"A mi viejo todavía lo extraño"


Con su propia voz, Elvia* reconstruye cómo los paramilitares del Bloque Metro obligaron a su marido a transportar víctimas en la vereda de Pantanillo y luego lo mataron cuando no tuvo más fuerzas para caminar.


"Yo nací en una troja, ¿sabe que es una troja? Es un sitio donde se pone el maíz y el fríjol para que se seque. Mi mamá armó un 'cambuchito' por el que pasaba cerca un 'aguita'. Yo nací en pleno monte. Eso era más cerca de Yarumal, pero en realidad eso es del municipio de Valdivia. Yo me crie allá, pero estudié en Yarumal. Me gradué en la Normal para maestras y comencé a trabajar en Angostura. Estuve allá como dos años y de ahí me mandaron para Valdivia. Pero al año de estar allá tuve un problema, pedí traslado y resultó un puesto en Yolombó.


Cuando llegué a Yolombó trabajé en la Normal Departamental Santa Teresa, que queda aquí cerca. En 1970 juntaron la Normal con el Liceo Yolombó y me mandaron para el Liceo. Allá estuve 27 años, hasta que me devolvieron nuevamente a la Normal. En el 2003 renuncié. Viví en un hotel como dos años, después me fui a vivir a una casa de familia hasta que me casé, hace ya como 42 años, y nos fuimos a vivir a La Espiga. Y hace 13 años que estoy viuda y vivo sola, porque mis cuatro hijos todos trabajan en Medellín. A mi esposo lo mataron un 31 de agosto de 1999.


Aquí hubo tres masacres muy fuertes. La primera en 1998, la segunda en 1999 y la tercera en 2001. Mi viejo cayó en la de 1999. Para ese entonces había un paro del magisterio, no recuerdo el por qué. Sin embargo nosotros asistíamos al colegio así no diéramos clase. Eran las horas de la mañana cuando otra maestra, que vivía enseguida de mi casa, se me acercó y me dijo: "Parece que mataron una gente en Pantanillo y yo sé que su viejo trabaja para esos lados". Ella me lo dijo de una forma que a mí me entró como una sospecha. Luego, otra maestra volvió y me dijo:


-Por qué no se va para la casa


-Pero y, ¿por qué?- le contesté


-Pues para que averigüe a ver si le pasó algo a su viejo.


Cuando llegó el rector y me dijo: "¡Váyase para la casa! ¡Váyase para que averigüe por su esposo!". Entonces, ahí sí me fui corriendo para mi casa. Antes de llegar, me salió al paso una de esas solteronas entrometidas y me dijo: "Amiga, la acompaño en su dolor". Le pregunté que por qué: -¿Y es que usted no sabe que mataron a su esposo?


-¿Dónde?- le pregunté.


-En Pantanillo, por El Coral.


-¿Cuándo?


-Pues anoche.


Cuando llegué a mi casa ya estaban mis hijos, quienes, para esa época, ya vivían en Medellín y Bello. Había mucha gente afuera de mi casa, preguntándome en qué me podían ayudar. Por la noche llegaron con los muertos en una volqueta. Mataron como 23 me parece, entre ellos había una mujer embarazada. Nos fuimos para el hospital.


Resulta que yo tengo una dificultad respiratoria: una de las arterias que sube por el pecho hasta el corazón tiene un nudo y entonces la sangre sube con mucha dificultad. A mí me dijeron que yo no debía ni asustarme, ni deprimirme, ni enojarme, porque como la arteria tiene un nudo, fácilmente se me puede estrangular y yo le tengo miedo a una muerte así. Usted a mí no me verá llorar, no porque sea fuerte o no quiera; sé que no debo. Yo sé que tengo que controlar la rabia, la depresión, el miedo, el susto, la ira; yo tuve que aprender a controlar todo eso. Y le digo que sentí mucho más dolor cuando vi a esa mujer con esa barriguita que por mi propio viejo.


A todos los muertos los filaron sin ropa en la parte de atrás del hospital. Yo le dije a mis hijos: "pónganle unos pantaloncillos encima". Al otro día lo enterramos. Las personas que se vinieron desplazadas por esa masacre se quedaron en Plaza Vieja. A muchas personas les dieron permiso de quedarse ahí, mientras se arreglaban las cosas.


Después supe por qué fue que mataron a mi esposo. Ese 31 de agosto en la mañana llegó a la casa un compañero de trabajo de él que vivía cerca. Llegó como a eso de las 6 de la mañana. Como estábamos en paro, no me había ido para el colegio. Él le dijo a mi viejo: "¿Usted quiere hacer un viaje a Pantanillo? Es un viaje de gente. Yo me había comprometido pero me salió un inconveniente y no puedo hacer el viaje". El hombre no quiso decirle nada más porque él como que ya sabía que por esos lados estaba esa gente (los paramilitares).


Mi viejo manejaba un Toyota para esos lados y él también. Mi esposo no le vio problema y arrancó como a eso de las 6 y media de la mañana con una gente que no era del pueblo, no recuerdo de dónde. Cuando llegaron a Pantanillo, unos hombres encapuchados le dijeron que parara. La noche antes ya habían matado un señor por ahí. Resulta que hicieron bajar a todos los que iban con él y mataron a varios. A mi esposo le dijeron que siguiera con los que quedaron y más adelante volvieron a pararlo. Los bajaron y los amarraron a todos y se los llevaron caminando.


Mi viejo quedó amarrado junto al hijo de una vecina y junto al sobrino de un político de aquí. Mi viejo les alegó mucho todo el camino. Les decía que eso era injusticia matar campesinos y ellos le respondían: "Hermano, es que usted los transporta" y él volvió y les respondió: "Hermano, a mí lo que único que me importa es que me paguen. Yo no me pongo a mirar quién es quién. O usted ha visto que un conductor, cuando un pasajero se sube, se pone a preguntar: '¿usted es conservador, liberal, rico, pobre? No, usted no pregunta. A usted lo que le interesa es que le paguen. Ahora otra cosa, yo sí he llevado gente que sé quiénes son, pero porque me obligan".


En fin, mi viejo les alegó y les alegó. Varias veces se caía uno de ellos y al estar amarrados los tres, pues se caían todos juntos y los levantaban a golpes. A mi esposo le dieron en la cara y en la boca. A los tres los aporrearon mucho. Entonces, ya iban muy cansados del hambre, de los golpes, del susto y en un sitio llamado El Coral, más allá de Pantanillo, mi viejo les dijo que él no era capaz de dar un paso más, por el cansancio, por todo. Es que a ellos los tuvieron amarrados en la escuela de Pantanillo como desde las 9:30 de la mañana hasta la 1 ó 2 de la tarde que se los llevaron con ellos. Como mi viejo les dijo que no era capaz de dar un paso más lo amenazaron:


-O seguís o te matamos.


-Pues ustedes verán.


Y ahí fue cuando lo mataron.


Entonces, claro, se cayeron los tres. Al hijo de la vecina también lo mataron. Al otro, como era sobrino de un político de aquí lo soltaron y le dijeron: "corre hijueputa". El hombre corrió y corrió. Por él fue que se supo cómo fueron las cosas. Yo me enteré que él era de una vereda por aquí cerquita, que después de eso se fue para allá y se perdió. Yo no volví a saber nada de él. Lo estuve buscando para que nos contara bien las cosas y no lo pude encontrar.


Para esos días había mucha tensión. Y como ya había habido una masacre en el 98. Todo mundo vivía asustado. También había muertos así de a uno. Eso fue muy horrible. ¿Cómo fue el entierro de mi esposo? Eso fue lo más de doloroso. Él fue el último en la procesión. Eran como 15 ataúdes. También fue el último en ser enterrado. A él le gustaba mucho esa canción que se llama "Rosas de Otoño". Cuando él llegaba a mi casa me la dedicaba. Lo enterramos con esa canción.


Él era un excelente papá, esposo y trabajador. Para mí fue un hombre maravilloso. Qué pesar. Cuando me dijeron que si quería darle mi declaración a la Fiscalía, yo lo pensé varias veces. Es que como yo no conocía a esa gente. Yo sí supe que uno de los que más influyó en esa violencia fue un muchacho que trabajó con mi esposo como ayudante y que lo llamaban 'Tello'. Él terminó metido con esa gente. Según tengo entendido, a él lo mataron sus propios compañeros en Cristales, por allá en San Roque, donde tenían disque un campamento o un batallón, yo no sé bien.


Mi esposo me contaba que varias veces lo paraba una gente rara, armada, que le decía: ¿nos vas a llevar o no? No descarto la posibilidad que de pronto esta otra gente pensara que mi viejo trabajaba con ellos, pero es que eso era a la verraca. Es que fue una época muy dura para los campesinos. Imagínese que nosotros teníamos una finca a la salida del pueblo, a donde subíamos los fines de la semana. Una noche tocaron la puerta: "Abran, abran la puerta o la tumbamos". Era esa gente. "Por favor guárdenos estas cositas. Nosotros sabemos que ustedes tienen una pieza desocupada".


¿Qué cositas iban a ser? Pues armas. Entonces a mi esposo le dio miedo y no volvimos a la finca. "Ya vinieron una vez, ya siguen viniendo", recuerdo que me dijo. Eso fue antes de las masacres. Él la vendió por menos de lo que valía. Yo soñaba con pasar mis días allá con él, pero vea, me quedé sin finquita y sin mí viejo".


*Nombre cambiado para proteger la identidad de la víctima.