Después de tener que abandonar su tierra y perder a varios miembros de la familia, los Salabarría son una de las pocas familias que han sido reparadas en el país.
La familia Salabarría Moreno regresó a Córdoba después de casi 16 años cuando fueron amenazados por paramilitares, que después le intentaron robas sus tierras. Foto CNRR |
La familia Salabarría Moreno es grande. Primero, porque tiene 28 miembros. Segundo, por su perseverancia y pujanza para no dejarse quitar lo que es suyo, arrebatado de forma violenta pasando por encima de los derechos de varias de sus generaciones.
En los setenta, Emiro José, el padre de la familia, llegó a la vereda Mundo Nuevo en Montería, Córdoba, como beneficiario de un programa del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora). Con el paso de los años llegó a ser dueño de 110 hectáreas y más de 110 cabezas de ganado. Pero 20 años después su historia tuvo un giro inesperado. En noviembre de 1992 los paramilitares llegaron a la vereda, encerraron a las mujeres y a los niños en una de las casas y a los hombres los amenazaron con fusilarlos si no salían del territorio. Así comenzó una historia de
múltiples desplazamientos. Permanecieron en Planeta Rica, Córdoba, y en Belén de Bajirá, Chocó, y de ambos sitios fueron obligados a salir.
Mientras tanto en Mundo Nuevo sus tierras ya estaban en manos de un ganadero quien había intentado comprarles la tierra por un valor inferior al real. Usando como testaferro a uno de sus trabajadores, logró que el Incora le titulara el predio.
A comienzos de 1998, Emiro fue citado para recibir parte del ganado que había perdido. Emocionado asistió a la cita, pero nunca regresó. Su esposa murió de un infarto de tanto esperarlo. Eso obligó a que la familia se volviera a desplazar, esta vez a Montelíbano, Córdoba.
Mientras permanecían en ese municipio, Maritza, líder de la familia, se enteró del inicio del proceso de desmovilización, en el 2003, y viajó a Santa Fe de Ralito para hablar con el ex líder paramilitar de Córdoba, Salvatore Mancuso, y lograr que le devolvieran sus tierras. Como no lo consiguió, buscó apoyo. Con el acompañamiento de la Defensoría del Pueblo, de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la oea y del Gobierno, el 4 de junio de 2006 la familia retornó a sus hectáreas en la vereda Mundo Nuevo.
Pero la tierra ya tenía dos dueños: la familia Salabarría y Fabio Gutiérrez. Dos meses después de disfrutar el regreso les llegó el rumor de que los iban a matar, así que salieron hacia Planeta Rica, y siguieron huyendo hacia Cartagena, Bolívar.
El 14 de abril de 2007 viajaron a Bogotá otra vez en busca de ayuda.
Recuperando la tierra perdida
Maritza llegó a la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (cnrr) y allí contó su historia.
Así, su caso fue tratado en una reunión de las instituciones competentes en el tema de tierras. Se habló con los funcionarios de Incoder sobre la tierra usurpada y con los de la Dirección Nacional de Estupefacientes (dne) para buscar un predio de extinción de dominio en donde la familia pudiera vivir ante sus problemas de seguridad.
La dne ubicó uno de estos predios en un lugar que la familia prefiere mantener en reserva por razones de seguridad y a donde llegaron el 21 de agosto de 2007.
El pasado 30 de mayo el Gobierno le entregó a la familia los títulos de propiedad de sus nuevas tierras. Adicionalmente, a cada uno de los 10 líderes de los hogares que conforman la familia Salabarría Moreno se le dio 30 hectáreas y 10 vacas a su nombre. Lograr la restitución de sus tierras originales y que se juzgue a quienes las poseen en este momento son dos de los mayores retos que quedan por enfrentar.
Mientras tanto, esta familia de campesinos ha vuelto a cultivar la tierra porque la necesitan para vivir y porque no quieren que sus hijos pasen por los trabajos que ellos pasaron. Como lo dijo uno de sus integrantes, “lo que vivió la familia Salabarría debe quedar en la historia y jamás repetirse”.
Publicado en Hechos del Callejón de Pnud