Aulas para desterrar el odio

      
En San Vicente del Caguán, la zona más estigmatizada del Caquetá por haber sido epicentro de los diálogos entre gobierno y Farc entre el 98 y el 2002, unos lideres comunitarios pusieron a los niños a leer para que aprendan a pensar por sí mismos, sean pacíficos y creativos.

El proyecto se llama Círculo de lectores, ya involucra a más de 10.000 niños y jóvenes.

En San Onofre, otra población sucreña que el país conoció cuando vieron las fosas comunes donde los paras enterraron a cientos de sus víctimas, surgió por iniciativa de Martín Álvarez, la Ludoteca María Mulata. Construyó una choza en el patio de la casa de Rafael Mercado, quien proveía de recortes de prensa a los estudiantes, y se empezaron a buscar libros por donde pudieron. Ahora ya tienen toda una biblioteca.

Y en el norte del Cauca, en Villa Rica, se gestó la Asociación Casa Cultural del Niño, que promueve la educación preescolar, el bachillerato nocturno, la capacitación laboral y en derechos humanos, y contribuye al rescate de las tradiciones populares de la comunidad negra. También para rescatar su cultura, la Escuela de ComunicaciónRadiofónica de Quibdó, enseña a los jóvenes a contar sus historias en la radio, y los indígenas zenúes del resguardo El Volao en Antioquia crearon una escuela especial para los suyos, donde no sólo aprenden lo de siempre, sino acerca de sus ancestros, cómo recuperar las tierras y sembrar los alimentos tradicionales.