Condenan a dos ‘paras’ por la masacre de Mapiripán

      
Los ex paramilitares Eliécer Manuel Romero Herrera y Humberto Antonio Aguilar Allian fueron condenados a 29 años y dos meses por la masacre de Mapiripán, Meta, por un juzgado de Villavicencio.

La masacre la cometieron paramilitares enviados por los hermanos Castaño desde Urabá. Foto Camila González


– Vea especial multimedia Las injusticias de Mapiripán

El juez III Penal Especializado de Villavicencio consideró que la Fiscalía probó la responsabilidad de estos dos individuos en la masacre, y los condenó por los cargos de homicidio agravado, secuestro extorsivo agravado, concierto para delinquir y terrorismo en calidad de coautores.
 
De acuerdo con la investigación, entre el 12 y el 21 de julio de 1997, 30 hombres se desplazaron en avión desde Necoclí, Antioquia, hasta el lugar de los hechos, donde se unieron a un grupo de otros 150 paramilitares, que empezaron a cometer los asesinatos y hostigar a los miembros de sistintos caserío de la región.
 
Éste grupo de militantes de las Autodefensas, al mando de alias ‘René’, se desplazó hacia los sitios conocidos como Charras y Aguabonita, donde fueron asesinados José Ronald Valencia, despachador del aeropuerto, y de los particulares Sinaí Blanco, Antonio María Barrera, Edwin Morales, Alvaro Tovar Muñoz, y Jaime Pinzón.
 
A los dos procesados, que se encuentran recluidos en la cárcel La Picota de Bogotá, se les concedió una rebaja en la pena por aceptar los cargos y acogerse a la figura de la sentencia anticipada.
 
La masacre
 

La principal razón por la cual los ‘paras’ eligieron este municipio para llevar a cabo la matanza es por su privilegiada y estratégica situación geográfica: está sobre el Río Guaviare y tiene salida al Orinoco. Además para esa época, las Farc se lucraban allí con la bonanza del cultivo y la raspa de coca, negocio en el que siguen metidos hoy todos los grupos armados de la región.

Los hombres de Castaño, que desembarcaron ese julio de 1997 en Mapiripán con sus lanchas voladoras, tenían cómplices locales. Como ya se ha documentado desde varios días antes, los paramilitares de ‘Martin Llanos’, conocidos entonces como ‘Los Buitragueños’ hicieron inteligencia en el pueblo, y construyeron su lista negra. Estas autodefensas habían nacido desde los ochentas, como una reacción a la extorsión guerrillera.

Se habían nutrido de los diezmados ejércitos que tenía en los Llanos Orientales el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, conocido como ‘el Mexicano’, después de que él fuera muerto por las autoridades en 1989. Con el florecimiento del narcotráfico en Meta, el grupo de los Buitrago (padre e hijo) se fortaleció. También crecieron los caseríos en las riveras del río, que alojaron a raspachines y aventureros que vivían del próspero negocio. Nació Mielón, Mapiripán, Caño Jabón, El Búnker, Araguato.

Como las Farc tenían presencia desde el Meta hasta el Guaviare desde casi los setenta, había muchos colonos que simpatizaron con ellos en un principio y después, cuando se hizo un intento de paz en el gobierno de Belisario Betancourt, y se creó el partido Unión Patriótica, que se hizo fuerte en esas zonas de frontera agrícola. De ahí en adelante, con la persecución que desató Rodríguez Gacha (en complicidad con militares) contra las Farc, ya no se distinguió entre militantes pacíficos de la UP y guerrilleros de las Farc. Los colonos quedaron con el estigma de ser guerrilleros, sólo por simpatizar con la UP.

Y cuando nació el proyecto de las Auc, justo en ese mismo 1997, los intereses de Buitragueños y Accu coincidieron: la coca y la contraguerrilla, y entonces los hombres de Castaño llegaron a sellar la alianza con  sangre en Mapiripán

Luego de consolidar su proyecto paramilitar de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá, con Salvatore Mancuso, Vicente y Carlos Castaño, crearon en 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia, Auc. Era un delirante proyecto de unir fuerzas con otras autodefensas en todo el país para exterminar a la guerrilla, y erigirse como un gran poder político nacional. Querían inaugurar su mesiánico proyecto con una incursión en el otro extremo de Colombia para todos entendieran con fuerza su mensaje.

Fue Mapiripán el escogido, pues allí demostraban que no temían atacar a las Farc en su retaguardia, y, de paso, les arrebataron una gran fuente de riqueza como era la coca, y la hicieron suya. Para lograrlo, acudieron al mismo método que les dio luego tantos resultados en todo el país: el terror. Exterminaron personas y se aseguraron que se supiera que era porque le habían vendido algo a la guerrilla, o habían transportado a un guerrillero, o simplemente porque había sido señalado como tal. Este primer paso aseguraba el desplazamiento masivo de todos los que no se quisieran someter a su dominio, y les dejó el campo despejando para montar su propio emporio ilegal, base de muchos negocios, la coca, en primera instancia, y después, palma, navegación, ganado, lo que fuera llegando.

Después del paso sangriento de los ‘paras’ por esa región lejana del Meta, la palma aceitera se extendió y han instalado varias plantas procesadoras. Y cuentan que Víctor Carranza, el famoso esmeraldero que ganó la guerra contra Rodríguez Gacha en la minas de Boyacá, y se hizo a una fortuna en tierras que atraviesan todo el Llano y que fue investigado y absuelto por crear ejércitos privados ilegales, tiene vivo un proyecto de navegación a gran escala por el río Meta, para ofrecer salidas a Brasil más baratas. Y se habla de nuevos hallazgos petroleros en potencia. Rumores, sin comprobar.

Lo que sí es comprobable y cierto, es que la incursión de las Auc por el Meta les abrió una nueva y enorme fuente de riqueza ilícita, la coca y les dejó a la mano varias oportunidades de riqueza a ellos y a sus aliados. Las Auc se desmovilizaron, pero en los Llanos sus jefes no se entregaron. Siguen cuidando sus negocios prósperos y algunos inclusive, se han acomodado a trabajar con las Farc.