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“El Estado construye enemigos porque le son funcionales”

Gonzalo Sánchez, exdirector del Centro Nacional de Memoria Histórica, fue objeto de seguimientos ilegales por parte de los organismos de seguridad del Estado durante sus años como estudiante de derecho de la Universidad Nacional. Eran tiempos de la Guerra Fría, la conquista del espacio, la guerra de Vietnam. Era una época en la que Latinoamérica transpiraba revolución.

Por: Ricardo L. Cruz

Han pasado casi 50 años desde que Sánchez visitó por primera vez Moscú, por aquellos años capital de la llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Algunos pormenores de ese viaje aún los recuerda con claridad: las fuertes discusiones entre sus compañeros militantes de la universidad sobre la pertinencia de asistir a ese encuentro; el poco dinero con el que contaba, por lo que se vio obligado a pedirle prestado a un amigo que estaba en Francia para pagar su última noche de hotel; y, sobre todo, los problemas que tuvo en migración para salir del país una vez se enteraron que partía a tierras rusas.

Y ese estigma que pesaba en la década de los sesenta sobre aquellos que viajaban a aquel país se traslucía en seguimientos por parte de organismos de seguridad del Estado. Todos, en especial los activistas estudiantes, estaban bajo sospecha y González era uno de ellos. Su nombre aparece registrado en un acta fechada el 26 de agosto de 1969 y titulada “Síntesis de la reunión en la Junta de Inteligencia Nacional”.

Durante décadas, documentos de este tipo estuvieron rotulados bajo el sello de “secreto”, pues recogían las actividades de seguimiento, investigación y espionaje de quienes estaban encargados de observar a todas aquellas personas consideradas amenazas contra la seguridad nacional y que participaban en actividades consideradas “sospechosas”.

Y con ese tono de “amenaza a la seguridad nacional” se reportaron, en esa acta las reuniones efectuadas por “el antisocial José Domingo Vega –alias Alma Negra- (sic) para insistir en la necesidad de eliminar a todas aquellas personas que colaboren con las autoridades en el suministro de información”; las actividades proselitistas de los sindicatos de las Empresas Municipales de Cali y la Hidroeléctrica Anchicayá; los movimientos de varios integrantes del Partido Comunista Colombiano; y el viaje de Gonzalo Sánchez a la Unión Soviética.

Sobre el exdirector del Centro de Memoria Histórica (CNMH) se escribió: “Con motivo de la celebración en Moscú próximamente de una reunión denominada ‘amistad revolucionaria colombo-soviética’, durante el transcurso de la semana pasada viajó una delegación heterogénea con el objetivo de asistir y participar en la misma, de la cual hacen parte los siguientes elementos: Gonzalo Sánchez, estudiante de derecho de la Universidad Nacional, en representación de la organización ‘Frente de Estudios Sociales –FES-’, quien viajó el pasado 16 de agosto por la empresa Air France”, se lee al final del documento.

Una década agitada

Gonzalo Sánchez lleva más de una decada liderando, desde la oficialidad, los procesos de memoria en Colombia. Fotos archivo particular y revista Semana.

“Vea usted: ‘me mamaron gallo’ con una plática para una imprenta, que a eso fui a Moscú; llegué vaciado y con una anotación en los expedientes de los organismos de inteligencia”, recuerda Sánchez, quien no puede contener la risa al evocar, ya con la serenidad propia que otorga el paso de los años, todo lo ocurrido en ese agosto de 1969: “Estábamos en plena Guerra Fría. Y en ese marco, todo contacto, así fuera político, intelectual, lo que fuera, con la Unión Soviética, era motivo de una gran sospecha”.

Para finales de la década del sesenta del siglo pasado los países latinoamericanos eran simples piezas de un entramado geopolítico que se disputaban, desde todos los frentes de lucha posibles, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Eran los tiempos en que ambos bloques competían por llegar primero a la luna mientras en diferentes partes del mundo apoyaban, abierta o clandestinamente, revoluciones o golpes de Estado.

La guerra en Vietnam, el triunfo de la revolución en Cuba y las masivas marchas estudiantiles en Europa constituían los principales ejes de discusión entre una pléyade de universitarios, académicos e intelectuales latinoamericanos ansiosos de transformaciones.

Y Colombia no era la excepción. No se podía debatir sobre el desmonte del Frente Nacional, la apertura de la democracia, la redistribución de la tierra y la necesidad de una verdadera reforma agraria sin poner de presente la realidad centroamericana, las tensas relaciones entre chinos y soviéticos, los gobiernos militares en el sur del continente, las insurgencias que crecían como espuma en la América Latina, las persecuciones y la fuerte estigmatización de la que comenzaban a ser objeto los sindicalistas, los maestros y los estudiantes de universidades públicas en el país.

Eran los tiempos en que un puñado de sacerdotes católicos y cristianos predicaban desde sus púlpitos la necesidad de combatir la explotación del hombre por el hombre; los años en que Estanislao Zuleta y el cura Camilo Torres cautivaban a las masas estudiantiles con su potente oratoria; la época en la que la Universidad Nacional era una verdadera ciudadela sin mallas que la encerraran, donde frecuentemente daban charlas escritores de la talla de Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa; el momento en que los universitarios creían en la lucha armada.

Ese era la efervescencia que le tocó vivir a Sánchez cuando ingresó, en 1965, a la Universidad Nacional para cursar estudios de Derecho: “Tenía 20 años en ese entonces. Y como todo muchacho de provincia, quería estudiar en la Universidad Nacional. En ese entonces que estaban cobrando importancia otras universidades públicas, que luego fueron importantes, como la de Antioquia, la UIS (Universidad Industrial de Santander), la del Valle. Estas universidades se convirtieron en foco de todos los activismos”.

Este académico, cuya preparación y experiencia lo llevó a ser en el 2011 el primer director del CNMH, entidad estatal encargada de preservar y reconstruir la memoria histórica de este país, no vacila en afirmar esos centros de educación superior “también fueron un semillero de revolucionarios que después se fueron ‘pa’l monte’. Simplemente había una coincidencia espacial: coincidieron en un mismo lugar y al mismo tiempo el dinamismo cultural, el dinamismo político, el dinamismo académico y los focos revolucionarios”.

Sánchez no fue ajeno a las dinámicas que rodearon su formación. Al poco tiempo de ingresar a la Universidad Nacional se vinculó al Frente de Estudios Sociales (FES), organización estudiantil de una gran heterogeneidad en su composición, pues agrupaba estudiantes de Derecho, Medicina, Ingeniería y demás, pero de un gran unanimismo en su proyección ideológica.

“Lo que pasa es que, en esa época, el discurso de los grupos revolucionarios en general era imitación de los movimientos chinos o de la Unión Soviética. Entonces, en la escala de los enemigos estratégicos (porque así hablábamos), siempre aparecían en primer lugar los terratenientes y el imperialismo. Para nosotros, los grandes poderes imperialistas del mundo eran los enemigos. Y para el FES, la Unión Soviética hacía parte de esos poderes imperialistas”, detalla el hoy exfuncionario.

Y Agrega: “En ese entonces se pensaba mucho lo que pasaba internamente a la luz de lo que pasaba en el continente. Entonces, uno como colombiano que estaba metido en estos debates, leía mucho sobre lo que pasaba con la Unión Soviética, leía muchísimo sobre lo que estaba pasando en China. La mirada y los discursos eran muy internacionales”.

Inteligencia contrainsurgente

Seguimientos a Gonzalo Sánchez
Gonzalo Sánchez también ha estudiado diversos movimientos como el movimiento masónico de principios de siglo XX en Colombia. Foto: archivo Semana.

Pese a que la realidad soviética hacía parte de sus tertulias habituales, Sánchez no había contemplado viajar a la entonces potencia comunista. Hasta ese agosto de 1969. “La verdad, me sorprendió mucho la posibilidad de hacer ese viaje porque el FES era un lugar de convergencia de distintas orientaciones políticas, todas muy antisoviéticas de hecho. Fue muy sorprendente que la Juco (Juventudes Comunistas) le comunicara en ese momento al FES que tenían un cupo para ir a ese encuentro. Y hubo una discusión sobre si debíamos ir o no”, recuerda.

La discusión se zanjó a favor del viaje y el elegido fue Sánchez, a quien le encomendaron una misión especial: “Como éramos un grupo estudiantil que publicábamos unas revisticas que se llamaban ‘Publifes’, que fueron muy importantes en su momento para el debate, pues ahí publicamos cosas sobre el debate agrario, sobre los temas que se trabajaban mucho en esa época, sobre si ir o no a elecciones; entonces, la tarea mía era muy simple: ir a conseguir apoyo, recursos, para una pequeña imprenta que nos permitiera desarrollar la tarea de comunicaciones y de debate público, así ellos supieran que teníamos una línea antisoviética”. Al final la gestión no dio resultado pues, como él mismo recuerda con algo de humor: “me mamaron gallo’ con la plática para la imprenta”.

Tiempo después se enteraría que su salida del país fue anotada por los servicios de inteligencia del país, hecho que la verdad no le causó gran sorpresa: “Uno sabía que eso era parte del cotidiano: los seguimientos. Uno sabía que era seguido y más si uno estaba en estos grupos como el FES. Esas eran las cosas que, en su momento, uno tenía que aceptar: ‘eres de izquierda, eres perseguido’”.

Y no exagera en su apreciación. Por aquellos años, las labores de inteligencia corrían por cuenta del ya desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), dependencia creada por el presidente Alberto Lleras Camargo en 1960, luego de las recomendaciones formuladas por la “Misión Estadounidense de Investigación en Seguridad”, tras su visita al país a finales de la década del 50 del siglo pasado.

Entre tales recomendaciones figuraba transformar radicalmente el Servicio de Inteligencia de Colombia (SIC), creado en 1953 por el general Gustavo Rojas Pinilla cuando estuvo en el poder (1953-1957). Esta agencia nació, a su vez, por presión de los norteamericanos, que buscaban que los países latinoamericanos adoptaran y crearan servicios de inteligencia y seguridad lo suficientemente profesionales para para coordinar y optimizar labores de espionaje y contrainteligencia en tiempos de postguerra, donde el comunismo emergía como el nuevo gran enemigo del mundo occidental.

Si bien Rojas Pinilla les imprimió el carácter contrainsurgente a los servicios de inteligencia, razón por la cual los objetivos de seguimiento y espionaje eran los agitadores, los obreros, los campesinos y los grupos estudiantiles, dicha labor era realizada por agentes no profesionalizados, en ocasiones exbandoleros reconocidos, quienes fueron acusados en no pocas ocasiones de estar asociados a actos de violencia política.

Una vez depurados y reorganizados los servicios de inteligencia a través del DAS, esta agencia se dedicó, además de la investigación criminal y el control de extranjería, a la puesta en conocimiento de rumores que se conseguían a través de informantes entre la población, la relación de las personas que hacían viajes a países comunistas o que podían tener historial subversivo, el seguimiento de ciudadanos considerados subversivos, la interceptación de llamadas telefónicas y el decomiso de propaganda comunista proveniente de Cuba y de países de la llamada Cortina de Hierro.

Nuevos tiempos, viejas amenazas

El DAS, que fue creado en 1960 por Alberto Lleras Camargo, tuvo un entierro de quinta al ser desmantelado en 2009. En su lugar se creo la Agencia Central de Inteligencia (Aci). Sede principal del liquidado DAS. Foto: archivo Semana.

Muchas cosas han cambiado desde aquel agosto de 1969. El Muro de Berlín, que separaba a las dos Alemanias, cayó en 1989 y con ello el imperio socialista soviético. La llamada Guerra Fría terminó y el orden mundial comenzó a regirse más por las lógicas del mercado financiero que por las utopías ideológicas.

En Colombia también se dieron cambios significativos: a comienzos de los setenta llegó a su fin el Frente Nacional, que se constituyó en una forma de gobierno entre liberales y conservadores; se redactó una nueva Constitución Política en 1991, justo en momentos en que varios grupos rebeldes depusieron sus armas y cesaron su guerra contra el Estado para ingresar a la política; el país vio nacer y morir a finales de 1993 a Pablo Escobar, el más temido narcotraficante del mundo; y el DAS tuvo un “entierro de quinta” en el 2009 luego de verse involucrado en el escándalo de interceptaciones telefónicas ilegales a líderes de la oposición, periodistas, magistrados de las altas cortes y funcionarios de Estado considerados desleales al gobierno de aquel entonces, en cabeza del presidente Álvaro Uribe Vélez.

El DAS fue reemplazado por la Agencia Central de Inteligencia (ACI), responsable de las labores de espionaje y contrainteligencia en el país, y aunque la realidad social, política y económica se ha transformado radicalmente, preguntarse por las actividades de esa entidad implica preguntarse qué tanto han cambiado las lógicas de quienes tienen a cargo la seguridad nacional.

En ese sentido, las reflexiones de Sánchez, un hombre que durante su juventud fue objeto de seguimientos ilegales sólo por el hecho de pensar distinto, resultan tan valiosas como enriquecedoras: “Hoy cuando veo eso (lo de los seguimientos) en perspectiva histórica, digo, ¡vaya! los organismos de inteligencia, para justificar su labor, dramatizan la peligrosidad de cosas que son absolutamente inofensivas”.

Y sus apreciaciones van más allá: “Los organismos de inteligencia son organismos de inteligencia aquí y en Cafarnaúm (sic), están hechos para eso, para hacerle seguimientos a quienes consideran amenazas para el Estado. El punto es la frontera de quién es una amenaza para el Estado y quién es un crítico del Estado”.

“El problema con los organismos de inteligencia en este país -agrega Sánchez- es que cargan con una herencia muy negativa de la violencia de los cincuenta: que todo opositor es un peligro. Un funcionario del SIC que era parte del gobierno conservador pensaba que todos los liberales eran subversivos. Así de simple. Luego aparecieron los grupos armados socialistas y comunistas, y ya la sombra de sospecha comenzó a proyectarse al adversario social: el sindicalista, el estudiante de universidad pública; el líder social. Hoy continúa criminalizándose la protesta social. En últimas, el Estado construye enemigos, porque de alguna manera también le son funcionales”.

Este documento es producido por VerdadAbierta.com con base en archivos tomados del Proyecto Guerra Sorda (CODI, UdeA, 2014)

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Gonzalo Sánchez, exdirector del Centro Nacional de Memoria Histórica, fue objeto de seguimientos ilegales por parte de los organismos de seguridad del Estado durante sus años como estudiante de derecho de la Universidad Nacional. Eran tiempos de la Guerra Fría, la conquista del espacio, la guerra de Vietnam. Era una época en la que Latinoamérica transpiraba revolución.

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