¡Qué ironía!

      
Las mismas violaciones de derechos humanos que el mercenario Yair Klein enseñó en Colombia le sirvieron de argumento ante un tribunal europeo para denegar su extradición a Colombia.
El mercenario israelí Yair Klein está detenido en Rusia desde 2007 , cuando se hizo efectiva la orden de captura de la justicia colombiana por entrenar grupos paramilitares en la década de los 80.

Yair Klein ya no vendrá a “podrirse” en una cárcel en Colombia, como dijo el vicepresidente Francisco Santos. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, consideró que el mercenario israelí podía correr el riesgo de ser sometido a tortura o malos tratos en una prisión de este país. La sentencia resuelve una demanda interpuesta por Klein en 2007, cuando fue detenido en Rusia y este país ya tenía lista su deportación a Colombia, donde lo espera una condena de 10 años por entrenamiento y conformación de grupos paramilitares.

El fallo, que tuvo cinco votos a favor y dos en contra, dice que “la aplicación de la orden de extradición contra el solicitante podría dar lugar a una violación del artículo 3 de la Convención”, que para el caso de Europa se refiere a la prohibición de la tortura. Como era de esperarse, la decisión cayó como un baldado de agua fría en Colombia. El canciller Jaime Bermúdez, que casualmente estaba en Moscú, le pidió a la Fiscalía de ese país que apele la decisión, algo a lo que se comprometió el gobierno del presidente Dmitri Medvédev, pero sobre lo cual no hay muchas esperanzas, pues desde hace tres años ya los rusos habían apelado a las medidas cautelares que evitaron la deportación de Klein.

Hay tres controversias alrededor de este fallo. La primera es la paradoja que hay en el fondo de la sentencia, y es que Klein considera un riesgo para su vida estar en Colombia donde los organismos del Estado están involucrados en actos de tortura, desapariciones y ejecuciones. Es decir, Klein teme encontrarse con sus alumnos y que le apliquen sus enseñanzas. Pero esto, que sin duda es una paradoja moral, no tiene ninguna incidencia en el fallo. Los jueces europeos no juzgan lo bueno o malo que ha sido Klein sino su derecho a la integridad y a un proceso justo.

Ahí es donde viene la segunda controversia, y es qué tan desinformada está la Corte sobre el contexto del país. Porque para suerte de Klein, si lo extraditaran a Colombia no sería recibido por ‘el Negro Vladimir’ ni por Ramón Isaza, sus aventajados alumnos, sino por un Estado que tiene unas obligaciones en materia de justicia y derechos humanos. Incumplidas en muchos casos, eso sí. Aunque el gobierno cree que los jueces europeos se creyeron una leyenda negra sobre las violaciones a los derechos humanos en Colombia, el Tribunal de Estrasburgo se basó sobre todo en los informes del Departamento de Estado de Estados Unidos y de la ONU, para llegar a la conclusión de que “la situación general de derechos humanos en Colombia está lejos de ser perfecta”, especialmente por la presunción de que funcionarios del Estado están involucrados en ejecuciones, desapariciones y detenciones arbitrarias. Algo que para la mayoría de los magistrados podría poner en riesgo la vida de Klein. Al respecto, dos jueces salvaron su voto al reconocer que el gobierno colombiano ha abierto las puertas siempre a las inspecciones requeridas a su sistema carcelario.

La tercera controversia es si existe un doble estándar para medir en derechos humanos a los países. Por ejemplo, Eduardo Pizarro, presidente de la Comisión de Reparación, dijo con ironía en su columna de El Tiempo: “¿Sería que el Tribunal de Estrasburgo confundió la cárcel de Cómbita con la base de Guantánamo?”. En ese sentido, muchos critican una especie de imperialismo moral que podría existir en varias instancias de la justicia internacional, donde países del Tercer Mundo pueden ser sancionados duramente, mientras naciones como Israel, Rusia o Estados Unidos, que han cometido graves violaciones a los derechos humanos en medio de la llamada guerra contra el terrorismo, hacen uso de todo su poder para no ser cuestionados.

En todo caso, este fallo cierra la puerta a la extradición de Klein, y aunque se puede apelar, es muy remoto lograr una reversa. Son las consecuencias no de una leyenda negra, sino de un todavía muy regular desempeño en derechos humanos. Y el mercenario israelí resultó beneficiado a la postre por el caos que él mismo ayudó a crear.

Publicado en Semana, edicón 1458 – Fecha 10/04/2010