A pesar de la desmovilización de 32.000 paramilitares de las Auc, varios grupos siguieron delinquiendo con tácticas similares en regiones que antes eran dominadas por las autodefensas.
Poco después de la entrega de armas decenas de grupos estaban atomizados a lo largo del país, pero con alianzas y guerras, varias estructuras se consolidaron: Los Urabeños, herederos de los Castaño; el Erpac comandado por Pedro Guerrero, alias ‘Cuchillo’; Los Paisas de Diego Murillo, alias ‘Don Berna’; Las Águilas Negras fundadas por Vicente Castaño y Los Rastrojos del Cartel del Norte del Valle.
La cifra exacta de miembros de estas bandas emergentes o criminales (Bacrim) varían de 2.200 personas, según el extinto DAS, a 10.200 según la Ong Human Rights Watch (HRW).
Estos grupos fueron formados por paramilitares, en muchos casos mandos medios, que no se desmovilizaron, reinsertados que volvieron a tomar las armas y narcotraficantes. Como las Auc, se impusieron a través de asesinatos a líderes sociales, masacres o desplazamientos, y su principal fuente de financiación es el tráfico de coca. Sin embargo las Bacrim empezaron como grupos más pequeños, más discretos, sin un mando centralizado y muchas veces se aliaron con la guerrilla. Las regiones más golpeadas por las Bacrim son las que están ligadas al narcotráfico como el Catatumbo, el Sur de Bolívar, parte de Córdoba y Urabá, el golfo de Morrosquillo, el norte del Valle y la Costa Pacífica, la Sierra Nevada de Santa Marta, la Alta Guajira y amplias zonas de los Llanos y la Orinoquía.
– Bandas criminales, modelo 2010