La persecución al “asesino de asesinos”, como lo calificó Juan Manuel Santos, fue larga y dolorosa hasta esta Navidad, cuando el ex paramilitar murió borracho y solo. Sin embargo, su muerte no acabará la violencia en el oriente del país. Por Revista Semana
Pedro Oliverio Guerrero Castillo, alias ‘Cuchillo’, sembró el terror durante años en el Meta, Guaviare, Guainía y Vichada. / FOTO ARCHIVO SEMANA |
De tantos nuevos capos y jefes de bandas emergentes que aparecen y desaparecen en el mapa de la guerra en Colombia, es muy difícil que el país tenga claro quién es realmente importante y quién no. Sin embargo, hay uno que trascendió en los últimos dos años y que permaneció en el top de los criminales. Se trata de Pedro Oliverio Guerrero Castillo, alias ‘Cuchillo’, poderoso ex paramilitar del Bloque Centauros que tras desmovilizarse en abril de 2006 se dedicó a narcotraficar en el oriente del país y murió ahogado en un riachuelo cerca de Mapiripán, Meta, cuando celebraba la Navidad.
La carrera criminal de este llanero, de 40 años, arrancó en los ochenta de la mano de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘el Mexicano’, con quien formó los primeros grupos paramilitares. Después, Guerrero se unió a las autodefensas del oriente que comandaba Miguel Arroyave bajo las órdenes de los hermanos Vicente y Carlos Castaño. Y luego de la desmovilización, según las autoridades, formó una de las llamadas bandas emergentes, el Erpac (Ejército Revolucionario Popular Anticomunista), que supuestamente estaba integrado por algo más de mil hombres en Meta, Vichada, Guainía y Guaviare.
Estas regiones conocieron el horror en carne propia por la crueldad de ‘Cuchillo’. La masacre de Mapiripán, ocurrida en julio de 1997, marcó su macabra forma de hacer la guerra, tras dejar 50 muertos despedazados y centenares de desplazados. Allí también estuvo su hermano Jesús Guerrero, alias ‘Carecuchillo’, quien reconoció su participación en esta matanza y hoy está preso.
El alias de ‘Cuchillo’ no era azar. En su cinto cargaba siempre un cuchillo de carnicero con el que, al parecer, mató a varias de las 3.000 víctimas que le achacaba la Fiscalía y por las que tenía 19 órdenes de captura por desaparición, secuestro, narcotráfico y extorsión. Se le reconocía también por llevar una pistola Pietro Beretta enchapada en oro con la figura de un dragón y con incrustaciones de diamantes, que le quitó a ‘Martín Llanos’, ex paramilitar que presuntamente está fuera del país.
Pero ‘Cuchillo’ no solo tenía habilidad para matar, sino también para infiltrar a la Policía, al Ejército y al DAS, pues en los últimos dos años se voló varias veces gracias a los sobornos que les pagó a varios de ellos. El año pasado, se mantuvo en el negocio del narcotráfico junto con ‘el Loco Barrera’ (narco pura sangre que se cree está fuera del país) y con ‘Jhon 40’, de las Farc. Sin embargo, el Erpac no solo se dedicaba a la producción de droga. Esta organización, 80 por ciento conformada por ex paramilitares, funcionaba como un ejército de control territorial y político. Prueba de ello, por ejemplo, fue la sociedad en la que participó con el ex gobernador del Guaviare Óscar López, quien terminó en la cárcel. De acuerdo con las investigaciones de la Fiscalía, en agosto de 2005, y antes de llegar a la Gobernación, López y otras cuatro personas crearon la empresa Exploración y Explotación Minera del Llano, a la cual se unió ‘Cuchillo’, quien finalmente terminó cediendo sus acciones.
Todo este historial fue suficiente para que la fuerza pública, especialmente la Policía, enfilara todas sus baterías para capturar al “asesino de asesinos”, como lo llamó el presidente Juan Manuel Santos cuando le contó al país la noticia de su muerte. Por eso escogieron las fiestas decembrinas para la operación denominada Diamante, un nuevo intento por capturar al temido Pedro Oliverio Guerrero, de quien se sabía ofrecería un convite a sus hombres para celebrar la Navidad en una finca cerca de Mapiripán, en el sur del Meta.
La operación comenzó a las once de la noche del 24 de diciembre. Las aeronaves salieron desde Bogotá rumbo a Miraflores, en el Guaviare, y luego hacia el Meta, con el fin de evitar que gente del Erpac le avisara a su jefe de la operación. La información era que esa noche Guerrero Castillo y sus hombres de mayor confianza estarían celebrando la Navidad en esta finca, a unas cinco o seis horas de Mapiripán. El asado llanero con mamona comenzó a las seis de la tarde. Horas antes había llegado ‘Cuchillo’ en cuatrimoto. Bebieron cerveza, whisky y aguardiente. La ubicación del hombre la entregó una mujer que infiltró a la banda criminal, quien además le había dicho a la Policía que para reconocer a ‘Cuchillo’ bastaría con mirar la marca de la ropa, una en especial muy fina, que siempre ordenaba traer de Bogotá o Villavicencio.
Fue así como el primer desembarco policial con unos setenta comandos y cuatro helicópteros Black Hawk aterrizó en la finca sin disparar, pues en el sitio había niños de entre 5 y 7 años. Según el general Carlos Ramiro Mena, director de la Dijín, para evitar la fuga de ‘Cuchillo’ se hicieron dos anillos en la operación, uno con helicópteros y personal de asalto y otro a tres kilómetros a la redonda para hacer el cierre. “Nos recibieron con un nutrido ataque de ametralladoras M60 y fusiles Galil”, aseguró el oficial, quien cree que ese día había unos diez hombres acompañando a ‘Cuchillo’ y unos veinte invitados de fincas aledañas.
Aunque en el asalto no encontraron a ‘Cuchillo’, sí fueron capturadas siete personas, entre las que se encontraban sus colaboradores más cercanos. Solo hasta las cuatro de la tarde del 28 de diciembre, cuando un grupo de policías estaba rastreando las huellas del jefe criminal, encontraron su cuerpo a orillas de un riachuelo. Estaba de jeans, una camiseta salmón, botas pesadas y su armamento a un lado. En sus bolsillos encontraron una mambanegra, que es una especie de rosario de brujería que en los llanos, según la tradición de algunos, blinda de las balas. Al parecer, ‘Cuchillo’ murió ahogado y borracho.
Su muerte es sin duda un logro estratégico para la fuerza pública, porque no es solo golpear a un criminal narcotraficante cuyo nombre sonó en los últimos años, sino dar con un hombre que sabía hacer la guerra de tiempo atrás, un símbolo de las autodefensas que nunca se desmovilizaron por completo.
Igual, con la ausencia de ‘Cuchillo’, el Erpac no desaparecerá. Como casi siempre ocurre, a la cabeza estará algún mando dentro de la organización, para reemplazarlo: ‘Caracho’, ‘Vaca Fiada’, ‘Cirigüelo’, ’38’, ‘Amistad’, ‘Diego Rondón’, nombres que no le dicen nada al país, pero que posiblemente ya están planeando qué hacer tras la muerte de su líder. Además, porque figuras como ‘el Loco Barrera’ no permitirán que la organización quede desamparada.
De hecho, una fuente de la Iglesia en el Meta que conoce muy bien la zona y supo del trasegar de Guerrero Castillo en la región le dijo a SEMANA que sucesores de este ya han comenzado a comunicarse con algunos hacendados y comerciantes que ‘Cuchillo’ protegía en Puerto Gaitán, Puerto Concordia y San José del Guaviare, para decirles que el trabajo del Erpac continuará: “Desde que no haya una lucha frontal, una decisión de acabar con esa estructura, con sus fuentes de financiación, nada cambiará”.
Revista Semana