“Fricciones entre los medios y las víctimas van a continuar siempre que se siga alimentando un discurso entre nosotros y ellos. Es importante reconocer el dolor de las víctimas, pero también es crear puentes de significado entre las diversas memorias del conflicto en Colombia”.
Hay una relación ambivalente entre las víctimas de Bojayá y los medios. Los medios son considerados actores importantes para transmitir la realidad del sufrimiento y la resistencia de las comunidades indígenas y Afro-Colombianas, pues sin ellos, el acceso a la audiencia nacional y particularmente a la comunidad internacional sería aúnmás restringido. Sin embargo, algunas víctimas temen que su memoria ha sido abusada por los medios y que el repetido y doloroso testimonio de las víctimas no ha traído ningún beneficio concreto a la comunidad. Esta situación de ambivalencia es el resultado de múltiples paradojas que se han vivido a lo largo del conflicto en Colombia, las cuales son explicadas aquí por medio de las metáforas de invisibilidad y olvido.
Por una parte, la ausencia del cubrimiento de los daños causados a las víctimas contribuye a su aislamiento y a la impunidad de los perpetradores. Por otra parte, cuando los medios exponen los abusos, estos pueden poner en riesgo a las víctimas y a defensores de derechos humanos. Como comenta Paco Gómez en su libro Los Muertos no Hablan (2012, p. 119): “Sobra decir que los reportajes publicados sirvieron para que semanas más tarde una arremetida de las AUC pusiera fuego en todas las casas de Bella Flor y para que uno de los líderes de los resistentes fuera descuartizado”.
Una forma de periodismo que ha sido criticada es el “periodismo de paracaídas”, por aquellos periodistas que llegan en la inmediatez de la noticia pero que no tienen un contacto cercano y continuo con las comunidades locales. Inicialmente en el caso de Bojayá, la información estaba mediada por el ejército, quien servía como puerta de entrada para varios periodistas que no podían o no buscaban hacer un seguimiento cercano desde la perspectiva de las comunidades rivereñas. Estas prácticas periodísticas se pueden explicar en parte por la continua situación de conflicto que ha existido en la región.
Actualmente existe un sentimiento de fatiga entre las víctimas de Bojayá con respecto a la actuación de los medios, pero al mismo tiempo, se teme que la falta de atención de los medios conlleve al olvido de los eventos atroces que ocurrieron. Las víctimas manifiestan su insatisfacción con el tipo de cubrimiento periodístico; los medios hacen presencia durante los aniversarios de la masacre, pero no así para transmitir otras situaciones de violencia y marginalización. Aunque comentarios sobre la violencia estructural que existe en Bojayá como situación de pobreza, falta de infraestructura, empleo entre otros aspectos han sido mencionados en los medios, el problema es que esto se hace desde la perspectiva de la invisibilidad y del olvido.
La invisibilidad y el olvido de Bojayá son dos metáforas que han sido usadas a menudo en el caso de Bojayá, por ejemplo, en Semana (2012) se describe a Bellavista como “un pequeño pueblo chocoano casi invisible para el resto de colombianos”; de manera similar El Tiempo (2016) usa el titular “Bojayá sigue en el olvido”. Estas metáforas contribuyen a la idea de que las víctimas sólo existen en función de ser recordadas, y que cuando son olvidadas se vuelven invisibles. Las prácticas de los medios de comunicación que sólo se enfocan en lo que pasa en Bojayá alrededor de la memoria, el perdón y ahora las exhumaciones, circunscriben a estas comunidades dentro de una sola narrativa que gira en torno a la masacre. Y cuando los medios hacen mención de los otros elementos de violencia estructural que continúan en la región, usan las metáforas de invisibilidad y olvido. Este tipo de adjetivos además demuestran otro problema, queBojayá es percibida como un otro distante y exótico.
Decir que Bojayá es invisible u olvidada significa que Bojayá no hace parte de nosotros, porque algo sólo es invisible a los ojos de otra persona, uno no es invisible a sí mismo; igualmente, algo sólo es olvidado por otros, uno no se olvida a sí mismo. Esto demuestra que los medios continúan reforzando la idea de que lo que pasó en Bojayá le pasó sólo a ellos y no a nosotros, a todos, como país, como comunidad nacional. Como un ejemplo, cuando un evento traumático ha ocurrido en otras partes, así como sucedió en las torres gemelas, en el 11 de Marzo en Madrid, o en tantos otros eventos, el sentimiento no es que esto sólo le ocurre a los pocos o muchos que les afectó directamente, sino a todo el país.
Fricciones entre los medios y las víctimas van a continuar siempre que se siga alimentando un discurso entre nosotros y ellos. Es importante reconocer el dolor de las víctimas, pero también es crear puentes de significado entre las diversas memorias del conflicto en Colombia. Es necesario no sólo que la voz de las víctimas sea escuchada sino que no sea usada, o comprometida para reforzar narrativas de exclusión y marginalización. Es difícil hacer un llamado por la empatía en medio del conflicto, pero con una transición en el horizonte, es necesario que los medios movilicen emociones como la empatía, esperanza y optimismo en su trabajo con las comunidades y con la transmisión de la información.
* Profesora de Estudios Internacionales de la Universidad de Leiden, Holanda. Autora del libro “Religion, Social Memory and Conflict. The Massacre of Bojaya in Colombia” (Hampshire: Palgrave Mcmillan, 2015).