Los ex paramilitares Eliécer Manuel Romero Herrera y Humberto Antonio Aguilar Allian fueron condenados a 29 años y dos meses por la masacre de Mapiripán, Meta, por un juzgado de Villavicencio.
La masacre la cometieron paramilitares enviados por los hermanos Castaño desde Urabá. Foto Camila González |
La principal razón por la cual los ‘paras’ eligieron este municipio para llevar a cabo la matanza es por su privilegiada y estratégica situación geográfica: está sobre el Río Guaviare y tiene salida al Orinoco. Además para esa época, las Farc se lucraban allí con la bonanza del cultivo y la raspa de coca, negocio en el que siguen metidos hoy todos los grupos armados de la región.
Los hombres de
Se habían nutrido de los diezmados ejércitos que tenía en los Llanos Orientales el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, conocido como ‘el Mexicano’, después de que él fuera muerto por las autoridades en 1989. Con el florecimiento del narcotráfico en Meta, el grupo de los Buitrago (padre e hijo) se fortaleció. También crecieron los caseríos en las riveras del río, que alojaron a raspachines y aventureros que vivían del próspero negocio. Nació Mielón, Mapiripán, Caño Jabón, El Búnker, Araguato.
Como las Farc tenían presencia desde el Meta hasta el Guaviare desde casi los setenta, había muchos colonos que simpatizaron con ellos en un principio y después, cuando se hizo un intento de paz en el gobierno de Belisario Betancourt, y se creó el partido Unión Patriótica, que se hizo fuerte en esas zonas de frontera agrícola. De ahí en adelante, con la persecución que desató Rodríguez Gacha (en complicidad con militares) contra las Farc, ya no se distinguió entre militantes pacíficos de la UP y guerrilleros de las Farc. Los colonos quedaron con el estigma de ser guerrilleros, sólo por simpatizar con la UP.
Y cuando nació el proyecto de las Auc, justo en ese mismo 1997, los intereses de Buitragueños y Accu coincidieron: la coca y la contraguerrilla, y entonces los hombres de Castaño llegaron a sellar la alianza con sangre en Mapiripán
Luego de consolidar su proyecto paramilitar de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá, con Salvatore Mancuso, Vicente y Carlos Castaño, crearon en 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc. Era un delirante proyecto de unir fuerzas con otras autodefensas en todo el país para exterminar a la guerrilla, y erigirse como un gran poder político nacional. Querían inaugurar su mesiánico proyecto con una incursión en el otro extremo de Colombia para todos entendieran con fuerza su mensaje.
Fue Mapiripán el escogido, pues allí demostraban que no temían atacar a las Farc en su retaguardia, y, de paso, les arrebataron una gran fuente de riqueza como era la coca, y la hicieron suya. Para lograrlo, acudieron al mismo método que les dio luego tantos resultados en todo el país: el terror. Exterminaron personas y se aseguraron que se supiera que era porque le habían vendido algo a la guerrilla, o habían transportado a un guerrillero, o simplemente porque había sido señalado como tal. Este primer paso aseguraba el desplazamiento masivo de todos los que no se quisieran someter a su dominio, y les dejó el campo despejando para montar su propio emporio ilegal, base de muchos negocios, la coca, en primera instancia, y después, palma, navegación, ganado, lo que fuera llegando.
Después del paso sangriento de los ‘paras’ por esa región lejana del Meta, la palma aceitera se extendió y han instalado varias plantas procesadoras. Y cuentan que Víctor Carranza, el famoso esmeraldero que ganó la guerra contra Rodríguez Gacha en la minas de Boyacá, y se hizo a una fortuna en tierras que atraviesan todo el Llano y que fue investigado y absuelto por crear ejércitos privados ilegales, tiene vivo un proyecto de navegación a gran escala por el río Meta, para ofrecer salidas a Brasil más baratas. Y se habla de nuevos hallazgos petroleros en potencia. Rumores, sin comprobar.