Amenazas Archives | VerdadAbierta.com https://verdadabierta.com/tag/amenazas/ Periodismo a profundidad sobre conflicto armado en Colombia. Mon, 16 Jun 2025 18:49:04 +0000 es-CO hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.8.2 Persisten ataques contra civiles en medio de una violencia que no tregua: Cinep  https://verdadabierta.com/persisten-ataques-contra-civiles-en-medio-de-una-violencia-que-no-tregua-cinep/ Wed, 28 May 2025 09:00:11 +0000 https://verdadabierta.com/?p=34443 El Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) alertó sobre un recrudecimiento de la violencia durante 2024, asociada al conflicto armado. La población civil continúa siendo objetivo de los grupos armados ilegales. Durante 2024, el Cinep documentó un aumento de casos de victimización contra líderes políticos y sociales, que incluyeron amenazas, torturas y asesinatos, según […]

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El Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) alertó sobre un recrudecimiento de la violencia durante 2024, asociada al conflicto armado. La población civil continúa siendo objetivo de los grupos armados ilegales.

Durante 2024, el Cinep documentó un aumento de casos de victimización contra líderes políticos y sociales, que incluyeron amenazas, torturas y asesinatos, según revela su más reciente informe publicado en la Revista Noche y Niebla.

“La violencia contra quienes defienden los derechos de sus comunidades, desafortunadamente, no da señales de detenerse”, aseguró una investigadora de la organización.

Los tipos de victimizaciones que más aumentaron en 2024, en comparación con 2023, son los que, según la organización, “generan mayor temor y zozobra”. Entre ellos se encuentran las amenazas, la tortura y las violaciones a la libertad personal, como las desapariciones, los raptos, los secuestros y el reclutamiento forzado.

Estos crímenes no se presentan de forma aislada. Los motivos de la violencia varían según las particularidades de cada territorio. En algunas zonas, esta se relaciona con la expansión de economías y rentas ilegales; en otras, la violencia letal se dirige contra voceros de organizaciones sociales que buscan defender y visibilizar sus demandas. Estos hechos ocurren en un contexto de crecientes tensiones sociales y políticas, lo que ha profundizado la crisis en varios territorios, según indica el documento.

Entre sus principales hallazgos, el centro de investigación advierte que en 2024, se registraron 813 casos de violaciones a los derechos humanos, incluyendo infracciones al Derecho Internacional Humanitario, hechos de violencia sociopolítica y acciones de carácter bélico. De ese total, 452 personas fueron asesinadas por causas asociadas directamente a la violencia política y social.

Violencia político-social

En este escenario, la violencia contra líderes  resulta especialmente alarmante, ya que, según el Cinep, esta sigue siendo una labor de alto riesgo en el país. Este panorama no sólo evidencia la desprotección de las víctimas, sino que también refleja el grave deterioro de la seguridad en varias regiones.

En un entorno donde prevalece la impunidad, los actores armados —a menudo vinculados a bandas delincuenciales locales— tienen menos reparos para cometer homicidios contra líderes sociales, dice el informe.

Según el centro de pensamiento, los departamentos más afectados por este tipo de violencia fueron Cauca, con 43 asesinatos; Antioquia, con 23; y Putumayo, con 21. Aunque estos tres departamentos comparten características similares —como la fuerte presencia de actores armados ilegales, economías ilícitas y disputas territoriales—, cada uno presenta dinámicas y trayectorias propias.

El Banco de Datos del Cinep identificó a los grupos sucesores del paramilitarismo como los principales responsables de las violaciones a los derechos humanos registradas en 2024, seguidos por miembros de la Policía, empresas extractivas y el Ejército.

Respecto a las violaciones del Derecho Internacional Humanitario, el centro de investigación señaló al Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias de las Farc y el Ejército Popular de Liberación (EPL) como los principales  presuntos responsables.

Fuente: Cinep.

Las amenazas sobresalen como el principal mecanismo dentro de los repertorios de violencia usados en el conflicto, mientras que los homicidios constituyen la segunda práctica más común.

Violencia extrema y disputas territoriales

Otro fenómeno que identificaron  los investigadores es la intensificación de la crueldad extrema contra los cuerpos, evidenciada en prácticas como los desmembramientos y la exhibición pública de las víctimas. Este tipo de violencia ha sido especialmente registrado en departamentos como La Guajira y Magdalena, aunque también se han documentado casos en Risaralda.

“Este tipo de hechos también representan una amenaza colectiva para las comunidades, ya que hasta hace poco estas prácticas eran asociadas con otras zonas del país, como Buenaventura, donde operaban las llamadas ‘casas de pique’. Ahora, sin embargo, parecen estar replicándose en otras regiones como las mencionadas. Sólo en el Magdalena se registraron 29 víctimas”, resaltaron desde el Cinep.

Este fenómeno, añadieron, obedece a la dinámica de fortalecimiento y expansión territorial de los grupos paramilitares, así como a las disputas entre ellos por el control de distintas zonas del país. En la Sierra Nevada, por ejemplo, se registra un enfrentamiento entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, que a veces se hace llamar “Ejército Gaitanista” y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada.

El centro de investigación cerró su informe con un urgente llamado a las autoridades para detener a esta barbarie, donde la población civil sigue siendo la víctima silenciosa de una guerra que parece no tener fin.

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“Derechos humanos sin protección” https://verdadabierta.com/derechos-humanos-sin-proteccion/ Thu, 10 Apr 2025 08:30:29 +0000 https://verdadabierta.com/?p=34324 El Programa Somos Defensores presenta su informe sobre las agresiones que padecieron las personas defensoras de derechos humanos en 2024. Aunque registra una leve reducción por dos años consecutivos, advierte que ese no es un indicador válido aún, porque ha aumentado el silencio en las regiones tras la reconfiguración de grupos ilegales. A pesar de […]

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El Programa Somos Defensores presenta su informe sobre las agresiones que padecieron las personas defensoras de derechos humanos en 2024. Aunque registra una leve reducción por dos años consecutivos, advierte que ese no es un indicador válido aún, porque ha aumentado el silencio en las regiones tras la reconfiguración de grupos ilegales.

A pesar de una pequeña disminución en los ataques a activistas sociales ocurridos el año pasado, los derechos humanos –y quienes los defienden– continúan sin protección, según la organización no gubernamental, que desde el año 2002 monitorea la violencia en contra de ellos.

En total, se contabilizaron 727 agresiones, frente a las 765 de 2023, representando una reducción del cinco por ciento.

Que el pico de violencia contra las personas defensoras disminuya  es una buena noticia, pero persisten altos niveles de ataques y alrededor de esa disminución hay otros factores a tener en cuenta. El informe Derechos Humanos sin Protección, advierte que no se pueden realizar simples sumas y restas, tras la disminución de 38 agresiones ocurridas entre 2023 y 2024.

“Si desmenuzamos esta cifra y conocemos las historias de las víctimas, encontramos que ha aumentado el temor, también el silencio, y que tanto el conflicto armado como el crimen organizado se han transformado profundamente, sin que el gobierno nacional y demás institucional del Estado desplieguen acciones preventivas frente a los peligros derivados de las dinámicas que se vienen estableciendo”, plantea Somos Defensores en su informe.

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Mientras la comparación de cifras deja entrever una pequeña reducción de la violencia más visible, como suelen serlo las amenazas, los atentados y los asesinatos, al mismo tiempo proyecta el aumento en repertorios de violencia enfocados en el control territorial.

Al respecto, el informe señala que “las restricciones a la movilidad, la dificultad para el acceso a los territorios, los controles a la población, entre otros factores, contribuyen no sólo al subregistro, sino también a que se haya presentado un silenciamiento por parte de  las víctimas, que ya no dan a conocer los hechos”. Y agrega que se ha impuesto una normalización, que hace considerar distintas agresiones no como hechos individuales de violencia selectiva, sino un sólo caso con varios episodios.

Sobre el aumento de los desplazamientos y los confinamientos, el Programa Somos Defensores plantea la hipótesis de cambios en el accionar de los actores armados, que han optado por estrategias de represión. Entre los principales responsables de los secuestros se encuentran el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y grupos surgidos tras la dejación de armas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

No obstante, hay un eje transversal en esta situación: la política de negociaciones simultáneas que está realizando el gobierno del presidente Gustavo Petro con la mayoría de grupos armados ilegales y estructuras del crimen organizado, conocido como “Paz Total”. Esta se ha traducido en ceses al fuego bilaterales –y no multilaterales entre varios actores armados como reclaman las organizaciones sociales– y en disputas entre grupos ilegales para aumentar su poder. En el proceso, algunos de ellos se han dividido aún más.

Sobre esta situación, el informe hace algunas observaciones. Especialmente sobre el fraccionamiento que se dio de algunas estructuras del ELN y de rearmados de las Farc, pues considera que apostar por la división para buscar entrega de armas más expeditas, no se traduce en resultados positivos en la garantía de derechos humanos.

“Esta apuesta puede provocar nuevas disputas y reagrupamientos, en medio de una oleada de expansión y fortalecimiento de los grupos armados ilegales. Esta estrategia de atomizar el grupo para dialogar no puede lograr cambios significativos en los problemas crónicos de las regiones que atravesaron –y continúan atravesando– crisis humanitaria”, precisa.

También plantea que mientras los grupos armados ilegales continúan desplegando una violencia selectiva a medida de que se expanden y confrontan entre sí, el gobierno sigue sin trazar líneas rojas en las negociaciones que adelanta. Especialmente en el respeto de las comunidades y sus líderes, “para que permitan la garantía del derecho a la vida e integridad de las personas defensoras así como  su ejercicio”.

Y sentencia que los índices de  agresiones no se pueden achacar únicamente a los actores ilegales: “El gobierno nacional también tiene responsabilidad por no  haber atendido los llamados hechos con suficiente antelación desde distintos sectores que abogan por los derechos humanos. Así mismo la fuerza pública que, por acción u omisión, no ha protegido a quienes defienden la vida, la tierra y el territorio, sino que por el contrario continúan registrando ataques contra los liderazgos sociales”.

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Los departamentos con mayor aumento de agresiones fueron Cesar y Arauca. En el primero ocurrieron 19 hechos más que en 2023, lo cual equivale a un incremento del 106 por ciento, Entre ellos se encuentran 33 amenazas, dos asesinatos y dos atentados. En este departamento del Caribe predomina el control paramilitar de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).

En cuanto a Aracua, el aumento fue de 14 hechos, que representan un 93 por ciento más de agresiones, comparadas con 2023. Al respecto, el informe señala que en esta región ha “escalado el conflicto dadas las disputas entre los grupos postacuerdo de paz y el ELN, que han sumido a la población civil en una grave crisis humanitaria agravada desde el mes de abril, por ejemplo en municipios como Tame y Arauquita, que han padecido las consecuencias de dichas confrontaciones”.

Por otro lado, el caso de Nariño es la antítesis, y podría estar relacionado con avances concretos de la política de Paz Total, a diferencia de otras zonas del país. En esta región del suroccidente ocurrieron 53 agresiones menos, representando una disminución del 79 por ciento, con lo cual pasó de ocupar el tercer lugar entre los departamentos con más agresiones en 2023, al décimo tercero en 2024.

El Programa Somos Defensores indica que esa diferencia puede estar relacionada “con el inicio oficial de los diálogos entre el grupo Comuneros del Sur, antes perteneciente al Ejército de Liberación Nacional, que participa desde el 19 de julio en la construcción lo que se ha llamado la ‘Paz territorial’ que también vincula a los grupos postacuerdo de paz ubicados principalmente en la subregión del Pacífico”.

Los anteriores casos demuestran que la garantía de los derechos humanos está condicionada a la voluntad de los grupos armados y a los avances tangibles de la política de Paz Total.

El Programa Somos Defensores indica que no está en contra de la estrategia de negociar con grupos ilegales de diversa naturaleza, pero advierte que por el bienestar de las personas defensoras de derechos humanos y de las comunidades, se debe incluir acciones que permitan detener las formas cíclicas de violencia.

“Esto implica  concebir los escenarios de diálogo no solamente en función de iniciar mesas de negociación, sino considerar  algunos aspectos fundamentales  desde la instalación de los mismos, como por ejemplo, los escenarios de riesgos que las mesas de negociación pueden crear a los liderazgos que habitan en la zona de influencia de un actor armado”, plantea.

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Una vez más, el sector indígena fue el que más agresiones padeció durante 2024, aunque hubiera recibido 27 menos que en 2023. A pesar de esa reducción del 12 por ciento, sigue ocupando la primera plaza en ese grave escalafón. El departamento más inseguro para los liderazgos indígenas fue Cauca, en “donde se presentaron hechos de violencia selectiva dirigidos principalmente a quienes hacen parte de las guardias indígenas, como también a las autoridades tradicionales, los sabedores y los mayores, quienes representan la autoridad y el conocimiento que guía a su pueblo para la pervivencia en el territorio”.

En segundo lugar continúa el liderazgo comunal, con 157 agresiones, representando un incremento del 40 por ciento, respecto a las 45 del año pasado. Los ataques se concentraron en los departamentos del Valle del Cauca, Cauca, Cesar y Arauca.

En el tercer puesto tampoco hubo cambios, pues el liderazgo comunitario ocupa la misma plaza que en 2023, aunque con nueve agresiones más, equivalentes a un aumento del nueve por ciento. El informe señala que “esta categoría es la más  amplia de los liderazgos, pues recoge a personas cuyo ejercicio es realizado  con acciones que buscan la defensa de los derechos de las comunidades, sin necesidad de estar vinculados a organizaciones legalmente constituidas o reconocidas”.

Asesinatos, aumentan los repertorios previos

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El Programa Somos Defensores verificó 157 asesinatos de personas defensoras de derechos humanos durante 2024, 11 casos menos que en 2023, representando una reducción del siete por ciento. Aunque destaca este hecho, advierte que “esta cifra evidencia una vez más que el derecho a defender derechos no está garantizado en Colombia y que las vidas de las personas que ejercen esta labor continúan desprotegidas”.

El informe llama la atención que la mayor cantidad de asesinatos ocurrió en el segundo semestre del año: 83 casos. Y señala que esa situación podría podría estar relacionada con los efectos de la ruptura del diálogo del gobierno nacional con el Estado Mayor Central de las Farc en el primer semestre del año y el posterior fraccionamiento entre la las alas de ‘Calarcá’ y ‘Iván Mordisco’, así como la crisis de la mesa de negociación con el ELN, la división de Segunda Marquetalia y la intensificación de la crisis humanitaria.

Los 157 asesinatos fueron cometidos de la siguiente manera: en 126 se utilizó arma de fuego, en 16 se desconoce el arma utilizada, en nueve arma blanca, en tres asfixia mecánica, dos fueron por golpes con objetos contundentes y en uno como consecuencia  de mina antipersonal.

Además, el Programa Somos Defensores destaca que en 21 casos hubo desaparición previa, en nueve signos de tortura, en 24 sevicia, en 23 hubo amenazas con anterioridad, en 21 se produjo afectación a otras personas, siete ocurrieron en medio de masacres y cinco en medio de secuestros. Del total de víctimas, ocho contaban con medidas de protección por parte de la Unidad Nacional de Protección.

Al respecto, el informe recalca que “es preocupante el aumento de los casos de desaparición forzada y secuestro  (9 casos más que el 2023) como hechos previos al asesinato, ya que en Colombia existe un mecanismo de  búsqueda urgente –MBU- que debe funcionar para poder salvaguardar la  vida de las personas. También alarma el aumento de los casos de sevicia y tortura (12 casos más que 2023), que  evidencia los actos de crueldad a los que son sometidas las víctimas”.

En cuanto al sexo de las personas defensoras asesinadas, 133 de los asesinatos fueron de hombres, teniendo una reducción del siete por ciento de casos comparados con los de 2023; 19 fueron de mujeres –uno de ellos precedido de tortura y violencia sexual–, concentrando una reducción del 20 por ciento con respecto al año pasado; y por primera vez el observatorio del Programa Somos Defensores incluyó la variable de personas de con orientación sexual y de género diversas, registrando cinco casos en 2024.

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Derechos Humanos sin Protección no sólo se centra en las agresiones que sufrieron las personas defensoras el año pasado. También realiza una serie de análisis sobre la importancia de responder efectivamente a las Alertas Tempranas que emite la Defensoría del Pueblo para evitar que se consuman ataques quienes asumen liderazgos en Colombia y evitar infracciones al Derecho Internacional Humanitario que terminan impactando en las comunidades. Como ejemplo, pone de presente la situación del Catatumbo, donde miles de personas fueron desplazadas por los combates entre el ELN y disidencias de las Farc. (Leer más en: Crisis en el Catatumbo: el pueblo en el medio de una guerra anunciada)

“El gobierno debe considerar que, cuando escalan estos escenarios de confrontación armada, los liderazgos son quienes reiteradamente hacen llamados a respetar los mínimos humanitarios, según lo ilustran las experiencias de Arauca en el año 2022, Chocó en el 2023 y Cauca en el 2024. Son las personas que, por ejemplo, defienden el principio de distinción al que se refiere el DIH, abogan por el respeto a los bienes civiles y a las misiones humanitarias, y se oponen al reclutamiento forzado”, recalca el documento.

La investigación también analiza las políticas públicas en torno a la protección. Establece que están desarticuladas y que, por ende, no generan grandes cambios. Este apartado pone lupa en los pilotos del Plan de Acción de la Política de Desmonte de las Estructuras Herederas del Paramilitarismo; y la implementación del Programa Integral para Mujeres Lideresas y Defensoras, y del Decreto 660  de 2018, que reglamentó el Programa Integral de Seguridad y Protección para Comunidades y Organizaciones en los Territorios.

Además, evalúa la inclusión en los Planes de Desarrollo Departamentales de medidas orientadas a la protección de personas defensoras, teniendo hallazgos agridulces: “De los 32 departamentos existentes en Colombia, 29 incluyeron entre 1 y 9 acciones para la garantía del derecho a defender derechos, derechos de las víctimas, de la población LGBTIQ+ y de mujeres lideresas. Analizando los datos, sólo hubo un departamento que incluyó en su Plan de Desarrollo una sola acción de las orientadas en la Circular Externa, y fue Boyacá, con la ‘Instalación y funcionamiento de Mesas Territoriales de Garantías’”.

Por otro lado, en este informe el Programa Somos Defensores se refiere a la estigmatización como un factor de riesgo para el liderazgo social y la defensa de derechos humanos. Señala que es una práctica a la que recurren funcionarios del Estado, grupos armados y sectores de la sociedad civil como la prensa. Para ejemplificar lo anterior, reseña cuatro publicaciones de VERIFICO, iniciativa creada por este portal en asocio con Protection International y el apoyo de la Unión Europea. (Leer más en: Lo que chequeamos en 2024)

Por último, el informe insiste que la reducción  de agresiones registradas en 2024 puede estar relacionada con el silenciamiento en los territorios.

“Según lo observado a lo largo del año, la leve disminución que  registran algunas violencias selectivas alude a momentos de calma momentáneos, que los grupos armados han aprovechado para desplegar distintas formas de control poblacional y territorial. Sin que exista forma de registrar el silenciamiento en los territorios,  se debe señalar que numerosos  liderazgos y personas defensoras tienen temor de denunciar lo que les sucede. Y aún en este escenario, el Programa Somos Defensores tiene un registro de 9.421 (agresiones) entre el 2010 y el 2024, evidenciando que el ejercicio del derecho a defender derechos es una labor de alto riesgo en la historia reciente de Colombia”.

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Grupos armados hostigan a comunidades indígenas en Ricaurte, Nariño https://verdadabierta.com/grupos-armados-hostigan-a-comunidades-indigenas-en-ricaurte-narino/ Fri, 13 Sep 2024 15:52:33 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33786 #VERIFICO | Disidencias de las Farc y el Eln amenazan a gobernador indígena Awá del resguardo Libertad de Telembí, ubicado en el departamento de Nariño.

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#VERIFICO | Disidencias de las Farc y el Eln amenazan a gobernador indígena Awá del resguardo Libertad de Telembí, ubicado en el departamento de Nariño.

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Las AGC declaran objetivo militar a organizaciones sociales del Magdalena Medio y Sur de Bolívar https://verdadabierta.com/las-agc-declaran-objetivo-militar-a-organizaciones-sociales-del-magdalena-medio-y-sur-de-bolivar/ Tue, 13 Aug 2024 14:17:16 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33704 #VERIFICO | Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia amenazaron a organizaciones de derechos humanos en el Magdalena Medio y el Sur de Bolívar.

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#VERIFICO | Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia amenazaron a organizaciones de derechos humanos en el Magdalena Medio y el Sur de Bolívar.

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Periodismo en las regiones: entre autocensura y miedo a represalias https://verdadabierta.com/periodismo-en-las-regiones-entre-autocensura-y-miedo-a-represalias/ https://verdadabierta.com/periodismo-en-las-regiones-entre-autocensura-y-miedo-a-represalias/#comments Fri, 05 Jul 2024 18:13:13 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33635 The post Periodismo en las regiones: entre autocensura y miedo a represalias appeared first on VerdadAbierta.com.

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Las agresiones y la violencia contra periodistas han arreciado en el último año. Este es el panorama en los seis departamentos donde es más riesgoso ejercer la libertad de prensa.

En la mañana del 27 de junio, el periodista comunitario Jorge Méndez fue asesinado en zona rural de Tibú, Norte de Santander, convirtiéndose en el cuarto periodista a quien le han quitado la vida este año en Colombia. De seguir la tendencia de asesinatos, 2024 se convertiría en el año del siglo XXI más mortífero para el periodismo en el país. 

La muerte violenta de Méndez se suma a la de Mardonio Mejía, asesinado en enero en San Pedro, Sucre; a la de Jaime Vásquez, periodista y veedor ciudadano asesinado el 14 de abril en Cúcuta; y a la de Julio Zapata, apuñalado dentro de su vivienda en San Rafael, Antioquia, el 23 de abril.

Este nivel de ataques mortales contra periodistas no se veía en Colombia desde hace décadas. En los primeros seis meses del año, fueron asesinados más periodistas que en todo el año 2018, cuando a tres les arrebataron la vida. Si sigue así, se acercará al récord histórico de 2003, cuando siete periodistas fueron asesinados por razones de oficio, según el registro de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP)

Pero los asesinatos son la expresión más extrema de un patrón de agresiones a periodistas que la FLIP viene registrando desde 1938. Según los datos de la oenegé, a partir del 2017, un año después de la firma del Acuerdo de Paz con las extintas Farc, ha habido un aumento significativo en las violaciones a la libertad de prensa, en particular en seis departamentos: Antioquia, Valle del Cauca, Arauca, Norte de Santander, Santander y Cauca.

“Después del año 2016, vino un año muerto; en la espera de qué iba a pasar, dejaron quieto al periodismo. Pero nuevamente empiezan a subir las violaciones a la libertad de prensa por el aumento del conflicto en las regiones, especialmente con el auge del paramilitarismo”, explica Fabiola León Posada, corresponsal de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en Colombia.

Aunque la FLIP siempre registra un mayor número de amenazas a periodistas en Bogotá, Daniel Chaparro, asesor para la dirección de la organización, comenta que no necesariamente refleja la realidad, ya que hay una concentración de medios en la capital, y los periodistas allí conocen mejor el trabajo de la FLIP. 

“Los periodistas de medios locales, en regiones, son menos protegidos que los de la capital”, afirma John Otis, corresponsal en la región Andina del Committee to Protect Journalists (CPJ). 

Una amenaza o el asesinato a un periodista tiene un efecto multiplicador. Cuando colegas son víctimas de cualquier tipo de agresión, el resto de periodistas tiende a dejar de investigar los temas que podrían poner en riesgo su seguridad. Por ejemplo, desde el asesinato de Jaime Vásquez en Cúcuta, la FLIP ha observado una aparente disminución de las agresiones a periodistas. Pero Chaparro reconoce que esto se debe a la autocensura por “miedo a represalias” que sienten los periodistas locales. 

“En Colombia, la autocensura se normalizó hasta tal punto que ya no la consideramos algo atípico”, afirma León, de RSF. Como consecuencia, “los medios o los periodistas que denuncian terminan siendo pocos”, continúa. Esto no sólo vulnera el derecho a la libertad de prensa, sino también el derecho de la ciudadanía a estar informada, añade.

Después del asesinato, la agresión más traumatizante que un periodista puede vivir es la amenaza de muerte. Pero existe un amplio abanico de amenazas que también contribuyen a crear un entorno de miedo constante, como agresiones físicas, acoso, daño a las instalaciones donde trabajan, decomiso arbitrario de equipos periodísticos, y hostigamientos legales.

“La lógica siempre, a pesar de que tengamos cambios en las dinámicas y en las maneras de hacer el periodismo, es de poderes que activan la violencia para evitar que cosas salgan a la luz o que la verdad se revele”, explica Chaparro, de la FLIP. “Son personas que hacen uso de la violencia para que algo que no quieren que se sepa, permanezca oculto o se oculte por completo. Lo desafortunado es que muchas veces lo logran”.

Chaparro reconoce que es muy complicado medir los niveles de censura y autocensura porque no todas las personas denuncian, ya sea porque desconocen esta u otras organizaciones a las que acudir, o por temor. “Hay una extrema naturalización de la violencia”, dice. “Muchas personas no son conscientes de cómo están siendo agredidas y de cómo les están vulnerando los derechos”.

Y cuando sí denuncian, los resultados son desalentadores, incluso en el caso de los asesinatos. “El nivel de impunidad en las investigaciones de asesinatos de periodistas vinculados a su labor ronda en el 80 por ciento”, dice Otis, de la CPJ. 

De los 169 periodistas asesinados desde 1977, sólo en un caso, el de Orlando Sierra, subdirector del periódico La Patria de Manizales baleado en 2002,  ha habido justicia, dice Chaparro. “Justicia plena, justicia que logre esclarecer toda la cadena criminal que participó en el asesinato, y no sólo a los sicarios”, recalca.  

En los departamentos de Colombia más afectados por la presencia de grupos armados, se presentan dos escenarios aparentemente contradictorios, explica el asesor. Los grupos pueden amenazar a los periodistas para que no publiquen cierta información, o, por el contrario, para que difundan los mensajes que a ellos les conviene. Según lo que publiquen, los periodistas son acusados de pertenecer a un bando o al otro. 

“Los modos de agresión han cambiado en los últimos años; son mucho más difusos debido a la multiplicidad de los actores armados en los territorios”, explica Otis. “Ese cambio en la naturaleza de la guerra, con grupos mucho más impredecibles, hace que haya más desafíos para los periodistas hoy”, continúa. 

Chaparro concuerda. “Ahora, los nuevos actores armados no tienen miedo a meterse con periodistas, a asesinarlos”, mientras que antes mostraban más respeto por las normas del Derecho Internacional Humanitario que protegen a los periodistas, dice. 

Y si bien las agresiones contra periodistas aumentaron tras la firma del Acuerdo de Paz, llama la atención, como explica Jonathan Bock, director de la FLIP, que la mayor cantidad de agresiones del año pasado, entre las que se encuentran estigmatización y acoso judicial, provinieron por parte de funcionarios públicos y no de actores armados.

En las últimas semanas, por cuenta de investigaciones de posibles actos de corrupción de personas allegadas al gobierno nacional, usuarios de redes sociales, congresistas, funcionarios públicos y el propio presidente de la República, Gustavo Petro, han emitido una serie de mensajes que buscan deslegitimar la labor de periodistas y de la propia FLIP, elevando los niveles de riesgo que ya padecen. (Leer más en: Desinformación del presidente Petro sobre la FLIP causa un efecto bola de nieve en contra de ella)

Ante ese panorama, el pasado lunes, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) hizo el siguiente llamado: “Los Estados deben asegurar un ambiente favorable a la deliberación pública; prevenir desde su discursos todo tipo de violencia contra la prensa; abstenerse de activar riesgos contra quienes ejercen la libertad de expresión y protegerse ante amenazas”.

La protección de los periodistas, cuestionada

Los periodistas coinciden en que se necesitan más garantías por parte del Estado, ya que los esquemas de seguridad proporcionados por la UNP son insuficientes o inadecuados ante la complejidad y gravedad de las amenazas que reciben. “El esquema de protección de un periodista no se ajusta a los niveles de riesgo”, afirma Chaparro, de la FLIP.

“Con un escolta, uno pierde su vida social, su vida privada, su credibilidad con las fuentes”, precisa Christian Herrera, del periódico La Opinión de Cúcuta. El periodista Emiro Goyeneche, periodista de la emisora Sarare Stereo, en Arauca, está de acuerdo con su colega de Cúcuta: “Un esquema te está limitando en el oficio de ser periodista”. 

Sin la libertad de prensa, la democracia empieza a tambalear y es deber de todos los actores sociales protegerla, a la par de exigirle a quienes la ejercen rigor y calidad en sus publicaciones, sin incrementar el riesgo que padecen. 

A continuación, presentamos el panorama de cada uno de los departamentos con menos garantías para quienes ejercen el oficio del periodismo, que parte de revisar las agresiones consolidadas por la Fundación para la Libertad de Prensa entre enero de 2010 y junio de 2024.

Haga clic en la región que quiera leer.

Desde el 1 de enero de 2010 hasta el 12 de junio de 2024, en Antioquia se registraron 501 agresiones a la libertad de prensa, según la FLIP. Sin contar a Bogotá, esto lo convierte en el departamento con más agresiones registradas. Entre estas, se destacan las amenazas (163), las agresiones físicas (57) y la obstrucción al trabajo periodístico (52), entre otras. 

Las amenazas en este departamento pueden provenir de diferentes actores. Éder Narváez es comunicador social y periodista y ejerce el periodismo desde hace 13 años. Es creador y director de un medio digital llamado NP Noticias Online y trabaja como corresponsal de Teleantioquia en Caucasia. Desde el año 2013, ha recibido amenazas de diferentes grupos armados ilegales, como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc) y Los Caparros. Este grupo, también conocido como Frente Virgilio Peralta Arenas o Los Caparrapos, es  sucesor de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y está involucrado en el narcotráfico de Antioquia y Córdoba, y en la minería ilegal de oro en el noroeste de Colombia, según InSight Crime

“Mi trabajo se enfoca en la investigación periodística sobre narcotráfico, bandas criminales, orden público y también en hacer veeduría ciudadana y control político”, cuenta Narváez. Por ese tipo de publicaciones ha sido amenazado de muerte en muchas ocasiones. Desde 2013,  ha presentado 13 denuncias ante la Fiscalía General. 

Estas amenazas, y la falta de garantías para ejercer su labor, lo han llevado a tomar medidas con las que no se siente cómodo. “Entre los aspectos negativos del periodismo que he tenido que vivir está la autocensura. Es algo que ningún periodista quisiera hacer, pero a veces es la única opción”, relata el director de NP Noticias Online. “Además, en dos ocasiones he tenido que desplazarme forzosamente a la ciudad de Medellín, pues me llegaron mensajes en los que me daban 24 horas para salir del municipio”, agrega. 

Los grupos armados ilegales no son los únicos autores de las agresiones que ha vivido Narváez. El periodista cuenta que cuando hace investigaciones sobre política o corrupción administrativa, también es víctima de estigmatización y señalamientos por parte de los políticos e incluso otros ciudadanos. 

Éder Narváez:

Debido al riesgo que vive, la Unidad Nacional de Protección (UNP) le asignó un esquema de seguridad. “Al inicio sólo me dieron un chaleco antibalas, un botón de pánico y un celular. Con mucha insistencia, a través de los años, me dieron un hombre de protección y un carro blindado”. A pesar de esto, Narváez se siente inseguro en todo momento, y exige al gobierno más garantías para ejercer su profesión. 

Desde que empezó a trabajar como periodista hace unos seis años, Daniela Sánchez ha sentido la dificultad de publicar  sobre ciertos temas en Antioquia. Hoy trabaja en la Agencia de Prensa de la oenegé  Instituto Popular de Capacitación (IPC), donde se hace periodismo de largo aliento, con investigaciones que tardan meses en desarrollarse, y periodismo inmediato al publicar noticias, por ejemplo, sobre denuncias desde los territorios para evidenciar amenazas que viven los líderes y las lideresas. 

“Visitar estos espacios genera temor”, cuenta Sánchez, refiriéndose a los territorios rurales del departamento. “Aunque soy de Antioquia, no estaba acostumbrada a entrar a territorios dominados por grupos armados porque incluso con la presencia del Ejército Nacional no se asegura la seguridad de quienes visitamos estos entornos”, agrega. 

Explica que para no correr riesgos, siempre debe entrar a los territorios con una persona conocida y adaptarse a las reglas impuestas tanto por los moradores como por los grupos armados ilegales. “Las personas tienen que reconocerme, por lo que no puedo entrar con casco de moto o algo que cubra mi rostro. Antes de ir debo informar a los líderes de la región lo qué voy a hacer, a qué hora llego, a qué hora salgo… Una se va adaptando a las dinámicas de las regiones”, finaliza. 

El IPC está realizando investigaciones sobre derechos humanos, derechos de la naturaleza y protección y defensa del territorio. Al hablar de estos temas, se pone en riesgo la seguridad tanto de los periodistas e investigadores, como de las personas de la comunidad que los ayudan. Sánchez cuenta que una compañera está investigando sobre los daños e impactos que causan las empresas extractivas de minería en el departamento. Por esta razón, asegura, un grupo paramilitar hostigó a su compañera y a los habitantes de la zona que la ayudaron con la investigación. 

“Vuelve y juega, como pasaba antes, que las grandes empresas, se alían con los subversivos para poder hostigar a la comunidad”, asegura Sánchez. “Ya no es sólo la guerrilla por el uso del territorio, el cultivo de hojas de coca o los liderazgos sociales, sino que también las empresas que tienen intereses allí se vuelven un actor muy clave en estos temas de las amenazas”, finaliza. (Leer más en: Responsabilidad de Chiquita Brands en asesinatos por financiar paramilitares acelerará reparación de miles de víctimas)  

Sánchez cuenta también sobre los protocolos de seguridad diferenciados para hombres y mujeres que se están estableciendo en el IPC. “Una cosa es seguridad e inseguridad para el hombre y otra para una, como mujer. Para mí siempre los riesgos son mucho más grandes”, explica. 

En el informe Mujeres periodistas y libertad de expresión realizado por la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se explica que aunque las mujeres periodistas enfrentan los mismos peligros que sus colegas hombres al investigar y reportar sobre corrupción, crimen organizado y violaciones de derechos humanos, también se enfrentan a riesgos particulares por ser mujeres y por la intersección con otras identidades como la raza y la etnia. 

La Relatoría registra “hechos de violencia contra mujeres periodistas, incluidos los asesinatos, la violencia sexual y la violencia en línea, evidenciando con preocupación que las mujeres periodistas están sujetas de manera desproporcionada y habitual a diversas formas de violencia y discriminación basada en su género tanto en el ejercicio de la profesión como en los lugares en donde desempeñan su labor”. 

Desde el 1 de enero de 2010 hasta el 12 de junio de 2024, en Valle del Cauca se registraron 329 agresiones a la libertad de prensa, según la FLIP. Sin contar a Bogotá, esto lo convierte en el segundo departamento con más agresiones registradas. 

“Es muy difícil hacer periodismo de investigación de largo aliento porque no hay recursos; y para sobrevivir, uno tiene que entrar en el juego comercial. Es muy difícil ejercer la independencia sin que las fuentes de financiación no ejercen presión sobre lo que tú publicas”, resume Rodrigo Victoria, director del periódico ‘Porteño, Se Nota’ para describir el oficio en el departamento.

En sus treinta años de ejercicio, ha recibido varias amenazas verbales por parte “de los mismos funcionarios” quienes lo intimidaron para que no publicara ciertas noticias, sin precisar más. Añade: “Cuando empiezas a ser parte de una repartición de una torta de pautas, toca el tema del celo profesional, hace que vengan incluso agresiones de los mismos colegas”.

En los 17 años que lleva Carlos Aponte trabajando de periodista en el suroccidente del país ha identificado tres temas que son más riesgosos para cubrir: conflicto armado, bandas delincuenciales y el estallido social. Para Aponte, al hacer reportería de una noticia en cualquiera de estos escenarios, los periodistas quedan expuestos a situaciones de inseguridad.

Cubrir noticias relacionadas con las acciones de los grupos al margen de la ley es peligroso para los periodistas regionales, pues estos grupos no quieren la presencia de los medios de comunicación en sus territorios.  “Hay zonas donde nosotros no podemos llegar o zonas donde somos objetivo militar”, cuenta. En Valle del Cauca están presentes el Estado Mayor Central (Emc) y otras disidencias de las extintas Farc, a la par de la guerrilla del Eln.

Cubrir temas sobre las bandas delincuenciales, como La Inmaculada y Los Flacos, que operan en diferentes municipios de Valle del Cauca también pone en peligro a los periodistas. Este año, La Inmaculada, un grupo con mucha influencia en Cali, declaró a Aponte y sus colegas ‘objetivos militares’ a través de un panfleto, debido a denuncias sobre la extorsión, el tráfico de drogas y los homicidios.

El estallido social del 2021 dejó una sensación de inseguridad para los medios de comunicación locales, continúa el periodista. “Porque si no se respetan las autoridades, pues imagínese lo que podría pasar con nosotros, los que salimos a la calle a cubrir esas situaciones de bloqueo, esas situaciones de manifestación, de enfrentamientos con la autoridad”, cuenta. 

En su carrera profesional, Aponte dice haber recibido tres amenazas de muerte. “Me amenazaron durante el estallido social. Durante el paro, me amenazaron desde varios números, me llamaban y me decían que me iban a matar y me ponían así como una cabeza como si fuera un trofeo”, recuerda con tristeza. 

Carlos Aponte:

En los últimos dos años, la intensa presencia del Eln y disidencias de las Farc en la región ha puesto a los periodistas en medio de enfrentamientos entre grupos armados, acusados de pertenecer a uno u otro.

Desde el 1 de enero de 2010 hasta el 12 de junio de 2024, en Arauca se registraron 230 agresiones a la libertad de prensa, según la FLIP. Sin contar a Bogotá, esto lo convierte en el tercer departamento con más agresiones registradas. Desde 2017, los niveles de agresiones se mantienen en un alto nivel en comparación con los siete años anteriores “por esa guerra entre grupos armados que se va intensificando”, explica Chaparro, de la FLIP. “Esa violencia genera desconfianza entre los mismos periodistas, y entre las fuentes”, continúa.

Desde que Daniel Martínez comenzó a trabajar como periodista a comienzos de los años 2000, ha enfrentado amenazas. Cuando apenas empezaba a trabajar para Caracol Televisión en Arauca, fue amenazado por su vecino, que era un jefe de las autodefensas. Pero a pesar de que muchos periodistas de la zona se trasladaron temporalmente a Bogotá por amenazas dirigidos a ellos, él decidió quedarse. “No quería abandonar el lugar”, explica.

Sin embargo, en 2019, se vio obligado a dejar el departamento tras recibir amenazas de muerte por denunciar el tráfico de combustible a través del río Arauca, que es disputado por las disidencias de las Farc y el el grupo criminal de orígen venezolano conocido como el Tren de Aragua. Inicialmente, se autocensuró y eliminó su material. “El primero de mayo, me hicieron una llamada y me dieron dos horas para irme del departamento”, cuenta con la misma angustia que sintió entonces. Se fue para RCN Bogotá, donde siguió investigando temas controversiales. “Decidí tomar precauciones y me asignaron un esquema de protección”. A pesar de esto e incluso estando en Bogotá, seguía recibiendo amenazas. 

“Esa experiencia fue bastante dura porque me la pasaba casi llorando todo el tiempo, siempre con el pensamiento de que fueran a hacer algo a mi familia”, confiesa. Al regresar a Arauca, optó por dejar el canal y dedicarse al periodismo en redes sociales, “pero más limitado, evitando denuncias e investigaciones profundas”, lamenta. Su página, El Círculo, llegó a tener 15.000 seguidores. Pero aún así, sigue siendo difícil. “Me han amenazado diciendo que si publico una nota del Eln, las Farc dirán que estoy con el Eln; y si publico algo de las Farc, dirán que estoy con ellas. Estoy diezmado”, concluye con la voz entrecortada. 

Josué Nieves, periodista desde hace ocho años y director de Teleoriente, la televisión comunitaria de Saravena, dice que los periodistas a veces se ven obligados a doblegarse ante grupos armados. “Los grupos al margen de la ley te envían contenido, y te obligan a publicarlo: ‘Si no lo publica, lo vamos a matar’. Pues obviamente, tienes que publicarlo”, cuenta. Debido a las amenazas de las disidencias de las Farc, a inicios de 2022 tuvo que dejar el departamento y trasladarse a Bucaramanga. “Me amenazaron a mí, a mi esposa y a mis dos hijos”, recuerda. Regresó a Saravena dos meses después y hoy todavía se encuentra en medio del conflicto y constantemente es acusado de ser simpatizante de las disidencias Farc, por lo que cuenta con la protección de tres hombres armados y un vehículo blindado.

Josué Nieves:

La corrupción representa otro grave obstáculo para la libertad de prensa en Arauca, con alianzas entre políticos, grupos armados ilegales y la Fuerza Pública. “Mientras investigaba la corrupción en la administración araucana, el alcalde me amenazó”, recuerda Emiro Goyeneche, periodista de la emisora Sarare Stereo desde hace 29 años.

“No existe un periodismo de investigación independiente; muchas veces las investigaciones están teñidas de intenciones políticas o personales”, lamenta Goyeneche, quien se quedó en el departamento con un esquema de protección de dos hombres armados y un carro blindado a pesar de amenazas de muerte por parte de “paramilitares”.

“En Arauca somos muy pocos los periodistas que hacemos ese trabajo de investigación”, confirma Martínez. “Si te metes con un político, pues te cierran las puertas en absolutamente todo, te cortan publicidad, no te invitan a las ruedas de prensa”, añade. 

Este año, la emisora comunitaria Calor Stéreo recibió una llamada del comandante de la Fuerza de Tarea Quirón, el general Javier Hernando Africano López, solicitando que retiraran una noticia en la que afirmaba que “todos los asesinatos en Arauca están vinculados de alguna manera con grupos armados ilegales”, recuerda Narda Guerrero, presentadora del noticiero. Y en otra ocasión, la radio tuvo que denunciar un intento de manipulación de una entrevista por parte del alcalde.

“No es fácil porque nosotros también nos tenemos que autocensurar. Desde los Acuerdos de Paz, se puso más en riesgo la labor por la polarización”, añade Guerrero, periodista desde hace 23 años. En 2003, junto con un grupo de 16 periodistas, tuvo que abandonar el departamento debido a amenazas de paramilitares y las Farc, que presuntamente asesinaron a dos de sus colegas, Efraín Varela Noriega y Luis Eduardo Alfonso. A su regreso tuvo un esquema de seguridad, pero las amenazas continuaron. 

“Para salvaguardar mi integridad, me retiré del periodismo y me fui a trabajar a la Alcaldía en 2006”, comenta. Desde que volvió a presentar el noticiero en la emisora comunitaria Calor Estéreo, no ha vuelto a recibir amenazas, pero graba sistemáticamente cada llamada que recibe ‘por si acaso’.

Narda Guerrero:

Desde el 1 de enero de 2010 hasta el 12 de junio de 2024, en Norte de Santander se documentaron 197 agresiones a la libertad de prensa, según datos de la FLIP. Excluyendo a Bogotá, esto lo sitúa como el cuarto departamento con más agresiones registradas. A lo largo de los años, la mayoría de las amenazas a periodistas reportadas por la FLIP se concentran en la capital departamental, con 28 casos, de un total de 31 en 2024. “En Cúcuta, hay un habitus de violencia por las bandas urbanas que operan en la ciudad”, explica Chaparro, de la FLIP.

“Desde hace dos meses en Cúcuta, se ha vuelto terrible ser periodista porque hay un juego de poder entre bandas criminales en el que amenazan a los periodistas por formar parte de tal o tal lado”, explica Cristian Herrera, quien trabaja como periodista para el diario La Opinión de Cúcuta desde hace 23 años. 

Uno de los casos más sonados es el del periodista y veedor social Jaime Vásquez, quien fue asesinado el 14 de abril de 2024 y era reconocido por investigar e informar sobre asuntos de interés público en Cúcuta y Norte de Santander. (Leer más en: Asesinato de Jaime Vásquez reaviva el miedo entre líderes sociales y periodistas de Cúcuta)

Después de este asesinato, integrantes de la FLIP fueron a la ciudad y cuando se entrevistaron con periodistas, reconocieron el miedo que sentían tras el asesinato de Vásquez. “Mataron a alguien que parecía intocable. Si le hicieron eso a Jaime Vásquez, ¿qué nos pueden hacer a nosotros?”, dice Chapparo que le contaron algunos comunicadores.“Los periodistas se sienten muy desprotegidos”. En la actualidad, cinco periodistas en Cúcuta cuentan con un esquema de protección proporcionado por la UNP debido a amenazas de muerte. 

Cristian Herrera:

Herrera es un periodista que entre 2001 y 2004 recibió amenazas de paramilitares tras revelar la manipulación de estadísticas por parte de la Policía en Cúcuta. Aunque la FLIP le aconsejaba salir del país, él inicialmente se resistió, pero en 2004 decidió marcharse tras una amenaza directa de paramilitares. 

La FLIP le ayudó a exiliarse en Chile por ocho meses. Regresó en 2005 y trabajó en Bogotá y Villavicencio antes de volver a Cúcuta en 2006 con un esquema de protección. A pesar de recibir más amenazas, las mantuvo en secreto hasta 2014, cuando un panfleto amenazante lo obligó a denunciar de nuevo y volve.r a tener su protección. De igual manera, las amenazas no cesaron.

En 2020, Herrera tuvo que salir nuevamente del país con su esposa y sus dos hijos, de 10 y 17 años, debido a las amenazas que recibía de bandas urbanas sobre las que investigaba. Durante tres meses, fue acogido en España bajo el sistema de protección de Reporteros Sin Fronteras (RSF). Durante este período, RSF le proporcionó “los recursos básicos para establecerse en España, alejarse del peligro y reducir el estrés”, explica Alfonso Bauluz, presidente de RSF España.

Después del asesinato de Jaime Vásquez, aunque la FLIP observó un descenso en las agresiones debido a la autocensura entre los propios periodistas, muchos siguen enfrentando graves amenazas, dice Chaparro. 

Jullieth Cano, periodista de Noticias Caracol, fue amenazada el 24 de junio mediante un panfleto por parte de un grupo armado. “Me preocupa bastante, por mí, por mi familia, por mi hija pequeña”, confiesa la periodista, quien lleva diez años en la profesión y pasó una semana sin poder dormir.

No es la primera vez que ha sido amenazada. “Como periodista, en las marchas me dicen muchas cosas y me agreden por pertenecer a un medio nacional”, explica Cano, cuyo medio le aconsejó evitar ciertas manifestaciones. Desde la reciente amenaza, cuenta con una medida de emergencia de la UNP de dos escoltas y la Policía está investigando el caso. Sin embargo, reconoce que la multiplicidad de bandas en la capital hace que la investigación sea muy difícil. “Yo creo que toca tratar de evitar los temas por los que me amenazaron”, concluye. En sus notas había informado sobre la guerra que hay entre las bandas criminales de la ciudad. 

Como consecuencia de las múltiples violaciones a la libertad de prensa y las amenazas a los periodistas en la capital departamental, “somos muy pocos los periodistas que nos arriesgamos a hacer un buen periodismo de investigación”, lamenta Herrera.

“Aunque hoy en día en Santander ya no se vive el conflicto como hace 20 años, sigue siendo riesgoso hacer periodismo sobre orden público y conflicto armado”, asegura Cristian Díaz, quien es periodista en este departamento desde hace 15 años y corresponsal de RCN Televisión. Trabajó también en el Canal Televisión Regional del Oriente. 

Díaz es uno de los periodistas que ha recibido intimidaciones por su labor. “Un día, en 2021, en la madrugada estábamos en un parque de la ciudad y llegaron unos hombres y nos dijeron que saludos del Eln, que si queríamos conocer algún día el Catatumbo”, cuenta Díaz. “En su momento no le pusimos atención, pero nosotros entendemos el peligro de trabajar temas que involucren a este tipo de grupos al margen de la ley”, añade. 

Esta es una de las 187 agresiones que registró la FLIP en Santander entre el 1 de enero de 2010 y el 12 de junio de 2024. 

Dentro de las agresiones de las que son víctimas los periodistas también están los ataques verbales, aunque están a menudo normalizados. “Aquí en Santander es riesgoso cubrir algún tipo de protesta o manifestación”, asegura Díaz. “Ya sea por los enfrentamientos con la Fuerza Pública o por ser de un medio tradicional, los periodistas estamos acostumbrados a recibir insultos. Yo ya estoy acostumbrado, pero hay colegas que se bloquean”, afirma. 

Díaz resalta también lo difícil que es hacer periodismo de investigación en el departamento: “En las ciudades es difícil solicitar información de contratos y asuntos públicos, y en las zonas rurales es más peligroso y las personas pueden poner en riesgo su vida”. 

Lorenzo Lizarazo, quien hace periodismo en Santander desde 1987, concuerda con Díaz. Asegura que ejercer la profesión en las provincias es más difícil que en la capital porque los medios dependen de las pautas gubernamentales y se ven presionados por los políticos. 

“Los periodistas que están en Puerto Wilches, en Sabana de Torres o en Barrancabermeja, tienen que optar por la autocensura para preservar su vida. Si no, corren el riesgo de ser amenazados. Informar sobre un asesinato, incluso sin señalar a los responsables, puede dar lugar a una amenaza de muerte a los periodistas”, cuenta Lizarazo. Así fue la situación que él vivió cuando informaba sobre temas de seguridad y orden público hace 20 años.

Cuando trabajaba en el diario regional Vanguardia cubrió un consejo de seguridad público que se hizo en Socorro, Santander. Después de publicar la nota, empezó a recibir amenazas de las Auc. Según cuenta, no recibió ayuda ni del periódico ni de las autoridades. Desde ese momento dejó de cubrir temas relacionados con el conflicto armado.  

Lorenzo Lizarazo:

Lizarazo ha trabajado para medios tradicionales, medios comunitarios y para la Gobernación de Santander. Ahora es director de su propio medio independiente, llamado Ecolecuá. Intentó enfocarse sólo en noticias e investigaciones del medio ambiente, pero asegura que sin abordar otros temas, como los deportes, no es posible crecer la audiencia en las redes sociales para optar, con criterios técnicos, en la inclusión de los planes de medios de entidades públicas y privadas. 

Afirma que no hacer seguimiento a la agenda de los políticos de turno es complicado conseguir financiación, por lo que ni siquiera tiene los recursos para mantener activa su página web, sólo puede usar redes sociales. “Los periodistas independientes debemos escoger entre incluir información oficial en los contenidos o ser independientes totalmente, pero en este último caso se corre el riesgo de desaparecer. Si no se tiene otra fuente de ingresos es casi inevitable y yo opté por autofinanciarme como periodista con otras actividades no periodísticas”. 

“En Cauca, el nivel de reportes es muy bajo: porque los periodistas no conocen a la FLIP, porque hay una falta de cultura de denuncia o una desconfianza muy alta”, subraya Chaparro, cuya organización no manda corresponsales al norte de Cauca por la situación extrema de violencia. Entre el 1 de enero de 2010 y el 12 de junio de 2024, en el departamento se documentaron 179 agresiones a la libertad de prensa, según la FLIP. Excluyendo a Bogotá, esto lo posiciona como el sexto departamento con más agresiones documentadas. 

En el departamento hay presencia del Eln, la Segunda Marquetalia y el Emc. Las confrontaciones entre estos grupos por el dominio del territorio dificulta que los habitantes y, por supuesto, los periodistas no siempre sepan quién controla exactamente qué zonas. Por eso, cuando los periodistas reciben amenazas o intimidaciones no saben a qué grupo fue el victimario. (Leer más: Cauca arde en medio de incertidumbre de la Paz Total)

“En Popayán, el periodismo es muy débil y muy oficialista. En las regiones, hay una precarización fuerte del oficio”, explica Andrés Córdoba, docente del área de periodismo en la Universidad del Cauca y miembro del Comité Directivo de Consejo de Redacción, organización de periodistas de investigación de Colombia. A menudo, por falta de presupuesto, los periodistas se limitan a “noticias de boletines de prensa”, continúa.

“Es complicado ser periodista de región en un departamento como el Cauca”, afirma Jessica Molano Vivas, periodista en el municipio de El Tambo para las emisoras de paz de Radio Nacional de Colombia, que dan cuenta, desde 2021, de la implementación del Acuerdo de Paz en territorios marcados por el conflicto armado. “En este momento, por orden nacional, todas las emisoras de paz tenemos un esquema de protección”, precisa. 

Con Córdoba tienen unos códigos de seguridad, explica la periodista. “Mándame letras para saber cómo estás. Y todo el tiempo: ‘¿Dónde estás?’ Nos bajamos del helicóptero: ‘¿Cómo vas?’ Todo el tiempo, pendientes. Son como algunos protocolos de seguridad que yo tengo”, continúa. “Para dormir vivos, procuramos ser más prudentes”, dice. 

“Hace dos años, tuvimos que suspender emisiones durante una semana”, relata la periodista, debido a un hostigamiento “muy feo” contra la estación de Policía que está frente a sus estudios. Alguien les advirtió que fueran “muy prudentes porque les estaban escuchando”. “Nos tocó tirarnos al piso, apagar la luz. Son situaciones que ocurren y que para las comunidades se vuelven normales porque viven en constante conflicto”, explica con tristeza la reportera comunitaria, quien a veces visita territorios afectados sin decírselo a su familia.

“Es como una tensa calma”, describe Córdoba, quien fue amenazado de muerte hace 10 años por investigar casos de ‘falsos positivos’. Aunque con los Acuerdos de Paz “se notó un cambio grande”, la presencia de las disidencias ha vuelto a hacer peligroso este oficio en el departamento en los últimos años. 

Jessica Molano:

Para adentrarse en los territorios controlados por los grupos armados, los periodistas siempre tienen que estar acompañados por las comunidades, “es el protocolo”, explica Córdoba. Sin embargo, “que uno logre tener los permisos, no garantiza la seguridad como tal”, matiza el que se considera como un “periodista de ciudad”. 

Andrés Córdoba:

Hace un año, mientras realizaba un proyecto de memoria con estudiantes del medio Co.marca, de la Universidad del Cauca, sobre tres casos de ‘falsos positivos’ en el vecino departamento de Huila, fue víctima de intimidación. La lideresa que les acompañaba les advirtió que miembros del Ejército “estaban rondando la vereda en una moto grande, preguntando por nosotros”. 

En 2021, durante un reportaje en Tumaco sobre la conmemoración de Yolanda Cerón Delgado, una monja muy representativa para las comunidades afro de Nariño, que fue asesinada hace 20 años, “unos paramilitares estaban vigilando” su trabajo. “Las intimidaciones y violencias terminan incidiendo un poco psicológicamente en la investigación y en el periodista”, señala el periodista, que reconoce la normalización de la violencia en la profesión. 

Chaparro dice que es común. “No son conscientes muchas veces de cómo están siendo agredidos y que se les están vulnerando los derechos”, explica. 

Andrés Córdoba:

Por otro lado, Chaparro subraya la necesidad de fortalecer la voluntad política de las autoridades locales, alcaldes y gobernadores, para que comprendan las amenazas que enfrentan los periodistas no sólo de manera individual, sino como un todo que pone en riesgo sus vidas como colectivo. 

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​​Las Agc amenazan a líderes de Magdalena Medio https://verdadabierta.com/las-agc-amenazan-a-lideres-de-magdalena-medio/ Wed, 22 May 2024 13:27:13 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33290 #VERIFICO | Por medio de WhatsApp, las AGC amenazaron a personas defensoras de derechos humanos del Magdalena Medio, a quienes denominan como miembros de mal llamadas organizaciones sociales que escudan a terroristas de las Farc y del Eln.

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#VERIFICO | Por medio de WhatsApp, las AGC amenazaron a personas defensoras de derechos humanos del Magdalena Medio, a quienes denominan como miembros de mal llamadas organizaciones sociales que escudan a terroristas de las Farc y del Eln.

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En 2023 se redujeron los asesinatos de líderes sociales pero aumentaron otras violencias https://verdadabierta.com/en-2023-se-redujeron-los-asesinatos-de-lideres-sociales-pero-aumentaron-otras-violencias/ Thu, 16 May 2024 14:09:56 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33252 El Programa Somos Defensores publica hoy su informe sobre la situación de esos activistas durante el año pasado. Destaca que los homicidios mermaron un 15% con relación a 2022, pero se incrementaron los casos de atentados, desapariciones forzadas, desplazamientos y violencia sexual. Quienes defienden los derechos continúan sin tener garantías para ejercer esa labor. “Tras […]

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El Programa Somos Defensores publica hoy su informe sobre la situación de esos activistas durante el año pasado. Destaca que los homicidios mermaron un 15% con relación a 2022, pero se incrementaron los casos de atentados, desapariciones forzadas, desplazamientos y violencia sexual. Quienes defienden los derechos continúan sin tener garantías para ejercer esa labor.

“Tras diecinueve meses del Gobierno de Gustavo Petro, el balance en materia de garantías para la labor de las personas defensoras de derechos humanos y quienes ejercen liderazgo social continúa siendo poco alentador pese a la voluntad política y a las diversas medidas adoptadas para hacer frente a esta crisis”.

Esa es una de las principales conclusiones del informe Puntos Suspensivos, en el que el Programa Somos Defensores, organización no gubernamental que desde hace 25 años documenta toda clase de agresiones con lideresas y líderes sociales, recopiló 765 casos de violencia ocurridos el año pasado.

Si se comparan con las 840 agresiones documentadas en 2022, se evidencia una disminución general. Sin embargo, Somos Defensores hace un llamado a la prudencia y enciende las alarmas porque se incrementaron otros repertorios de violencia, diferentes a los asesinatos.

Por ejemplo, los atentados. Si la mitad de ellos se hubieran consumado, el informe estaría indicando que los asesinatos de personas defensoras de derechos humanos aumentaron el año pasado con relación al anterior. También llama la atención el incremento de las desapariciones forzadas, que aumentaron más del doble entre un año y otro; y el de los desplazamientos forzados, que prácticamente se duplicaron.

La publicación recalca que la cifra menor frente al 2022 no representa un cambio significativo en las tendencias de las agresiones. “La disminución en ciertas agresiones, pero el aumento de otras podría relacionarse con un cambio en las estrategias de los actores armados para perpetrar la violencia selectiva que lleva a la ocurrencia de hechos con baja letalidad y menos impacto a nivel público”, precisa.

Al analizar las agresiones ocurridas el año pasado por tipo de liderazgo, siguen vigentes tendencias de años anteriores: los sectores más golpeados son el indígena, el comunal y el comunitario. No obstante, Puntos Suspensivos reporta preocupantes incrementos en el sector campesino, con un aumento del 51%; y en el de víctimas, con un incremento del 171%.

Por otro lado, la investigación identificó que las agresiones contras las mujeres defensoras de derechos humanos aumentaron un 7%, al registrarse 14 hechos más que en 2022. Entre los que se cuentan cuatro asesinatos en razón del género, todos en contra de lideresas LGBTIQ+, 3 de ellas mujeres trans.

“En total, en contra de mujeres se confirmaron 135 amenazas, 24 asesinatos, 14 atentados, 12 desplazamientos forzados, 5 robos de información, 3 detenciones arbitrarias, 3 secuestros, 2 casos de tortura, 2 desapariciones forzadas, 2 hechos de violencia sexual y 1 judicialización”, detalla la publicación.

En cuanto a presuntos responsables, a quien se le atribuye la mayor cantidad de agresiones es a grupos de origen paramilitar (178), le siguen disidencias de las Farc (136), la guerrilla del Eln (46), autores individuales (40), miembros de la Fuerza Pública (26), bandas criminales (12), instituciones del Estado (3) y alianzas criminales (2). Además, se desconoce la presunta autoría de 322 agresiones.

Al poner la lupa en los asesinatos de personas defensoras de derechos humanos, se encuentra que ocurrieron en 25 departamentos y en el Distrito Capital. La mayoría de ellos se concentra en el suroccidente (Cauca, Valle del Cauca, Nariño y Putumayo), abarcando el 45% de los 168 casos documentados por Somos Defensores en 2023.

Esas cifras revelan que Cauca nuevamente ocupa el primer lugar como el departamento con más lideresas y líderes sociales asesinados, pues en 2022, luego de varios años de estar ocupando esa posición, pasó al tercer puesto, cuando Nariño fue la región con más víctimas.

En cuanto al tipo de liderazgo que ejercían las víctimas, en 2023 ocurrió una variación respecto a años anteriores: el comunitario pasó a encabezar el escalafón con más víctimas, dejando en segundo y tercer lugar al comunal y al indígena, respectivamente.

Sobre la forma en que fueron ejecutados los 168 asesinatos, el informe los discrimina de la siguiente manera: “En 125 se utilizó arma de fuego, en 20 se utilizó arma blanca, en 16 se desconoce el arma utilizada, 2 se produjeron por asfixia mecánica, 2 producto de la activación de minas antipersonales, 2 por golpe con objeto contundente y 1 ocurrió como consecuencia de un golpe”.

En suspenso

Además del análisis de agresiones ocurridas el año pasado, este nuevo informe contiene dos capítulos adicionales. En el primero evidencia que si bien hay una “apuesta arriesgada” por parte del Gobierno de generar diálogos con diferentes grupos armados para avanzar en la paz, estos procesos no han estado libres de tropezones y la mayoría de ellos se encuentran en una fase de estancamiento.

“Además, algunos grupos no muestran coherencia entre la voluntad de paz que manifiestan al Gobierno y sus acciones en territorio, pues mientras dialogan avanzan en fortalecimiento militar y de control sobre los territorios; y continúan generando impactos humanitarios severos a través de acciones como confinamientos, desplazamientos forzados y uso de artefactos explosivos”, indica.

Y en el segundo presenta un análisis sobre los avances de las políticas públicas de garantías para la labor de defensa de los derechos humanos, el cual arroja resultados poco alentadores. La publicación precisa que “si bien las tareas pendientes en esta materia vienen desde anteriores gobiernos, lo cierto es que en el actual no se ha logrado avanzar de manera suficiente para bajar el nivel de riesgo en los territorios para las personas defensoras de derechos humanos y liderazgos sociales”.

Concluye que la “la baja coordinación interinstitucional para trabajar en las políticas públicas y la poca capacidad para transformar las realidades en los territorios, ha logrado que persistan los riesgos para quienes defienden los derechos humanos”.

A pesar del panorama descrito, el Programa Somos Defensores, destaca que  organizaciones sociales y diversas comunidades siguen en pie junto a la esperanza de cambiar su futuro, apostando para que después de esos puntos suspensivos la historia pueda dar un giro a favor de toda la sociedad colombiana.

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Por grave violencia en el sur, se disparan peticiones de asilo en Ecuador https://verdadabierta.com/por-grave-violencia-en-el-sur-se-disparan-peticiones-de-asilo-en-ecuador/ https://verdadabierta.com/por-grave-violencia-en-el-sur-se-disparan-peticiones-de-asilo-en-ecuador/#comments Wed, 15 May 2024 18:02:53 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33244 En el primer trimestre de 2024 solicitaron refugio un 88% más de colombianos que en los primeros tres meses del año anterior. Más de 2.000 habitantes de Nariño y Putumayo, principalmente, cruzaron la frontera en ese periodo. La familia de Sara* no sabe en dónde está. Y ella lo prefiere así.  Prefiere que no sepan […]

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En el primer trimestre de 2024 solicitaron refugio un 88% más de colombianos que en los primeros tres meses del año anterior. Más de 2.000 habitantes de Nariño y Putumayo, principalmente, cruzaron la frontera en ese periodo.

La familia de Sara* no sabe en dónde está. Y ella lo prefiere así. 

Prefiere que no sepan que huyó del país luego de que unos hombres de las disidencias de las Farc la interceptaron en su moto, la cuestionaron por el trabajo que realizaba con comunidades afro, y le dieron cinco días para desaparecer de allí.

Primero Sara fue a un municipio vecino, pero ahí también la encontraron. “Se me acercó un tipo en una moto y me dijo: ‘No te queremos ni en la zona rural’”, recuerda.  Y le advirtió que si no se iba, tendrían que “proceder”. 

Sin pensarlo mucho, Sara, de 26 años, compró un pasaje en bus hasta la frontera entre Colombia y Ecuador, y de ahí a la capital del vecino país, Quito, en dónde ya empezó los trámites para solicitar el estatus de refugiada. Mientras tanto, vende bananos en los semáforos. “Aunque no tengo plata en el bolsillo puedo empezar de nuevo,” dice. 

Sara es una de un número creciente de colombianos que, ante la escalada de violencia, que incluye amenazas, homicidios y extorsiones, ha tenido que cruzar la frontera para salvar sus vidas.  


La agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) dice que el incremento significativo de solicitantes de asilo colombianos empezó hace año y medio. En 2023, casi 5.300 colombianos hicieron solicitud formal para ser reconocidos como refugiados: un alza del 23% sobre el año anterior y la cifra anual más alta desde 2015. 

Y los números siguen en aumento. Sólo en el primer trimestre de 2024, 2.031 colombianos se registraron como solicitantes de asilo en Ecuador, equivalente al 10% de las personas registradas como desplazadas internamente en toda Colombia en el mismo período, según cifras de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).

Las solicitudes en Ecuador en los primeros tres meses representan casi el 40% de las de todo el año pasado, dice Federico Agusti, representante del Acnur en Ecuador. “Así que la tendencia continúa creciendo”, precisa. Destaca que en marzo de 2024 se reportó el número más alto de solicitudes en un mes desde hace seis años, con 889.

La Comisión de la Verdad calculó que más de 1 millón de colombianos se exiliaron a causa del conflicto armado y Ecuador fue uno de los principales países adonde huyeron. Sólo en el 2009, más de 30 mil colombianos solicitaron refugio en el país vecino.

Pero el Ecuador de hoy no es el remanso de paz que alguna vez fue. Ha vivido recientemente su propia ola de violencia que llevó al presidente Daniel Noboa a declarar el país en conflicto armado interno. En cinco años la tasa de homicidios se multiplicó por ocho hasta que, en 2023, tuvo la tasa más alta de toda América Latina, con 44,5 por cada 100.000 habitantes, según InSight Crime, un centro de estudio sobre violencia y crimen organizado. 

En comparación, Colombia tuvo una tasa de 25,7 en el 2023. Esa violencia ha llevado a los propios ecuatorianos a salir de su país, principalmente hacia Estados Unidos. 

El hecho de que los colombianos estén huyendo hacia Ecuador, en números crecientes, a pesar de la compleja situación que atraviesa, “demuestra la enorme necesidad de salir”, dice Agusti. 

Milton*, de 37 años, dice sentirse más seguro allá que en Colombia, en donde se desplazó internamente tres veces por recibir amenazas relacionadas con su trabajo como líder campesino que intentaba apoyar la sustitución de cultivos de coca bajo el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS). 

Los actores armados en la zona donde vivía en Nariño declararon que “aquí nadie va a cambiar cultivos”, recuerda Milton. “Con todo y eso hubo gente que nos paramos en la raya. Empezaron a amenazarnos de muerte y a lo último empezaron a perseguirnos para matarnos”.  

Milton salió hacia Ecuador en marzo de 2024, luego de sobrevivir un atentado en contra de su vida. Un mes después, su esposa, hijos y un hermano se unieron a él en la capital ecuatoriana.

Agusti, de Acnur, dice que es significativo que hoy muchos colombianos están llegando con la familia. “Indica a priori que la situación está mucho más cruda y que ya no es algo temporal. Se trasladan con la familia con intenciones de no regresar”, apunta.

Ese es el caso de Milton. “A Colombia no vuelvo jamás”, declara. “Si toca comer tierra aquí, lo hago”.

Esos movimientos transfronterizos reflejan la delicada situación de violencia que viven. Organizaciones humanitarias señalan que muchas personas huyen de amenazas y atentados en su contra, sobre todo en Putumayo y los municipios bajos de Nariño, el departamento de mayor desplazamiento forzado en 2023.  

En Putumayo se desató una ola de violencia en agosto de 2023 cuando empezaron enfrentamientos entre los Comandos de la Frontera, que forma parte de la llamada Segunda Marquetalia, y el Frente Carolina Ramirez del Estado Mayor Central, por el control de las economías ilícitas y del departamento. Ambos grupos surgieron como disidencias de la extinta guerrilla Farc tras su dejación de armas.

En octubre y noviembre el número de amenazas hacia campesinos y líderes sociales aumentó y empezó a circular una lista en el departamento de personas que los grupos armados decían que iban a eliminar. 

“Eso hace también que muchos colombianos busquen refugio en el país vecino más cerca”, dice Alexander Sánchez, de la Red de Derechos Humanos de Putumayo. 

Jackie* llevaba varios años colaborando con organizaciones de derechos humanos en Putumayo. En noviembre del 2023 hombres de los Comandos de la Frontera le dijeron que, si quería quedarse en su vereda, debía dejar de trabajar con esos grupos humanitarios. 

“’Necesitamos que se retire de derechos humanos porque esos… hijos de la madre se la pasan inventando cosas, calumniándonos a nosotros. O te retiras de la (organización) o te retiras de la zona’”, recuerda que le dijeron. 

Pero antes de que pudiera reaccionar ante la amenaza, un grupo armado asesinó a su hermana que era presidenta de la Junta de Acción Comunal. Jackie y su familia salieron hacia la cabecera municipal, pero allí sintió que aún corría riesgo cuando vio que un escolta del jefe de las disidencias de la zona, rondaba la casa adonde se había refugiado. 

“Tomamos un taxi a la frontera y llegamos a Lago Agrio”, dice Jackie desde Quito en donde lleva seis meses con su compañero sentimental y los cinco hijos que tienen, esperando ser reconocida como refugiada. Con eso Jackie tiene esperanzas de que puedan estabilizarse, aunque lo ve complicado tanto por la situación de seguridad como por la dificultad que tienen personas de nacionalidad colombiana en conseguir trabajo formal. 

“Mi futuro acá es incierto” dice. “Vivir en Ecuador es muy difícil. Es duro, duro, duro”.

A pesar de las dificultades, esa es la única opción para miles de colombianos, pues su país, que se suponía estaría transitando hacia una fase de posconflicto, ahora es una grave amenaza para quienes habitan el campo. 

*Nombres cambiados por razones de seguridad.

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Hold The Line: el arte para proteger a quienes defienden derechos https://verdadabierta.com/hold-the-line-el-arte-para-proteger-a-quienes-defienden-derechos-humanos-y-ambientales/ Mon, 26 Feb 2024 17:57:24 +0000 https://verdadabierta.com/?p=33048 Filmado en tres países, el documental Hold the Line da vida en la pantalla a la historia común de seis personas defensoras de los derechos humanos y del medio ambiente en la primera línea de la crisis climática en Sudáfrica, Colombia y Estados Unidos. “A medida que las industrias obtienen ganancias récord, el mundo que […]

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Filmado en tres países, el documental Hold the Line da vida en la pantalla a la historia común de seis personas defensoras de los derechos humanos y del medio ambiente en la primera línea de la crisis climática en Sudáfrica, Colombia y Estados Unidos.

“A medida que las industrias obtienen ganancias récord, el mundo que compartimos está siendo destruido. Los defensores de los derechos humanos están presionando a los contaminadores, pero su lucha tiene un precio muy alto.” Así comienza el documental de 24 minutos de Andrew Bogrand, defensor político de Oxfam América, que apoya a organizaciones y comunidades que luchan por la justicia climática y ambiental.

A través de conmovedoras entrevistas frente a cámara, la producción destaca la valiente lucha de seis personas defensoras de los derechos humanos y ambientales que denuncian a quienes contaminan y afectan sus territorios. Porque “mañana es demasiado tarde”, en palabras de Nonhle Mbuthuma, defensora de los derechos a la tierra en la provincia del Cabo Oriental de Sudáfrica, el cortometraje es un llamado a continuar y unir las luchas en todo el mundo.

Tanto en Mossville, Luisiana, donde el aire, el agua y el suelo son los peores de los Estados Unidos debido a la presencia de 14 plantas químicas que destruyeron toda una comunidad; como en Durban, Sudáfrica, donde las industrias petroleras ponen en peligro el suministro de pescado a las comunidades, defensoras y defensores luchan por sus derechos y los del medio ambiente a pesar de los intentos de silenciarlos.

Resisten en la línea. Porque “una persona defensora de los derechos humanos es una persona que protege pacíficamente a los seres humanos y al medio ambiente”, afirma Carolyn Peters, presidente de Concerned Citizens of Mossville, un grupo de activistas civiles que defienden el derecho a la tierra y a un medio ambiente sano como un derecho inalienable.

Colombia, el país más peligroso

“Teniendo en cuenta que Colombia está a la cabeza de la clasificación mundial de defensores y defensoras de los derechos humanos asesinados, el documental da un lugar central a quienes luchan en el país”, explica el director del documental, Andrew Bogrand.

Con el telón de fondo de las montañas y la floreciente vegetación del departamento de Caquetá, Magaly Belalcázar y Yulitza Serna, dos mujeres que dedicaron su vida a la defensa del territorio amazónico, confiesan a la cámara los desafíos a los que se enfrentan cada día como mujeres luchadoras. Entre ellos, “la impunidad y la falta de justicia conectada con las luchas y realidades de las mujeres”, son las que las dejan más “desprotegidas”, según Belalcázar, quien estaba presente el día del estreno para la prensa.

“Siempre se cuestiona todo a las mujeres defensoras, nunca a los grandes terratenientes ganaderos. Hoy en día, el desprestigio de las defensoras es una herramienta muy poderosa para silenciarnos. Para mí, la visibilización es una herramienta de protección, pero respeto a las que no quieren ser visibles”, continúa Belalcázar, que lucha desde hace más de 27 años. La voz temblorosa, recuerda cuando todas fueron amenazadas por haber denunciado violencias sexuales por parte de paramilitares. “¿Por qué una vaca tiene más derechos que una mujer en el Amazonas?”, se exaspera.

Para ella, este documental permite reflexionar sobre el papel del gobierno del presidente Petro en la protección de las personas defensoras de los derechos humanos y del medio ambiente: “Creo que estos dos años que han pasado han sido de aprendizaje, los dos que siguen tienen que ser de enclave”, concluye.

En un mundo en llamas, los seis protagonistas del documental Hold The Line desafían los abusos corporativos y protegen nuestro entorno común. Pero son más que activistas. También son madres, padres, hijos e hijas, y mantener la línea conlleva graves riesgos personales. “Cada año, cientos de defensores de los derechos humanos son asesinados. Pierden la vida para preservar nuestro medio ambiente”, concluye el documental. Nos cuidan, pero ¿quién cuida de ellos y de ellas?

Aquí puede ver el documental.

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Amenazas comprometen la participación de las víctimas en la JEP https://verdadabierta.com/amenazas-comprometen-la-participacion-de-las-victimas-en-la-jep/ https://verdadabierta.com/amenazas-comprometen-la-participacion-de-las-victimas-en-la-jep/#comments Tue, 20 Feb 2024 14:49:42 +0000 https://verdadabierta.com/?p=32988 Los mensajes anónimos con ofensas y sentencias de muerte son el pan de cada día de los sindicalistas en el departamento de Cesar. Sin embargo, los más recientes circularon luego de que miembros de Sintraminergética asistieran a una audiencia del tribunal de justicia transicional en Valledupar. A Darío José Mosquera ya no le sorprenden las […]

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Los mensajes anónimos con ofensas y sentencias de muerte son el pan de cada día de los sindicalistas en el departamento de Cesar. Sin embargo, los más recientes circularon luego de que miembros de Sintraminergética asistieran a una audiencia del tribunal de justicia transicional en Valledupar.

A Darío José Mosquera ya no le sorprenden las amenazas de muerte. Pero no dejan de indignarlo.

Como presidente del sindicato Sintramienergética y trabajador de la empresa carbonífera Drummond Ltd. no ha parado de abogar por los derechos de los trabajadores del sector y para que se haga justicia por sus compañeros asesinados. Por ello, diferentes grupos tratan de intimidarlo.

La última amenaza llegó el 1 de febrero a las 9:26 de la mañana. El mismo día y a la misma hora le llegaba un mensaje idéntico a Juan Carlos Rojas, también líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Minera, Petroquímicas, Agrocombustibles y Energética (Sintramienergetica), y a Maira Méndez, una abogada de la ONG PAX Colombia.

Enviado de un número desconocido, el mensaje los acusaba de ser “guerrilleros camuflados de campesinos, sindicalista, ong (sic)”. También les dicen que de seguir “jodiendo con la misma mierda de los muertos” ellos serían “los próximos”. Esto se refiere al asesinato de cinco dirigentes sindicales de Drummond.

El mensaje llegó días después de que los tres participaron en la mesa técnica territorial de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en Valledupar, la capital de Cesar, que indaga sobre las diversas formas de cooperación entre grupos paramilitares y agentes estatales —tanto integrantes de la Fuerza Pública como terceros civiles—. Mosquera asegura que la nueva amenaza pretende hacer que desistan en sus gestiones ante la JEP.

“En todos los escenarios en los que uno participa en los que pueden verse involucrados los intereses de Drummond, al día siguiente uno recibe una amenaza”, dice Mosquera.


Agrega que siempre se ha sentido presionado e intimidado por la empresa y desamparado por el Estado. “A mis familiares les digo que, si algo me pasa, sería culpa de Drummond. Porque yo no tengo más enemigos. Denunciar los hechos con los que la multinacional ha atentado contra los trabajadores del sector minero energético ha generado riesgo para los sindicalistas. A mí me han echado más de cuatro veces y diariamente vivo con el temor de que me quiten la vida”.

En un comunicado, la empresa Drummond condenó las amenazas: “La compañía expresa su rechazo absoluto a cualquier amenaza, acto violento o vía de hecho que ponga en riesgo la integridad de cualquier persona, o que viole cualquiera de sus derechos fundamentales”.

La multinacional también rechazó el atentado, el 11 de febrero de 2024, en contra de dos de sus trabajadores que fueron heridos con varios impactos de bala mientras conducían una motocicleta entre los municipios de El Copey y Bosconia. Las víctimas, identificadas como Rubén Darío Miranda Aroca y Julián González Villalba, están afiliados en la mina como trabajadores directos, pero no son líderes sindicales. Mosquera asegura que la situación de orden público en Cesar está muy tensa por la presencia de grupos armados, pero hasta el momento no se conoce la razón del atentado.

A pesar de los comunicados de Drummond, los sindicalistas dicen que no sienten apoyo de la empresa, pues esta no es la primera vez que reciben amenazas.

La Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), organización que representa jurídicamente a estas víctimas ante la JEP, expresó su profunda preocupación por las amenazas y los riesgos que padecen quienes le siguen apostando a la construcción de paz en los territorios. “Instamos a las autoridades y entidades pertinentes a activar las rutas necesarias para la protección de las lideresas y líderes sociales, y personas defensoras de derechos humanos. Hacemos un llamado a la sociedad civil nacional e internacional para que se solidarice con nuestros compañeros y compañeras, y con la causa de la justicia y la verdad”, indicó en un comunicado.

Al ser consultada sobre las amenazas, la JEP respondió que “la Unidad de Investigación y Acusación procedió a activar la ruta de prevención y protección. Esto incluye estudios pertinentes de riesgos de seguridad para definir las medidas. La UIA además ha elaborado un cronograma de trabajo que ha sido concertado con las organizaciones y su representante judicial para atender los riesgos de seguridad que puedan emerger”.

Historia de amenazas

En 2019, las Águilas Negras le enviaron un comunicado a varios colectivos, sindicatos y organizaciones, entre esos Sintraminergética, en el que los declararon objetivo militar, pues iban a “limpiar Santa Marta de tantas lacras”. Aseguraron que “todo lo que huela a izquierda se va”.


Luego, el 18 de septiembre de 2023, Mosquera fue amenazado por las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc), también conocido como el Clan del Golfo. Le enviaron mensajes por WhatsApp en los que le daban cuatro horas para irse con su familia del departamento del Cesar.


Junto con esos mensajes, Mosquera recibió un video en el que le dijeron que debía colaborar o irse de la zona porque si no, tendría problema con ellos.

En varias ocasiones, como en la última, las amenazas llegan porque los sindicalistas siguen luchando por que se haga justicia por el asesinato de líderes sindicales hace más de 20 años.

Los asesinatos

El 20 de febrero de 2001, un grupo de hombres armados que se identificó como las Autodefensas Unidas de Colombia asesinó a Cándido Méndez, padre de Maira Méndez y activista sindical de Drummond. Lo sacaron de su casa en Chiriguaná, Cesar, y lo asesinaron frente a sus familiares.

Sólo unas semanas después, el 12 de marzo de 2001, Valmore Locarno Rodríguez y Víctor Hugo Orcasita, presidente y vicepresidente del sindicato de Drummond, respectivamente, fueron asesinados. Los trabajadores salieron de trabajar de la mina La Loma en el municipio de El Paso, Cesar. Se dirigían a Valledupar en el bus de la empresa cuando 15 hombres armados los interceptaron. Pidieron las cédulas para identificar a los pasajeros mientras los hacían bajar del bus.

Cuando reconocieron a Lorcano lo llevaron al frente del bus y le dispararon un tiro en la nuca. Ya en el piso, le pegaron tres disparos más. Luego retuvieron a Orcasita y obligaron al resto de trabajadores a seguir su rumbo a Valledupar. El cuerpo sin vida de Orcasita fue encontrado unas horas después.

Ese día los dirigentes sindicales habían tenido una fuerte discusión con los directivos de la multinacional para exigir una solución definitiva al problema de la mala calidad de los alimentos en la cafetería. (Leer más Asesinato de Valmoré Locarno y Víctor Orcasita)

Unos meses después, el 6 de octubre de 2001, asesinaron en circunstancias similares al nuevo presidente del sindicato, Gustavo Soler Mora. Soler iba en un bus público de Valledupar a Chiriguaná cuando fue detenido por paramilitares armados que lo obligaron a subirse a una camioneta. Su cuerpo sin vida, con dos impactos de arma de fuego en la cabeza, fue encontrado al día siguiente en el corregimiento Rincón Hondo en el municipio de Chiriguaná.

Esto ocurrió después de que, el 5 de octubre, las directivas gremiales empezaran a hacer un pliego de peticiones en el que iban a incluir que se cambiara o mejorara el servicio de alimentación que tenían en el Casino Utan Svensk Licens – CUSL.

“Los sindicatos y Drummond tenían entonces un conflicto respecto a las horas laborales, la calidad de la alimentación y la presencia de las Auc en la cafetería de la empresa”, según el informe El lado oscuro del carbón: La violencia paramilitar en la zona minera del Cesar, Colombia, realizado por la organización holandesa PAX, que trabaja en zonas de conflicto de Colombia desde hace más de 60 años.

Algunos sindicalistas tuvieron problemas de seguridad durante muchos años. A Víctor Guerra, otro trabajador de la multinacional, le advirtieron que lo iban a matar, por lo que tuvo que huir de su tierra. Después fue despedido por Drummond.

Raúl Sosa Avellaneda, un sindicalista que en 2008 instauró una acción de tutela en la que pedía que se velara por su derecho a la seguridad personal y solicitaba que Drummond le brindara el permiso permanente remunerado que habían concedido a otras subdirectivas sindicales, fue atropellado por un camión de Drummond en junio de 2012.

Justicia a medias

La lista de hechos violentos de los que los trabajadores de Drummond han sido víctimas es tan larga como los posibles autores, pero sólo se ha condenado a dos exparamilitares y un empresario por el caso más conocido: los asesinatos de Valmore Locarno Rodríguez y Víctor Hugo Orcasita, y el de Gustavo Soler Mora.

Después de investigaciones en la justicia ordinaria y confesiones de exparamilitares en el marco de la Ley de Justicia y Paz, se ha concluido que directivos de Drummond, tanto estadounidenses como colombianos, querían acabar con el sindicato, sin importar lo que costara. Además, se demostró que Drummond financió al Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). Jaime Blanco Maya confesó que, por medio de sobrecostos en contratos de alimentación, su empresa, ISA, fue el intermediario entre Drummond y las Auc. (Leer más Blanco Maya confiesa que fue el puente entre Drummond y ‘paras’)

En 2009, el exparamilitar Jairo de Jesús Charris Castro, alias ‘Charris’ o ‘Viejo Miguel’, fue condenado como coautor del delito homicidio agravado por los asesinatos de Valmore Locarmo y Víctor Orcasita.

Debido a las confesiones de Charris en las que acusó a Drummond de ordenar los asesinatos, el juez pidió investigar a cinco directivos y un contratista de la multinacional: Gary Drummond, presidente de la multinacional; James Lee Atkins, jefe de seguridad; Augusto Jiménez, presidente de Drummond en Colombia; Alfredo Araújo, gerente de relaciones con la comunidad; el coronel Luis Carlos Rodríguez y Jaime Blanco Maya por su presunta participación en el crimen. (Leer más Juez pide investigar a funcionarios de Drummond por caso de sindicalistas)

En respuesta, voceros de Drummond negaron las acusaciones y aseguraron que la empresa no tiene responsabilidad de estos crímenes. Al contrario, dijeron que habían recibido mensajes de extorsión de Charris. Agregaron que saben de varios testigos a quienes les han ofrecido dinero a cambio de testificar contra la empresa. (Leer más Drummond niega acusaciones)

En 2010, un juez condenó a 30 años y cuatro meses de prisión a alias ‘Tolemaida’, el jefe del Frente Jhon Jairo López del Bloque Norte de las Auc. El exparamilitar aceptó su responsabilidad del asesinato de Locarmo y Orcasita. En 2013, Blanco Maya, antiguo contratista de alimentos Drummond, fue condenado como autor de concierto para delinquir agravado y determinador de homicidio agravado por las mismas muertes.

En 2020, sólo Charris fue condenado como coautor del punible de homicidio agravado por el asesinato de Gustavo Soler Mora.

Para el resto de las personas implicadas, el proceso sigue abierto. En mayo de 2023, la Fiscalía confirmó en segunda instancia la resolución de acusación en contra de José Miguel Linares Martínez y Augusto Jiménez Mejía, presidente y expresidente Drummond, respectivamente, por los delitos de concierto para delinquir agravado, en la modalidad de promover y financiar grupos armados al margen de la ley. En octubre de 2023, la Fiscalía ordenó la captura de James Lee Atkins, un exagente de la CIA que fue jefe de seguridad de la Drummond en Colombia. Los procesos no han avanzado más.

Los casos ante la JEP

Hoy los delitos son también investigados por la JEP. En noviembre de 2019 la Sala de Definición de Situaciones Jurídicas aceptó el sometimiento de Blanco Maya a la JEP en relación con los procesos ordinarios en los que ya está condenado porque se considera que tiene información que puede ayudar a esclarecer crímenes para satisfacer los derechos de las víctimas a conocer lo sucedido y a ser reparadas.

Además, en agosto de 2022, la JEP abrió el Caso 08, en el que se investiga los crímenes cometidos por integrantes de la Fuerza Pública, otros agentes de Estado, en asocio con grupos paramilitares o terceros civiles. La categoría de “terceros” incluye a personas que hayan participado en el marco del conflicto sin haber sido un actor armado.

Mosquera cuenta que hacer parte del proceso ante la JEP es importante para ellos. “Como sindicalistas luchamos para que no quede impune la muerte de nuestros compañeros asesinados por los grupos paramilitares”, dice. Sin embargo, reconoce que siente impotencia porque a pesar de denunciar ante las autoridades cada vez que recibe una amenaza, no paran de llegar.

Así ocurrió luego de participar los días 25 y 26 de enero de 2024 en la mesa técnica que instaló la JEP en Valledupar, en la que participaron 70 personas de más de 20 organizaciones de Cesar, La Guajira y Magdalena, zona priorizada por la JEP para la investigación de los crímenes. Sólo unos días después, los líderes recibieron los mensajes.

Ante las amenazas y la estigmatización de los sindicalistas la JEP activó mecanismos para su protección, incluyendo estudios de riesgos de seguridad que definirán las medidas a tomar.

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