Ese 28 de septiembre de 2010, los palmeros organizaron varias actividades conmemorativas. Cincuenta familias, en representación de las 700 reclamantes, se reunieron en la cancha de Suba, vistieron camisetas blancas y con pancartas que incluían los nombres y fotografías de sus familiares asesinados emprendieron una caminata hacia el parque principal.


Después de cantar el Himno Nacional, guardar un minuto de silencio, elevar una oración y decir en voz alta los nombres de las víctimas, los palmeros solicitaron a la Fiscalía su deseo de saber la verdad y poder regresar al pueblo.


"Este es un símbolo de nuestro desplazamiento ocurrido en 1999, cuando muchos paisanos derramaron su sangre para que Las Palmas no quedara en la impunidad. Somos una comunidad que no se ha perdido en el anonimato. Queremos decirle al gobierno que estamos presentes, que somos gente humilde, trabajadora y de paz", dijo uno de los líderes durante la entrega de formatos a la Fiscalía. Los registros fueron entregados en mochilas bordadas por una mujer desplazada que vive en San Jacinto.


Con los meses, las víctimas registradas ante el Estado llegaron a 1.500. La Fiscalía le informó a la comunidad que los asesinatos, desplazamientos y desapariciones fueron confesados por Sergio Manuel Ávila alias 'Caracortada', quien fue el jefe del Bloque Héroes de los Montes de María en esta región de Bolívar bajo órdenes de Rodrigo Mercado Pelufo alias 'Cadena', asesinado en 2005.


El acto simbólico en el que estuvo presente la Fiscalía es solo una de las actividades de memoria de Los Palmeros. El pueblo sigue celebrando tres fechas importantes: el 16 de julio, día de las fiestas de la Virgen del Carmen; el 28 de septiembre, fecha de la masacre y el desplazamiento, y 13 de diciembre, día de la Virgen de Santa Lucía, que tiene para ellos un doble significado. El primero, como la fecha en que el pueblo quedó solo y el segundo, el momento de las fiestas patronales.


Pese a que el 5 de febrero de 2005 José Clemente Sierra y Edilia Sierra en el intento de regresar fueron asesinados, desde 2008 los habitantes reúnen dinero para alquilar camiones que los lleven por trocha hasta Las Palmas, casi borrado por la maleza y el abandono de los años.


Luis Caro contó que esa vez las 50 personas que volvieron al pueblo lloraron. "Se les hinchó el corazón" y como pudieron, buscaron machetes para retirar la mata de monte que cubría las casas. En el recorrido, encontraron que todo estaba vacío: las casonas a punto de derrumbarse, la iglesia deteriorada por las goteras, la laguna -considerada sagrada- sin el brillo del que gozaba para curar las enfermedades y suministrar agua potable al pueblo.


Ese diciembre de 2008, Las Palmas se convirtió un espacio para la memoria.


Durante el recorrido recordaron las familias que vivían en cada casa, quiénes vendían los alimentos, las actividades comerciales y las reuniones que hacían en la cancha y el parque. Llevaron instrumentos y bailaron fandango.


De camino al cementerio, los músicos hicieron una pausa e interpretaron una marcha fúnebre mientras uno de los habitantes leía los nombres de cada una de las víctimas asesinadas por grupos armados ilegales. Sobre la tarde -a falta de alumbrado público- los habitantes prendieron velas y se reunieron en lo que era el parque principal.


Además, crearon una nueva imagen de Santa Lucía, la vistieron, le pusieron corona y realizaron una procesión como la que solían hacer antes del desplazamiento. Después de la ceremonia religiosa, a la luz de las velas bailaron fandango y celebraron como lo hacían para terminar la fiesta patronal.


Luis y Miguel Caro contaron que cuando el invierno hace imposible el viaje hasta el pueblo, la comunidad celebra en Suba o en cada uno de los departamentos donde las familias rehicieron su vida. Muchos dicen que ya no retornan a Bolívar porque comenzaron una nueva vida, consiguieron nuevos trabajos y sus hijos están estudiando en la universidad. Sin embargo, aclararon que aunque la violencia les cambió el campo por plataformas de cemento, se sienten palmeros y quieren recuperar sus tierras.


Así como en 2010, el viernes 28 de septiembre de 2012 los palmeros se reunieron en la Plaza Bolívar para conmemorar los 13 años del desplazamiento y esta vez le pidieron al gobierno que los incluyera como beneficiarios de la Ley 1448 o Ley de Víctimas, que promete restituir 4 millones de hectáreas a igual número de personas desplazadas durante el conflicto armado interno.


Ese día, varios sobrevivientes llevaron pancartas, lanzaron globos blancos, cantaron las letras que le compusieron al pueblo y expusieron una serie de fotografías para seguir contando su historia. "Hay mucha gente que está dispuesta a volver pero en condiciones dignas. Queremos que el Estado miré hacia allá. No queremos más que nuestro pueblo sea el del olvido", dijo Luis Caro.


La Unidad de Restitución de Tierras, el organismo creado para recibir los casos y presentar las demandas de restitución ante jueces especializados, se hizo a cargo de las solicitudes de Las Palmas. Rodrigo Arteaga, director de la territorial Bogotá de la Unidad, dijo que para esa fecha ya habían sido registradas 60 solicitudes y que el organismo investigaría la participación de un empresario en la compra masiva de las tierras que reclaman los palmeros.


El movimiento de Las Palmas también logró que la Unidad comenzara a gestionar un estudio de títulos porque la mayoría de los terrenos son baldíos. Es decir, el gobierno tendrá que hacer un proceso de formalización para que los habitantes reclamantes tengan escrituras de sus parcelas.


"Uno nunca se olvida de lo que era el pueblo, de lo que uno hacía allá y que en las ciudades no se puede hacer. De mi parte, no pienso morirme aquí (en la ciudad). Todos los días desde que me acuesto y me levanto primeramente me acuerdo de Las Palmas. Yo dejé allá un pedazo de tierra y algún día voy a volver", recordó Miguel.