Escrito por: Juan Diego Restrepo E., VerdadAbierta.com

“Yo le pido siempre disculpas a mi mamá por todo el sufrimiento que le hemos causado”, cuenta Olger Pérez, un comprometido líder social de la compleja región del Catatumbo, en Norte de Santander, donde grupos armados ilegales se disputan, palmo a palmo, esa enorme línea fronteriza con la república de Venezuela.

Y de sufrimientos sí que sabe la madre de este defensor de derechos humanos que hace parte de la dirección de la Asociación de Campesinos del Catatumbo (Ascamcat): en el año 2000 tuvo que enterrar a su hijo Diosemel, asesinado en las calles del municipio de Ocaña al parecer por grupos paramilitares que estaban incursionando en la zona; en el 2002 lloró amargamente la muerte de su esposo, quien falleció a causa de la crisis que le produjo la desaparición de su hijo dos años atrás; durante casi dos décadas ha estado atenta a las persecuciones que sufre su hijo Olger, quien ha sufrido cuatro atentados; y el 4 de abril de este año perdió a su hijo Álvaro, baleado por desconocidos en zona rural de Tibú, otro municipio del Catatumbo.

“Mi mamá ha sufrido mucho”, vuelve y se lamenta Olger, pero también destaca la otra faceta de ella, quien hoy cuenta con 78 años de edad: las constantes enseñanzas que les ha inculcado a sus hijos sobre el liderazgo y el compromiso con la gente: “Ella es una convencida de que nuestras luchas son justas y necesarias”.

Cuando a Álvaro lo asesinaron estaba al frente de una de esas luchas necesarias de las que hablaba su madre: lideraba desde comienzos de este año un asentamiento humano con 70 familias victimas desplazadas que ocuparon unos potreros en la entrada del municipio de San Calixto con el fin de adquirirlos, construir sus viviendas y hacer un pequeño barrio. Por gestiones ante la Alcaldía, lograron que les asignaran 50 millones de pesos y, como contrapartida, la comunidad pondría otros recursos.

“Todo el que se ponga al frente de una comunidad es líder”, define Olger, para reivindicar el trabajo de su hermano, y detalla que ese tipo de actitudes no solo las aprendieron de su mamá, también les fueron inculcadas por su papá a los ocho hijos que tuvo ese matrimonio, seis hombres y dos mujeres.

“Siempre seguimos el ejemplo del papá, era muy servicial”, afirma el directivo de Ascamcat. “De la vereda La Quina, de San Calixto, de donde somos todos y donde cultivamos café, se fue a vivir al casco urbano, pero no dejó de participar en las reuniones de la junta de acción comunal ni en los trabajos de arreglo de caminos y de la escuelita. Esos trabajos pequeños en comunidad se hacían los sábados”.

Pese a que Álvaro, el segundo de los ocho hijos, solo llegó hasta tercero de primera, su espíritu aventurero lo llevó a ir y volver a Venezuela desde muy joven, justo cuando en el vecino país el cambio de divisa favorecía a quienes ganaban en bolívares. “Él no se amañaba en la finca, le gustaba viajar a Venezuela, per cuando la situación se complicó allá decidió quedarse en San Calixto”, recuerda Olger.

Su hermano recuerda que, inicialmente, se quedó en la finca, pero como le gustaba tanto trabajar y aprendía fácil, comenzó a manejar maquinaria pesada y se vinculó con la Alcaldía, donde trabajó un tiempo; luego condujo una volqueta. Pero más allá de lo que hacía, siempre estaba al servicio de la comunidad: “cualquier favor que le pedían, estaba presto a hacerlo, así lo aprendimos del papá”.

La década del ochenta fue un periodo de agitaciones sociales agrarias y en el Catatumbo llegó a su punto más alto en 1987 cuando se dieron las movilizaciones campesinas de lo que se llamó en aquel año el Paro Cívico Nororiental, en el que participaron cerca de 120 mil labriegos de los departamentos de Norte de Santander, Cesar, Santander y Arauca. En Ocaña se concentraron entre el 7 y el 13 de junio de ese año por lo menos 35 mil manifestantes.

“Álvaro y yo participamos”, recuerda Olger, quien para aquel año ya era un activista social ligado al nuevo movimiento Unión Patriótica (UP), fundado en mayo de 1985, como resultado de las negociaciones de paz que adelantaba el gobierno del entonces presidente Belisario Betancur Cuartas (1982-1986) con la guerrilla de las Farc.

“Yo empecé a trabajar con comunidades desde 1984 y luego ingresé a la UP. Mi hermano Álvaro no quiso unirse”, evoca Olger, pero hoy recuerda que con el paso de los años se fue volviendo más interesado en el trabajo con la gente y más sensible a sus expresiones de protesta. Casi treinta años después se sumó al paro de campesinos del Catatumbo, iniciado el 12 de junio y concluido el 2 de agosto de 2013.  En esos días ayudó en el tema logístico, sobre todo en transporte, pero no era de la Ascamcat.

Se sumó a la asociación en 2016, cuando su hermano Olger lo invitó a un evento en San Calixto. “Le gustó el trabajo que hacíamos y entró a Ascamcat, donde estuvo hasta que lo mataron. En el paro de 2017 ya participó como miembro de la asociación liderando 300 campesinos en el sector de La Curva, en la vía que de Ocaña va a Cúcuta, ahí teníamos un taponamiento”.

Con su manera de ser y su espíritu de servicio se fue ganando la confianza de la gente en San Calixto y comenzó a liderar en enero de este año el proyecto de vivienda en el asentamiento humano a la entrada del pueblo, pero el problema es que más allá de esa labor, no tenía trabajo.

“Entonces llegó un sobrino de nosotros que tenía una finca en Tibú, se encontró con Álvaro en el pueblo y al verlo sin trabajo le lo llevó a la finca”, detalla Olger. El miércoles 4 de abril viajaron de Tibú a Cúcuta a vender un ganado. Al regreso, al final de la tarde, el carro fue atacado con armas de fuego por desconocidos en el sitio conocido como la Y de los Astilleros. “El sobrino, que venía manejando el carro, resultó ileso, y mi hermano, que iba a su lado, recibió todos los tiros”.

El líder de Ascamcat dice que su hermano no había recibido amenazas y que en la zona donde fue tiroteado operan la guerrilla del Eln y un grupo armado ilegal que describe como “paramilitares de ‘Los Rastrojos”. Hasta el momento las autoridades no han esclarecido el crimen, situación que cuestiona Olger con ahínco. “Eso está en la impunidad, no se sabe nada. La Fiscalía es inoperante y nos falta al respeto”, alega y para demostrarlo refiere que hace dos meses le llegó una citación a su mamá, pero sobre el caso de Diosemel, asesinado en el 2000, y en el documento se le pedía que “si tiene pruebas sobre el caso que las lleve”.

Olger cree que los crímenes de Diosemel y Álvaro, así como los de otros parientes, tienen que ver con su trabajo social y liderazgo de más de 30 años en la región, y hace un recuento de lo ocurrido: “Llevo dos hermanos muertos, además de tres primos y un tío entre 1999 y 2000, y un sobrino desaparecido desde 1998, con apenas 14 años de edad, hijo de Álvaro”.

Su detalle concluye con los cuatro atentados en su contra, el último de ellos ocurrió el pasado 16 de julio en la vía de San Calixto a Ocaña: “Desde cuatro motos nos dispararon a mis escoltas y a mí, pero hacía ocho días me habían cambiado el carro por uno blindado, eso nos salvó”.

Este directivo de Ascamcat piensa que, en su persecución, “están acabando con su familia, me la están matando, por eso cada vez que tengo la oportunidad de hablar con mi mama, le pido perdón, ha sufrido mucho por nuestro trabajo de líderes y defensores de derechos humanos”.

Este perfil hace parte del informe ¿Cuáles son los patrones? Asesinatos de líderes sociales en el Post Acuerdo. Haga clic en la imagen inferior para conocer sobre esa investigación y acceder a más perfiles.