Sonríe. Mira a su alrededor y menciona que el poste que está afuera de su casa está a punto de caerse. Dice que quizás caiga sobre su hogar. Respira profundo, camina y se va.
Esta producción fue realizada gracias al apoyo del Fondo de Respuesta Rápida para América Latina y del Caribe, coordinado por Internews, Chicas Poderosas, Consejo de Redacción y Fundamedios, y a la alianza periodística entre VerdadAbierta.com, Co.marca Digital, Radio Campesina de Inzá y la Escuela de Cine y Televisión Étnica de Santander de Quilichao.