Escrito por: Matía Astrid Toscano Villán, para la Comisión Colombiana de Juristas y VerdadAbierta.com

En muchas ocasiones las víctimas conocen a sus victimarios. Los grupos armados en Colombia están integrados por gente común; son los vecinos que jugaban fútbol, los que atienden los puestos del mercado, antiguos compañeros de la escuela. En el país, la violencia y las disputas por la tierra no han sido entre extraños.

“Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”, sentenció Gabriel García Márquez al final de su novela Cien años de soledad. Para los González Hinojosa, que tienen una historia casi comparable con la de los Buendía, la vida y la justicia les está dando una segunda oportunidad sobre sus tierras.

Su historia gira en torno a la hacienda Las Nubes, en Badillo, en el norte de Valledupar, a unos cuantos kilómetros del lugar donde García Márquez ubicó a Macondo, su mítico poblado. Pero en Las Nubes no fueron los liberales y conservadores los que se pelearon, como en Cien años de soledad. Fueron paramilitares, guerrilleros, Diomedes Díaz, los Escalona y un grupo de vivarachos que falsificaron testamentos, partidas de nacimiento y hasta se adoptaron entre ellos para declararse familiares herederos de la tierra.

Los González Hinojosa y Las Nubes

Ena Mercedes Daza González, ‘La Mami’, es una mujer delgada, delgadísima. Su voz pareciera una fina telaraña. Sus manos se mueven suaves y prudentes, con cierta rigidez. Se sienta con las piernas muy juntas, tiene la espalda un poco agachada. Toda su figura es frágil y mantiene cierta elegancia femenina.

Rosario Daza González es todo lo contrario de Ena. Su voz retumba grave y vibrante. Su cuerpo es grande. Sus movimientos son más toscos y junto a los de ‘La Mami’ parecieran más rudos de lo que realmente son. Tiene una sonrisa ancha con unas mejillas que la extienden más.

Ena es la segunda de los Daza González, Rosario es la última. Son sobrinas de Joaquín José González Hinojosa, quien durante años las acompañó y dirigió a ellas y a sus siete hermanos en los cultivos de arroz y pastos en la finca Las Nubes; y después, con ellas reclamó por años la misma hacienda de la que fueron despojados.

Ena y Rosario son nietas de María Fernanda Hinojosa Arias, hermana de Beltrán Manuel Hinojosa Arias, el primer dueño de Las Nubes y a quien el Estado le otorgó esas tierras en 1975, tras años de haber cultivado arroz en los que eran terrenos baldíos. Beltrán no se casó, tampoco tuvo hijos. Por eso sentía a los hijos de María Fernanda como los suyos.

El paso de la vida fue dejando a Beltrán ciego. Sus sobrinos se encargaron de Las Nubes. Durante esos años, al final de la vida, tuvo un amigo cercano que constantemente visitaba la finca, Nelson Escalona Martínez, hermano del cantautor Rafael Escalona.

Un día, sin más aviso, Nelson se llevó a Beltrán para Valledupar y sus sobrinos no volvieron a verlo. Lo que supo la familia fue que Escalona cambió la partida de bautizo de Beltrán para agregarle el apellido Martínez. Escalona fue de juzgado en juzgado mostrando el documento y un testamento en el que él y su esposa, Gladimira Pacheco, aparecían como herederos de Las Nubes. Para garantizar que la línea de herederos de Las Nubes se prolongara, Nelson Escalona adoptó como hijo a Nelson Pacheco, su cuñado.

Ser familia no es límite

Cuando Ena y Rosario recuerdan a Pedro Daza Araujo, ‘Pellito’, se les agría la mirada y el rostro. Aida, la mayor de los González Daza, se casó con Pedro cuando los dos eran jóvenes y él no tenía la mejor reputación. Pero, como dicen Ena y Rosario, “la familia es la familia”, entonces lo incluyeron en la familia.

El tío Hugues González Hinojosa jamás quiso a Pedro y fue muy honesto al respecto. Hasta el día en que ‘Pellito’, cansado de los desplantes y porque tampoco quería a Hugues, lo esperó después de una parranda, y lo mató. Beltrán Hinojosa siempre recordaría con desdén que Pedro Daza, que para ese momento además era su vecino en Las Nubes, “se llevó” al sobrino. Ena y Rosario recuerdan que el desprecio de Beltrán por Pedro llegaba a tal punto que “nos hacía dar la vuelta en la carretera para no pasar por la finca de ‘Pellito’, decía que un día ese hombre nos mataría a todos”.

Y los vaticinios de Beltrán casi se cumplen.

Dios los cría y ellos se juntan

En la década del noventa le llegó la maldición de la tierra a los González Hinojosa y González Daza. En 1991 el tío Beltrán murió. Por esos años aparecieron las guerrillas en la zona. Ena cuenta que con las ganancias del arroz y los pastos alcanzaban a reunir el dinero de las extorsiones que les cobraban.

En 1992, Nelson Escalona Arias presionó a Joaquín González Hinojosa para que se reunieran con Pedro Parada, jefe del Frente 59 de las Farc, pues la guerrilla era la que solucionaba los conflictos por tierras. De esta reunión nada resultó y la familia siguió trabajando Las Nubes. Ese mismo año, un juzgado en Valledupar le adjudicó la finca a Escalona, con el falso testimonio y los falsos documentos. Para mostrar más la avaricia por las tierras, como propietarios de Las Nubes fueron incluidos la esposa de Escalona, Rosario Arregoces, Nelson Escalona Orozco, Pedro Pellito Daza Araújo y Rosalba Sierra Redondo, abogada amiga de Daza. Pero nada de esto fue legalizado.

En 1997, el Tribunal Superior de Valledupar les dio la posesión de la finca a los sobrinos de Beltrán Hinojosa. Un año después, en 1998, Pedro Daza les presentó a sus cuñados un contrato de arrendamiento de Las Nubes que había firmado cuatro años atrás con Nelson Escalona Arias, quien falleció poco después de haber firmado. Los González Daza no prestaron atención al documento.

El 15 de diciembre de 1998, por lo menos 50 hombres de la Policía y 50 del Ejército, armados de pies a cabeza, llegaron a Las Nubes para desalojar a Joaquín y a sus sobrinos. La orden de sacarlos la dio el alcalde de Valledupar, Jhonny Pérez Oñate, como resultado de un proceso que ‘Pellito’ Daza había instaurado diciendo que la finca había sido invadida por terroristas. El tío Joaquín, asesorado por el abogado y amigo Rodolfo Enrique Proenza Fuentes, puso una tutela contra el Alcalde. El 6 de mayo de 1999, el Consejo de Estado ordenó restituir la finca a los González Hinojosa. ‘Pellito’ volvió a fallar.

Los compadres paramilitares

Tras las guerrillas, llegaron a la zona las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y a ellas se sumó la gente de la región. Entonces las vacunas eran para los paramilitares. El 7 de noviembre de 2002, el Juzgado de Valledupar adjudicó Las Nubes a Nelson Escalona, basado en el dictamen que había emitido diez años atrás.

Los “nuevos dueños” no esperaron mucho para pedirles a los González Hinojosa que se marcharan o negociaran. En enero de 2003, Joaquín y sus sobrinas fueron citados a una inspección con la Fiscalía, que resultó ser una reunión con David Hernández Rojas, alias ’39’, comandante del Frente Mártires del Cesar de las Auc y compadre de Gladimira Pacheco.

Los González Hinojosa tuvieron que encontrarse en varias ocasiones con los paramilitares, presionados por los Escalona y por Pedro Daza. Ena, ‘La Mami’, era quien acudía: “Esa preocupación fue la que me dejó a mí así de seca. Era muy difícil salir y encontrar un muerto allí, otro acá, otro guindando allá, otro descuartizado por acá”.

Para proteger a su familia, con una demanda, el tío Joaquín logró impedir que los Escalona los echaran de la finca, pero a cambio los sentenciaron a que “nos iban a enterrar en Las Nubes, nos iban a matar”, recuerda Ena. Gladimira y su hermano/hijastro, Nelson Escalona Pacheco, falsificaron las escrituras y vendieron una parte de Las Nubes a Pedro Daza y el resto a alias ’39’.

El último año en que la familia estaría en la finca fue en 2004, la muerte doblegó su resistencia. Rodolfo, el abogado, buscando justicia y proteger a sus amigos, demandó a alias ’39’ y otros paramilitares ante el Gaula del Batallón La Popa. ‘La Mami’ fue citada en el corregimiento La Mesa para hablar de las acusaciones. ‘Pellito’ la presionó y acompañó en el largo viaje. Allí Ena se encontró con Nelson y Gladimira que reían con sus compadres paras. “A mí me temblaba todo, pero tocaba hablar”.

Alias ’39’ le preguntó por la demanda, Ena respondió que conocía el documento, pero que no lo había firmado porque no estaba de acuerdo con solucionar las diferencias por la fuerza: “Yo le dije que si él me pedía la finca, yo se la vendía, pero que hablara conmigo y no con la gente que le hablaba al oído para llenarlo de mentiras”. Ella regresó a Las Nubes y con sus hermanos recogieron algunas cosas y dejaron el resto atrás. Unos días después, Rodolfo fue asesinado en Valledupar.

Diomedes le canta a Teodora

Diomedes iba a Las Nubes cuando alias ’39’ estaba allí. Hay dos versiones de cómo ‘El Cacique de La Junta’ terminó siendo “dueño” de la finca. La primera es que alias ’39’ se la vendió, pero nunca legalizaron dicha venta. La segunda es que ‘Pellito’, Nelson y los otros supuestos dueños se la vendieron. Las dos versiones concuerdan en que Rodrigo Pupo Tovar, alias ‘Jorge 40′, dio la orden de darle Las Nubes al cantante. Allí en la finca, ese mismo 2004 en que Diomedes llegó, fue asesinado alias ’39’.

Durante ocho años el ‘Cacique de la Junta’ se hizo dueño y señor de Las Nubes, una de sus fincas preferidas, en donde recibía a sus amigos, famosos, desconocidos y clandestinos. En 2006, presionado por las deudas, le vendió la finca a Teodora Daza, esposa de José Zequeda, su mánager, y, además, hija de ‘Pellito’ Daza y Aida González Daza, sobrina de Ena y Rosario.

Daza González contra González Daza

Teodora Daza creció con Ena, con Rosario y sus demás tíos. “Éramos como hermanas, dormíamos juntas, éramos inseparables”, recuerda Rosario. Creció entre Las Nubes y la finca vecina de su papá. “Si ellos no tenían algo allá, venían a la finca y así vivíamos como familia”, cuenta Ena. “Yo fui la celestina de esos amores entre Teodora y José”, confiesa Rosario.

En Las Nubes, Teodora compartió fiestas, sancochos y días de descanso con Diomedes, sus familias y amigos. Tras la muerte del cantante en diciembre de 2013, la vida terminaría enfrentando a la familia González Daza.

En 2012, el tío Joaquín, persistiendo en su reclamo de justicia y la devolución de su finca, registró la solicitud de restitución en el marco de la Ley de Víctimas. Como resultado, en 2014 la Unidad de Restitución de Tierras presentó una medida cautelar de protección al predio Las Nubes, es decir, que nadie era dueño hasta que la investigación de la Unidad arrojase resultados y aclaraciones sobre lo sucedido.

Quien aparecía como dueña opositora de los González Hinojosa y los González Daza era Teodora Daza, pero los documentos y procesos que la convirtieron en dueña habían sido ilegales y empañados con la violencia del conflicto. Teodora se mantuvo en la disputa contra su familia. “Yo pienso que ellos, Teodora y José, fueron amaestrados por ‘Pellito’, que era la cabeza macabra. Como nos mató al tío y no hicimos nada, entonces tal vez él tenía la idea que nos hacía cosas y nosotros no hacíamos nada”, replica Rosario para darle una explicación a los últimos años que la enfrentaron con la sobrina que siente como hermana.

Ellos sólo obedecían órdenes

Escuchar a Ena y Rosario hablar de sus opositores y de las malas horas que han vivido resulta contradictorio: hay dolor, pero no rencor. “Uno responde por uno, él que responda por su corazón”, dice Rosario al referirse a una de las tantas personas que han intentado quedarse con Las Nubes.

Pero son familia, “y eso duele”, responde ‘La Mami’. “El día que fui a declarar estaba Teodora. Yo estaba sentada y ella entró de frente. Me dio una tristeza cuando vi que se enfocó como a abrazarme, yo quedé así congelada y ella dijo: ¿ahora qué hago, para dónde cojo?”.

Tampoco sienten rencor por los paramilitares y dicen que los entienden: “Entre ese personal (paramilitares) había gente conocida, de cercanía. Al aceptar meterse a eso tenían que cumplir con lo que les mandaba, no con lo que ellos supieran de nosotros. Uno entiende que las cosas eran así”, razona Rosario.

En octubre de 2015, la Unidad de Restitución de Tierras aceptó la solicitud de restitución de la finca. Antes de morir, en 2016, el tío Joaquín, que “había perdido en la espera la fuerza de los muslos”, como uno de los personajes de Cien años de soledad, alcanzó a ir al juzgado, con su tanque de oxígeno, para narrar la historia de su familia. A Pellito Daza el juez tuvo que “perseguirlo” hasta que lo consiguió en su casa en Patillal, donde pasaba los días jugando dominó, sentado con su pañal Tena que le evitaba las vergüenzas llegadas con la edad y las enfermedades.

En julio de 2017, tras declaraciones, investigaciones y pruebas, el Tribunal Especializado de Cartagena le regresó Las Nubes a los González Daza. Ena y Rosa cuentan los días, uno tras otro, en espera de que les entreguen su finca. Por ahora, la familia quiere regresar para cultivar: “hacer las cosas de la mejor manera, no deshonrar a mi tío”.

* Imagen de apertura: retrato realizado por Mario Esteban Villa Vélez, maestro en Artes Plásticas de la Universidad Nacional.