Norte de Santander es el epicentro de las temidas y misteriosas Águilas Negras. Carlos Eduardo Huertas, enviado especial de SEMANA, estuvo en los municipios donde se organiza esta nueva amenaza para el país.
Máximo Cuesta Velandia, el verdadero nombre de ‘Sinaí’, fue uno de los jefes militares del temible Bloque Catatumbo al mando de Salvatore Mancuso, cuya incursión en esa región entre 1999 y 2004 había dejado 5.200 muertos, según los cálculos más conservadores. Pero Velandia no se desmovilizó. Según las investigaciones judiciales, luego de que se fue Mancuso con sus hombres, Sinaí comenzó a ejercer control en el fronterizo municipio de Puerto Santander, que es como una pequeña isla rodeada de la zona rural de Cúcuta. En la vereda Banco de Arenas y el corregimiento Vigilancia estableció su puesto de mando. La gente del lugar dice que ‘Sinaí’ protegía de la guerrilla a un grupo de personas a las que llaman ‘los ganaderos del Puerto’. Las autoridades investigan si además resguardaba los negocios de narcotráfico de algunos de ellos. En los últimos tres meses, el Ejército y la Policía desmantelaron en su zona de influencia seis laboratorios para la producción de base de coca y dos cristalizaderos, y sus hombres de inteligencia han determinado que por este municipio entran de Venezuela los precursores químicos -principalmente la baratísima gasolina- para la fabricación de la droga, y sale la cocaína colombiana hacia el Golfo de Maracaibo, y de ahí a las Antillas, rumbo a Europa.
Adrián de Jesús Mesa, alias ‘Camilo’, que no es el segundo hombre de Mancuso en el Catatumbo, sino un mando de menor rango, se estableció en Cúcuta. En los reportes oficiales no es claro si participó en el proceso de desmovilización. Desde su llegada a la ciudad se dedicó a ponerle orden a la delincuencia común en la ciudad, que se empezaba a desmadrar luego de la salida de los paras y, por supuesto, vigilaba y participaba del comercio ilegal de cocaína, combustible y mercancías en el paso fronterizo por el municipio de Villa del Rosario, aledaño a la capital nortesantandereana.
Jhon Palma, quien sí actuaba por su nombre real, volvió a Ocaña, su tierra natal, cuando se desmovilizó del Bloque Norte, el otro batallón paramilitar comandado por ‘Jorge 40’, que dejó una estela de masacres en el Catatumbo hasta que entregaron armas, en marzo de 2005. Como los otros mandos medios, Palma volvió pronto a sus andanzas. Primero, los ganaderos y comerciantes lo animaron para que se organizara y les brindara protección, según le dijo una autoridad de Ocaña a SEMANA. Después, los narcotraficantes que han convertido esta ciudad en una ruta obligada entre el Catatumbo y la costa Caribe, buscaron sus servicios.
Por eso a los nortesantandereanos no les duró mucho el alivio que trajo la salida oficial del conflicto de los dos grandes bloques paramilitares que los asolaron por un lustro. En la lógica de que una actividad ilegal multimillonaria como el narcotráfico necesita un grupo de vigilancia ilegal, fueron creciendo estos pichones de las Águilas al principio las hubo azules, rojas y doradas, para distinguirse unas de otras. Luego se fueron fundiendo en una sola: las Águilas Negras. Estas nuevas aves de rapiña ya no tenían discurso antisubversivo como el de la Autodefensas Unidas de Colombia. Y, a diferencia de los paramilitares, estos pichones nacieron sabidos. Ya tenían la escuela de años de intimidación y crueldad de los paramilitares. Recién nacidas ya estaban asesinando dizque para hacer “limpiezas sociales”, reclutando jóvenes y extorsionando comerciantes. SEMANA habló con algunos de ellos en Ocaña que pagan cuotas de extorsión de hasta cinco millones de pesos al año. Otros tenderos deben girarles un impuesto por cada canasta de cerveza que compren. Y en algunos barrios las Águilas incluso intentaron poner toque de queda a las 9 de la noche, como en los peores tiempos del dominio de las AUC.
Los tiempos en que cada grupo de Águilas controlaba con autonomía su propio negocio no duraron mucho. ‘Omega’, la mano derecha de ‘Jorge 40’, -aseguran las autoridades- comenzó a articular estos grupos para acceder a una tajada mayor del billonario negocio del narcotráfico de la frontera. Personas que conocían a ‘Sinaí’, ‘Camilo’ y Palma le contaron a SEMANA que, en efecto, los tres eran cercanos de ‘Omega’. Este último tenía los contactos con grandes narcotraficantes, y en alianza con las Águilas, que dominaban puntos de salida de la droga del Catatumbo hacia Venezuela y la costa atlántica, podía garantizar que el tráfico ilegal fluyera protegido y sin contratiempos.
Los productores
Si bien el tráfico de cocaína siguió bajo control de algunos desmovilizados del paramilitarismo, lo que sí cambió de manos después del proceso de Ralito fue el control de los cultivos de coca en el Catatumbo. Las Farc, el ELN y el EPL, cuya influencia nunca desapareció del lugar, retomaron su dominio sobre los cultivos. Ahora se quedan con las utilidades de esta etapa del negocio. Cobran ‘gramaje’ -el tradicional impuesto guerrillero a la venta de la pasta de coca-, según le dijeron a SEMANA campesinos y raspachines de la región. Y no es poco. Todavía hay miles de hectáreas sembradas de coca, incluso a orillas de la carretera, a pesar de la fumigación, del esfuerzo de sustituir cultivos ilegales por palma africana y cacao y los 4.000 hombres del Ejército que, aseguró el comandante de la Brigada 30, Paulino Coronado, patrullan la zona. Los cultivos que antes estaban en el oriente del departamento ahora han sido desplazados a nuevos territorios al occidente.
Que las guerrillas controlaran la producción, y las nacientes Águilas, el tráfico, impuso exóticas dinámicas en el negocio en esa región. Durante varios meses entre 2005 y 2006 funcionó esta especie de alianza tácita. Las primeras producían y ganaban su parte, las segundas protegían los cargamentos de droga y de dinero y cuidaban a los propios narcotraficantes. Antes de que vinieran las Águilas a protegerlos, algunos de ellos habían sido víctimas de la delincuencia común o caían fácilmente en los operativos de la Fuerza Pública.
Pero este peculiar arreglo entre guerrillas y Águilas sufrió un revés entre diciembre del año pasado y enero de este año. Casi en simultánea, a ‘Omega’ lo asesinaron en Medellín; a Jhon Palma, en Ocaña; a ‘Camilo’, en Ureña, ciudad venezolana fronteriza, y a ‘Sinaí’ lo delataron y el Ejército lo capturó con facilidad. Más recientemente -hace sólo 15 días-, un delincuente tradicional de Cúcuta, de los que habían sobrevivido la era guerrillera y la paramilitar, ‘El Surca’, fue asesinado después de haber revelado en una reciente entrevista a El Colombiano que las Águilas Negras ya tenían el control de los expendios de droga de la ciudad. ¿Pura coincidencia o más bien una mano poderosa que en poco tiempo logró apoderarse de la naciente organización y por esta vía de la parte más lucrativa del negocio de la droga, además de buscar el control de las otras actividades ilegales de la frontera?
Varios testimonios que recogió SEMANA, que coinciden con los que han dado desmovilizados a las autoridades, aseguran que un grupo de hombres llegó de Caucasia, Antioquia, y del sur de Bolívar -territorios sometidos por otro bloque de las AUC hoy desmovilizado, el Central Bolívar- a ponerse al frente de las Águilas. La llegada de estos nuevos jefes criminales coincide conla aparición de grafitos en Cúcuta con la sigla BCB. Distintas versiones, varias de ellas defuentes del bajo mundo, concuerdan en que la atención pública se concentró en las relaciones políticas del Bloque Norte en el Caribe -el escándalo de la para-política-, lo que les ha dado mayor libertad de movimiento a antiguos hombres del Bloque Central Bolívar para seguir delinquiendo en otras regiones del país.
Antes de la desmovilización, los máximos dirigentes del BCB eran ‘Macaco’, ‘Julián Bolívar’ y ‘Ernesto Báez’, hoy compañeros de celda en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí. ¿Quiere decir que estos jefes paras desmovilizados estarían hoy tras las Águilas Negras? ¿Estaba Mancuso hablando del BCB cuando menciona en su página de internet que “destacados integrantes de lo que fueran en Ralito el Estado Mayor Negociador de las AUC están rearmando ejércitos”? Eso es algo que evalúan las autoridades. Pero es muy diciente que ‘Macaco’ está tras las rejas por una sola acusación: liderar a las Águilas Negras en Norte de Santander. Otro dato que sustenta esta tesis es que varios de los lugares del país donde han aparecido actividades ilícitas de las Águilas Negras coinciden con las zonas de dominio de BCB.
No obstante, según algunos analistas, no le resultaría nada fácil a un jefe como ‘Macaco’ o ‘Julián Bolívar’ lograr que mandos medios que manejan millonarios negocios les permanezcan leales mientras ellos están en la cárcel. De ahí que es muy probable que a la par se estén dando varias situaciones que explican el aparente revolotear de las Águilas por varias partes del país.
La primera es que se han conformado estructuras narcotraficantes armadas con unidad de mando. En el caso de las Águilas no se sabe con exactitud quién o quiénes las lideran, pero es posible que ya exista un nuevo jefe, con experiencia en los negocios ilícitos y en el control militar de territorios. Tal vez pueda ser un mando medio muy poderoso de este grupo, un nuevo ‘Omega’ pero del BCB, hasta ahora invisible. Puede también ser una alianza de antiguos jefes paramilitares. “¿Quizá ‘Los Mellizos’ o tal vez el mismo Vicente Castaño?” se pregunta uno de los investigadores policiales.
La segunda es que el sonoro nombre de la Águilas Negras esta siendo utilizado indistintamente por pequeñas bandas de delincuentes que buscan sembrar terror. Sin embargo, es poco probable que una banda que opere en zona cocalera o que amenace congresistas como Gustavo Petro recientemente, use el nombre sin tener algún tipo de relación con las Águilas.
Lo que sucede en Norte de Santander revela que las Águilas Negras son un fenómeno de muchas aristas. No son un simple cambio de nombre de las antiguas AUC que no se desmovilizaron de verdad, como sostienen algunos dirigentes civiles. Según los observadores de este proceso, más del 90 por ciento de los paramilitares que azotaron la región permanecen desarmados. Tampoco son unas simples ‘bandas emergentes’, como las ha presentado el gobierno. Las Águilas son pequeñas bandas que surgieron en el vacío de la desmovilización de las autodefensas, que ya están hoy coordinadas bajo estructuras de mando poderosas que empiezan a controlar territorios e imponen extorsiones de tipo mafioso a la población civil que habita en ellos, con el propósito principal de controlar el narcotráfico allí donde sea más lucrativo.
Para atajar el vuelo de las Águilas Negras, el Ejército, la Policía, el DAS y la Fiscalía en Norte de Santander conformaron un Bloque de Búsqueda de 120 integrantes. Según la Policía, ya han capturado a 43 personas asociadas a este grupo. En el Ejército presentan videos de combates contra las Águilas. Las autoridades aseguran que éstas tienen una estructura pequeña, de unos 70 hombres, y que con los golpes que les han dado ya está debilitadas. Su visión no coincide con la de la mayoría de las personas, entre habitantes, líderes sociales, funcionarios locales y miembros del bajo mundo, que entrevistó SEMANA en su viaje por la región.
Alcontrario, se habla de planes de expansión escalofriantes. Hay reinsertados que aseguran que los nuevos jefes de las Águilas han dado la orden de reclutar 1.200 hombres en la zona de frontera. Armar una fuerza de este tamaño no tendría otra razón que buscar, de nuevo, disputarle el cultivo de la coca a la guerrilla y apoderarse de toda la cadena de producción de la droga. La última vez que sucedió esto fue de la mano de Mancuso con su Bloque Catatumbo y dejó miles de muertos civiles. Una nueva incursión armada puede repetir la triste historia.
Son muchos los lugares del país donde están apareciendo Águilas Negras: Magdalena, Nariño, Putumayo y algunos sectores del Eje Cafetero. Todos tienen en común que producen el principal alimento de las Águilas Negras: el narcotráfico. Unas son productoras; otras, corredores, y en el peor de los casos, como en Norte de Santander, son las dos cosas. Incluso han migrado a la capital. La semana pasada las autoridades de Bogotá alertaron de reclutamientos hechos bajo este nombre en las goteras de la ciudad e investigan amenazas en contra de organizaciones de derechos humanos firmadas por este grupo. Subestimar este naciente poder que toma vuelo le puede resultar muy costoso al país.
Publicado en Semana.com 02/10/2007 -1293