Sabulón Callejas: de la amapola al cebollón

      
No es maldita la flor, maldito es todo lo que hacemos con ella, dice Sabulón Callejas mientras señala el lugar en donde reinó la flor de Afrodita. (Tomado de www.desdeandentro.info)

Nosotros teníamos una finca arrendada y cuando llegaba la avioneta a fumigar eso era terrible. El niño oía el helicóptero y no hallaba qué hacer. Le daba mucho miedo, aun hoy en día.

La fertilidad de esta tierra se ha perdido. Ellos aceptan culpa por causa del manejo en los cultivos ilícitos, pero las continuas fumigaciones han disminuido la productividad del territorio. El anhelo de nosotros es poder trabajar los terrenos que están buenos, libres, que no hayan sido afectados por esa fumigación. Pero vale mucha plata. Eso ha sido una parte por el cultivo de la amapola y otra por las fumigaciones. Los cambios naturales del suelo aumentan a raíz de las fumigaciones indiscriminadas: se fumigan los bosques y los nacederos de agua se han estado secando. Se acaba la vegetación. Vienen las erosiones. No hay quien detenga los terrenos y se va todo al río.

Las fumigaciones acaban con los suelos y con la renta que tiene el pobre. El que cultiva aquí no somos ni capitalistas, ni narcotraficantes sino simplemente campesinos; agricultores que no podemos cultivar una arroba de arveja porque no tenemos la comercialización ni cómo meterle los insumos, entonces uno se va a cultivar amapola para el sustento diario. No es porque realmente el cultivo de amapola dé plata.

A muchas personas les han fumigado sus cultivos lícitos. En lugar de fumigar, necesitamos es ayuda económica. Nos deberían dar esa plata. Yo estoy seguro que si nos la dan para las comunidades que siembran eso, yo me comprometo que en menos de seis meses ya no tenemos amapola. A las malas no se consigue nada.

Me tocó irme para la zona cafetera. Llegué a Manizales, por la situación mía perdí todo lo que tenia o mejor dicho me robaron todo porque yo no podía volver a la finca. Me fui para Bogotá solo unos días, luego me fui para el Tolima a sembrar amapola, me fui para Planadas, duré un tiempo y no me gustó. Estuve trabajando con una organización asociativa de paperos, no me gustó. Me fui para Bogotá otra vez, me puse a trabajar con arepas y empanadas… entonces me comuniqué con un amigo de Algeciras, él me dijo que me viniera, que él me colaboraba. Trabajé unos días con la amapola, pagué unas deudas y luego me agarraron las fumigas, eso era fumigas tras fumigas, no se daban bien los cultivos y los precios estaban bajos. Estamos hablando del año 2001.

El temor son los bombardeos, resulta que en estos días ya llegaron equipos nuevos modernos y eso es mucho el temor. Ahora es un supersónico de esos que sacan en Bogotá en el desfile del 20 de julio. Yo prefiero que vengan de día, porque de noche cree uno que los tiene encima.

Venía organizando grupos desde Bogotá. Allá organicé una escuela de sastrería y ésta es la hora que dos de mi alumnos tienen unos flamantes almacenes. Cuando estuve en el Llano, medio organicé un grupo para cultivos hidropónicos, no se cómo habrá seguido. En Pereira organicé un grupo para calzado, aprendieron a hacerlo, se abrieron y el uno puso un taller y el otro, otro. En el Tolima estuve ayudando a organizar un grupo de paperos y como no me gustaba esa labor, me fui. Me dije es mejor conformar un grupo con personería jurídica y que sea para erradicar, voy a trabajar con gente que cultiva amapola, gente que fuera amapolera y que quisiera erradicar voluntariamente el cultivo.

La gente trabaja la amapola allá no porque se van hartar de plata, sino por necesidad, por necesidad es que la gente siembra y el Estado lo que hace es aumentar la guerra, eso se lo dije al coronel en una entrevista con él.

Sí, yo vi que realmente eso no me estaba dando nada, que la amapola no era para mí. Me fumigaron, eso me desmoralizó peor porque dije eso no le dejan coronar a uno un corte para poder sustentar uno la comida y tener que volver a jornalear para poder comprar comida, entonces dije yo no trabajo más con eso… eso ya hace ahorita seis años, cuenta un vecino.

La vida de Sabulón estuvo en peligro, pues cuando se regó la noticia que él era erradicador de los cultivos ilícitos, un día que llegó a conversar con algunos cultivadores a una de las fincas lo esperaban con machete e insultos, pues pensaban que este hombre llegaba a arrancar las matas por la fuerza, y terminaron sorprendidos cuando él les dijo que sólo les llevaba la invitación a dejar los cultivos, que debía ser una erradicación voluntaria y que él no estaba dispuesto a obligar a nadie.

Don Sabulón se puso a sembrar cebollón, con la esperanza de siempre.

Hay veces que le dan a uno ganas de pegarle otro jalón a la amapola. Uno se aburre porque uno con familia espere y espere… entonces le dan ganas a uno, aunque sea pa´ hacer pa´ la comida. Hoy en día por el jornal le pagan a uno doce mil pesitos libres, o diciocho mil sin almuerzo. Con eso se compran dos libras de arroz y se fue.

Alláen nuestra región nos tienen abandonados a los pobres, se lo digo por experiencia: si voy al Banco Agrario, que dicen que ayuda a lo pobres, no nos dan nada; he estado en la Gobernación; he estado en la Presidencia de la República, porque yo le mandé una carta a Álvaro Uribe, cogieron la carta o el balón y se la mandaron a Acción Social; Acción Social se la mandó al Ministerio de Agricultura, el Ministerio me llamó y me dijo mándeme un proyecto, se lo envié y ésta es la fecha que nada.

O sea que el pobre campesino de escasos recursos así quiera cambiar lo ilícito por lo lícito no puede porque el Estado lo abandona. ¿Cuál es la carreta que dicen que deje los cultivos ilícitos? ¿Cómo los va a dejar? Eso es lo que me desmotiva. Yo me he soñado una especie de ciudadela en una parte donde hay una cantidad de niños jugando: eso es lo que anhelo.

El fogón está encendido, las botas puestas, azadón y terreno listos para recibir cada nueva semilla de esperanza y reconciliación que este grupo de familias cultiven en su búsqueda por reivindicar la flor de amapola que les dejo la pasión y el amor de Afrodita y la agricultura de Ceres. Maldita no es la flor…