"La justicia no hará que olvide lo que yo viví"


Cuando un paramilitar desmovilizado reconoció que fue responsable de la muerte de dos de los tres hijos que Luz Mery* perdió en la guerra, ella se quedó pensando si será capaz de perdonarlo. Ella misma cuenta por qué.


"Hasta que llegó el momento en que se me metió el diablo y me enfrenté con ese tal 'Tocayo'. Todos decían que él era uno de los comandantes de por acá. Pero no me importó. Yo tenía una puestico por los lados de la iglesia y lo esperé. Apenas lo vi me le acerqué de una y le dije: 'Usted qué es lo que tenía en contra de Gildardo y con Luis, a los que le decían los 'mellos', por qué se metió con ellos'.


-Madrecita, ¿y usted qué es con ellos?, me fue respondiendo.


-Yo soy la mamá. Dígame por qué los mató, porque si usted va a acabar con mi familia pues es mejor que acabe conmigo de una vez.


En ese momento a mí me cogió una lloradera y una tembladera y él apenas me decía: "Madre, no se me ponga así, no ponga los ojitos así". '¡Pues me pongo así y qué! –le grité – más bien dígame por qué mató a mis hijos'. Y no me dijo nada y salió y se fue.


Es que los paramilitares me mataron tres hijos. El primero fue Guillermo. Él vivía con el papá por allá por la vereda Cachumbal, pero ese sábado (28 de febrero de 1997) vino aquí al pueblo a visitarme y se fue para donde unos amigos para el barrio Calle Baja, cuando llegaron estos tipos y se lo llevaron con otros tres señores y los mataron por allá a la salida de Cisneros. Para esa época ya había mucha violencia. Mataban de uno, de a dos.


El segundo me lo mataron en una masacre muy horrible que hubo el 3 de enero del 2001. Ese día mataron como 12 personas. Eso fue por los lados de la vereda Cachumbal. Yo no vivía por allá, pero en esos días venían matando mucha gente para esa zona. Ellos venían en una recogida por las veredas, matando y matando. Ya habían estado en La Verduguita, La Verdugona, por Maracaibo, cuando llegaron a la finca donde trabajaba Luis Alberto, mi hijo. A él lo mataron por defender a sus patrones porque resulta que él les salió al paso a esos tipos y les dijo que no le hicieran nada a ese señor, al dueño de la finca, que él no tenía nada que ver con nada, pero antes con más ganas les dieron porque lo mataron junto con los patrones. Eso fue muy horrible.


Y el 28 de febrero de ese mismo año fue la masacre de ocho personas aquí en Calle Baja, ahí cayó mi otro hijo, Gildardo, que era el que veía por mí, el que luchaba la vida por mí. Él trabajaba cargando bultos, coteando como se dice. Eso para mí fue bastante duro. De enero a febrero me mataron dos hijos. Imagínese que después de lo de Calle Baja yo me enfermé, estuve en el hospital San Vicente más de 15 días sola como una huérfana, porque los otros dos hijos que me quedaban eran unos niños. A mí me tocó dejarlos solos aquí en Yolombó mientras yo en Medellín trataba de superar esa depresión tan horrible que me dio.


Yo soy madre cabeza de familia. A mí me tocó sacar a mis hijos adelante sola porque el papá es un…., mejor dicho, no sirve para nada. A mí nadie me ayudó a criarlos y vea, tocarme esto de enterrar tres hijos. Y bien jovencitos que estaban. Guillermo tenía 20 años cuando lo mataron; Luis Alberto tenía como 22 y Gildardo había acabado de sacar la cédula: tenía apenas 18 añitos.


Y a pesar de tanta violencia no me fui del pueblo. Me tocaron dos años muy duros, sola, con los dos hijos que me quedaron. Hasta que llegó un señor a mi vida, un buen hombre con el que vivo ahora. Pero vea que a pesar de que me cambió mucho la vida, todavía me enfermo. Hay días en que me agarran esas crisis nerviosas, me da como un desespero, siento que estoy deprimida y me aburro: no como, no duermo, no me provoca nada. Arranco para el hospital y me dicen: "Usted lo que tiene es depresión".


A mí los psicólogos que me han tratado me dicen: "Tiene que poner de su parte, tiene que seguir su vida adelante", pero yo a veces como que no soy capaz. Es que mis hijos no eran delincuentes ni nada de eso. Imagínese que Luis, el que mataron en la masacre de Cachumbal, era muy hermanado con Gildardo, el que mataron después en Calle Baja. Esa mañana de la masacre yo estaba en mi casa, cuando al rato llegó Gildardo y se me tiró a los pies a llorar. Resulta que él tenía un hijito, lo tenía hospitalizado y yo pensaba que mi nieto se había muerto. Yo lo consolaba y le decía: "Mijo, la vida a veces es dura pero hay que seguir adelante", cuando levanta la mirada y me dice: "Mataron a Luis".


Sobrevivir a toda esta violencia fue algo muy duro. El año pasado hubo una audiencia de un paramilitar en Medellín y la transmitieron aquí en la Casa de la Cultura. Eso se llenó de gente. Hubo personas que se desmayaron porque ese señor morenito, no recuerdo su nombre**, comenzó a hablar de todos los muertos, a contar por qué los había matado y claro, muchos se marearon cuando hablaron de sus casos directos. Ese señor reconoció que estuvo el día que mataron a mi hijo en 1997. Y contó lo de la masacre de 2001. Fue muy impresionante verlo ahí, sentado, tranquilo, explicando por qué hizo esas cosas. Él decía que su comandante le había ordenado hacer esas masacres, y que esperaba algún día llegar donde nosotros, las víctimas, a pedirnos perdón.


Pero yo no creo que sea capaz de ver a ese tipo, así sea de rodillas, pidiéndome perdón. Lo único que hay de cierto en esta vida es que Dios es el único que puede perdonar. A mí, por lo menos, me ha dado fuerza para poder sobrevivir".


*Nombre cambiado para proteger a la víctima.


**Según los registros de Justicia y Paz, el postulado al que hace mención la víctima es Luis Adrián Palacio, alias 'Diomedes', quien confesó los hechos de la masacre de Yolombó en junio de 2012.