La guerrilla de las Farc siempre ha influenciado la elección de alcaldes en San Vicente del Caguán, en Caquetá. Allí hay esperanza de que con el proceso de paz desaparezcan las presiones sobre los votantes.
Que la guerrilla deje las armas y comience a participar legalmente en política es uno de los principios del acuerdo que intentan las Farc y el Gobierno en La Habana. De manera paralela, en las regiones de Colombia ya se piensa cuál es el mejor mecanismo para que esto suceda pero, ¿qué va a pasar en las regiones donde siempre ha estado la guerrilla?
Pues bien, ese es uno de los temas que se mueve en la contienda política de San Vicente del Caguán, aquel municipio de Caquetá que fue el centro de los diálogos de paz entre el entonces presidente Andrés Pastrana y las Farc, y que hoy la ONU califica como uno de los lugares donde será más difícil implementar los posibles acuerdos que resulten en Cuba.
Este ha sido uno de los principales fortines guerrilleros desde hace décadas, donde surgió el mito fundacional de las Farc con los ataques del Frente Nacional a las “repúblicas independientes” que había en El Pato y Guayabero, dos veredas de San Vicente.
A lo largo de estos años, la guerrilla ha presionado de múltiples maneras la política en el municipio y ahora, en estas elecciones, se votará por el Alcalde que podría ser la puerta de entrada local a los acuerdos, que incluyen la dejación de armas de las Farc y su participación en política.
Los candidatos son Humberto Sánchez por el Centro Democrático, que es un ingeniero estudiado en Rusia; Javier Soto, un líder de las Zonas de Reserva Campesina que va por el Polo Democrático; Carlos Cuenca, el expersonero, por la Alianza Verde y Julián Perdomo, un administrador de empresas, por Opción Ciudadana. Del otro lado y debajo de cuerda, está la presión de los Bloques Orientales y parte de la columna móvil Teófilo Forero que se mueven en el territorio. Este es el pasado y presente de las elecciones en el Caguán.
Bandera política, bandera de sangre
Aunque la presencia guerrillera en San Vicente del Caguán ha sido fuerte y constante, casi siempre ha ganado el partido tradicional de los liberales, por lo menos hasta 1997, y en las elecciones de 2003 y 2007 la derecha moderada se quedó con la Alcaldía, como muestran los historiales de la Registraduría Nacional. Pero no todo ha sido de manera pacífica.
En 1997 todavía no se había elegido a Pastrana como presidente y nadie sabía que el Caguán iba a ser una zona despejada. Las elecciones locales corrían y la presencia de las Farc fue un factor determinante. Ellos presionaban para que no hubiera votaciones en su zona de influencia y amenazaron de muerte a todos los que hicieran campaña.
Al final, Ómar García, del Partido Liberal, fue el único candidato. El día que lo eligieron como alcalde sólo votaron 900 de las más de 4 mil personas que podían ir a las urnas. Esas han sido las votaciones más bajas de toda la historia del municipio.
“Lo primero que hice fue constituir un comité para hablar con la guerrilla y que dijera si el Alcalde iba a ser el Alcalde porque ellos no nos estaban reconociendo. Respondieron que sí y luego fue lo de la zona de despeje”, recuerda el político.
La zona de despeje, que empezó en 1998, significaba que los guerrilleros andarían libremente por el municipio y el Ejército sería retirado para comenzar las negociaciones entre el gobierno nacional y las Farc. Mientras tanto, García tenía las limitaciones impuestas por el miedo y desde guerrilleros rasos hasta comandantes caminaban con toda naturalidad por el parque de la cabecera municipal.
Era el único grupo armado en todo San Vicente y así se realizaron las votaciones de 2000. Los habitantes, los medios de comunicación nacional y hasta el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) todavía aseguran que uno de los candidatos tenía el favoritismo de la guerrilla. Pese a que parecía obvia su victoria, las votaciones las ganó Néstor Ramírez, un exfuncionario del Incora apoyado por Oxígeno, el movimiento de Ingrid Betancourt.
En su periodo las cosas se pusieron color de hormiga pues el 22 de febrero de 2002, el Gobierno anunció que se acababa el proceso de paz y con ello la zona de distensión. “Muchos no nos habíamos enterado de eso y de repente sentimos a los aviones tirando bombas”, relata una habitante de la vereda Playa Rica, que queda a dos horas de donde era el centro de las negociaciones.
La guerra se recrudeció. En mayo las Farc volaron el municipio con 100 kilos de explosivos, el 7 de julio de 2002 asesinaron a la esposa de un exalcalde y las amenazas se multiplicaron.
Cansados de esto, casi el 50% de los sanvicentunos votó por la política de mano dura de Álvaro Uribe. Cuando se posesionó como Presidente, el medio y bajo Caguán se convirtieron en un objetivo central de la seguridad democrática y de las operaciones militares, como reseña el PNUD.
En represalia, las Farc aumentaron su violencia. El entonces alcalde, Néstor Ramírez, despachó sus últimos años del cargo más importante de San Vicente desde Bogotá porque el 24 de enero de 2003, una bomba destruyó su casa. Ese fue el atentado número 14 en el Caguán desde que se rompieron los diálogos.
Luego fueron los asesinatos del secretario general de la Alcaldía y su esposa en junio de 2004 y de cuatro concejales en abril de 2005. La violencia fue tal que el alcalde siguiente, Edwin Valdés del Movimiento de Integración Regional, dejó de despachar por un tiempo y los concejales sesionaron casi siempre desde el departamento del Huila, según la Fundación Paz y Reconciliación.
Y no sólo moríanlos políticos, los militares y los guerrilleros. También caían civiles y muchos de los que quedaban con vida, preferían abandonar sus casas para salvarse. En 2004 se dispararon los desplazamientos y casi 2 mil personas salieron del Caguán, según la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes).
Bajo esta presión de la guerra, San Vicente del Caguán le dio la espalda a la seguridad democrática cuando Uribe buscaba ser reelegido en 2006. En ese municipio se impuso Carlos Gaviria, un académico de izquierda que representaba al Polo Democrático Alternativo. Sin embargo, Uribe fue reelegido sin dificultad.
A la par que los presidentes y los alcaldes dejaban su cargo, cada vez más personas de San Vicente salían a las urnas a pesar del miedo. “Era un tiempo en el que los candidatos los elegían en el casco urbano porque a los campesinos no nos dejaban votar, pero eso ha cambiado con el tiempo y las Farc son más flexibles”, afirma un líder social que pidió la reserva de su nombre.
De los 900 votos que hubo para la Alcaldía de 1997 se pasó a casi 7 mil sufragios en 2003 y más de 12 mil en 2011. Esa elección en particular fue histórica no sólo porque participó casi la mitad de los sufragantes sino porque casi 6 mil eligieron al primer alcalde de izquierda de San Vicente del Caguán: Domingo Pérez, del Polo Democrático.
¿La paz de los candidatos?
Sólo pasaron dos meses desde las elecciones cuando Pérez entendió que había un detalle sobre su vida que iba a ser usado por sus opositores. Entonces confirmó públicamente que uno de sus hermanos es guerrillero. “Su hermano obligaba a la gente a votar por Domingo. Es vox populi que él fue el candidato de las Farc”, apunta Humberto Sánchez, quien en 2011 obtuvo poco más de 2 mil votos para la Alcaldía y hoy busca de nuevo ese puesto con el aval del Centro Democrático. Él estudió becado ingeniería electricista en la Rusia del 90 “pero no en la Patricio Lumumba, donde estudiaron todos los comunistas sino en una ciudad metalúrgica que es Magnitogorsk”.
Propaganda Centro Democrático
Por su parte, Domingo sostiene que ese tema no ha tenido ninguna influencia en su administración. Asegura que no habla con su hermano hace años. “Mis leales contradictorios siempre han cabalgado sus políticas sobre esa tesis, que ya está momificada, porque además es una falta de respeto enorme contra los 5915 ciudadanos que votaron por mí. No creo que en San Vicente haya tanta guerrilla”, expresa el Alcalde.
Por otra parte, un hombre que trabajó con la Comisión Intereclesial Justicia y Paz y pidió la reserva de su nombre, explica que la participación de campesinos en esas elecciones “fue algo nunca antes visto”.
Además de los votantes, Domingo cuenta con el respaldo de la organización de derechos humanos Caguán Vive, la misma que había presidido y a la que el exalcalde, Ómar García, tilda de“fachada de las Farc”, a través de la cual “se aposentó el Partido Comunista”.
Herson Lugo, quien es el presidente de Caguán Vive desde que Domingo dejó el cargo para ser alcalde y que hoy es candidato a la Asamblea Departamental, sostiene que esa estigmatización es una estrategia por el miedo que siente la oposición de tanto poder que organizaciones como la suya le están dando a las comunidades.
Poder se ve reflejado en la composición de las Juntas de Acción Comunal. “Antes se miraban desde un ejercicio politiquero”, explica Lugo. Ahora es un gobierno local con autoridad, como las describe Guillermo Peña, presidente de Asojuntas de San Vicente del Caguán.
Él explica que en cada Junta de Acción Comunal (JAC) hay comités de salud y recreación, educación, trabajo, veeduría y concilio. Estos dos últimos son dos de los más importantes pues el primero se encarga de vigilar todos los contratos privados o públicos que influyen en la zona de jurisdicción de la JAC y revisar que sí se hagan los trabajos de los otros comités. Por otra parte, el de concilio es “el chicharrón más bravo que tiene la junta”, como dice Peña, porque funciona como una especie de juzgado para dirimir los conflictos entre la comunidad.
Esos conflictos pueden ir desde una pelea de borrachos hasta la deforestación. Y parte de la penalización son multas, que pueden ser en trabajo o en dinero. “El miedo es impresionante porque cuando les preguntas por qué no pelean, responden que un puño vale un millón, sacar un arma blanca dos millones de pesos, hacer un disparo es destierro”, dijo un político del municipio.
En otras ocasiones, las JAC han acudido a la guerrilla para hacer respetar esa norma. “Cuando una persona se cierra en que no cumple, entonces acuden a ellos porque en este municipio la justicia… ellos llaman a la persona y hasta le pueden decir que no viva más ahí o a veces hasta lo define la misma asamblea de la junta”, comenta un habitante de una vereda del Caguán.
Por realidades como esta, el PNUD sostiene que en Caquetá la soberanía está “fragmentada” pues “el Estado y las Farc-ep ejercen simultáneamente soberanía sobre el mismo territorio”.
Otra de las muestras del poder de las Farc es que desde el momento en el que sí dejaron votar a la gente del campo, la participación ha aumentado progresivamente, como señala Domingo Pérez. Eso dista mucho de lo que sucedía en los 90, cuando “casi que ponen a los militares de jurados”, según Ómar García.
Además, la Fuerza Pública ha sido un obstáculo en elecciones anteriores. “Registran en un libro quiénes van a votar y ponen hasta dos o tres retenes para requisar, porque creen que el candidato que apoyan los campesinos es impulsado por las Farc Ojalá en octubre podamos salir a votar sin ningún obstáculo de ningún actor armado”, aseguró un líder social que pidió el anonimato de su nombre.
Esto se combinó para que en las elecciones locales de 2003, se tuvieron que mover 19 puestos de votación y en las de Congreso de 2006 se trasladaron 22 puntos por el riesgo de orden públicoen San Vicente, de acuerdo a los registros de la Misión de Observación Electoral (MOE). Esa misma entidad, desde 2007 hasta este año, ha calificado al municipio como uno de los de riesgo extremo electoral por la complicada situación de violencia, el desplazamiento y la baja participación electoral.
A pesar de eso, el ambiente de hoy es distinto y ya hacen parte de la cotidianidad política hechos que antes eran impensables. Por ejemplo, los candidatos a la Alcaldía pueden ir a las veredas a hacer política, incluso donde las Farc son la ley y el orden; y hasta el momento no se han registrado amenazas contra ninguno de los cuatro contendores.
“Si las Farc quieren asesinar a alguien en Caquetá, lo hacen. Pero el que no haya una amenaza hace pensar que permitirán hacer un ejercicio político sano”, ratifica un profesional que conoce y ha trabajado en ese municipio.
Herson Lugo afirma que esto es fruto del proceso de paz y el desescalamiento. Pero los diálogos en La Habana no sólo se traducen en resultados prácticos para municipios como San Vicente sino que son el tema central que moverá los votos.
Humberto Sánchez, por ejemplo, espera sacar más de 8 mil votos gracias a lo que él llama “el rechazo hacia las Farc” y se promueve como el candidato con el que se recuperará la gobernabilidad que se necesita para ser garante de los acuerdos de paz. “Es preferible tenerlos (a los guerrilleros) haciendo políticas y leyes que no echando plomo. Si llegamos a la Alcaldía, seríamos los garantes de que lo que ellos firmen se respete”, dice.
Por su parte, Javier Soto afirma que “la paz, como se ha querido encontrar a través de la fuerza, ha sido esquiva” y explicaque hay una fuerza independiente que se une en el Caguán entorno a ese aspecto.
Carlos Cuenca cree que la clave está en quitar lo malo que ha dejado el conflicto y reforzar los pocos puntos positivos a los que ha traído, como las juntas de acción comunal. “Aquí son una institucionalidad y no podemos estigmatizarlas totalmente por cómo hayan sido sus orígenes. Es parte de construir Nación en estas colombias, que es una realidad que en el interior no conocen y que acá notamos claramente”, expresa.
Cada candidato tiene en su radar una posible firma de los acuerdos en La Habana pues, sin duda, el escenario cambia si las Farc hacen política desde las armas o desde la plaza pública. Desde sus trincheras políticas, jalan hacia su lado el proceso de paz, esperando que se convierta en una catapulta para llegar a la Alcaldía del municipio donde el Estado y la guerrilla han compartido el poder.