Paula Andrea* tiene 19 años. Hace doce, unos hombres que llegaron en helicóptero, como a las dos de la tarde, la echaron con su familia de su finca, al igual que a todos sus vecinos, en San Pablo de Riosucio. Les mataron los animales, les prendieron fuego a las casas. Ahora vive en Ituango y quisiera ser abogada. Pero no cree que lo logre. No tiene el dinero para irse a estudiar a una ciudad.


"Yo soy la esperanza de familia, soy la mayor de nueve hermanos", dice. "Tengo que trabajar para sacarlos adelante. Cuando me gradué del colegio hice una media técnica en sistemas. Trabajé en un restaurante y luego en un café internet, pero ahora estoy desempleada".


Como ella, hay alrededor 220 de jóvenes que se gradúan cada año y que al salir del colegio no saben qué hacer. No tienen recursos como seguir una carrera, y les da miedo volver al campo, de dónde sacaron corriendo a muchos cuando eran niños.


"La situación en Ituango con los menores de edad es alarmante", dice la profesora Margarita Ortiz*. "Los jóvenes están en riesgo de ser reclutados porque acá no tienen oportunidades. Ahí es donde aparecen los grupos armados ilegales o el ejército y conquistan a los pelados para que se vayan con ellos".


Entre el 2010 y el 2013, según la Defensoría del Pueblo de Ituango, 16 menores de edad se desvincularon de la guerrilla. No muchos de aventuran a salirse de las Farc aunque quisieran. Están en veredas lejanas y corren el riesgo de que los capturen. Además saben que sus familias quedan desprotegidas. Es difícil hacer campañas en contra de reclutamiento. Desde los colegios, los profesores lo intentan con disimulo, pues saben que dentro de las aulas hay jóvenes pertenecen de la red de informantes de la guerrilla.


El ejército también llega a las aulas, y les hablan a los alumnos del reclutamiento forzado y del secuestro y los invitan a alistarse al servicio militar. "Como ponen en riesgo a los menores y a los educadores, decidimos no permitir estas actividades, pero por eso nos han señalado de estar a favor de la guerrilla", explica la profesora Margarita.


El que se mete de niño a la guerrilla, pasa de víctima a victimario. Es el caso del jefe del frente 18 que usa el nombre de guerra de 'Molina'. Según Jairo Restrepo*, un ex voluntario de la Cruz Roja que recorrió varias veredas prestando el servicio de vacunación, 'Molina' tenía doce años cuando se unió a las Farc, era de una familia pobre y de una vereda donde los paramilitares asesinaron varios campesinos y desplazaron a la gente.


En esas veredas lejanas los niños no tienen oportunidad de estudiar porque no hay escuela o tienen que caminar horas para llegar a una. "Los guerrilleros les dicen: ustedes se vienen con nosotros y en su casa no va a faltar mercado, su mamá no va a aguantar hambre", dice Restrepo.


La familia de Paula, luego de ser desplazada, se refugió en la vereda Quebrada del Medio. Vivieron en una casa prestada y comieron de lo que los vecinos les daban. Su papá, acostumbrado a labrar la tierra, decidió regresar a San Pablo de Riosucio en 2005. Paula no pudo ir con ellos, para terminar el bachillerato se quedó en casa de una tía que vivía en una vereda cerca del casco urbano: "A mí me dio muy duro estar separada de mi familia. No me fue muy bien con mi tía, tuve muchos conflictos y dificultades económicas; y tenía que caminar una hora para ir estudiar".


Pero el impulso del papá de Paula por recuperar su tierra fue frustrado con otro desplazamiento. Esta vez fue la guerrilla la que ordenó la salida de esta familia y la de cientos de personas que también habían retornado. "Los guerrilleros les dijeron que el ejército los estaba invadiendo, entonces ellos los desplazaron para que en los enfrentamiento nos les pasara nada. Mi papá volvió a dejar todo, se fue para La Granja. Allá vive en una casa prestada con mi mamá y mis hermanos", dice Paula.


A pesar de todo por lo que ha pasado su familia, Paula se imagina un futuro sin violencia, nunca ha imaginado hacer parte de un grupo armado y su familia, que ya no puede cultivar la tierra abandonada, prefiere tener que rebuscarse la comida con el jornal diario que sembrar coca. "Esto es muy duro porque a mí desde pequeña me tocó ver todo, y estoy desesperada por mis hermanos. A pesar de eso he tratado de superar todo lo que me ha pasado, yo lo que quiero es seguir estudiando para ser abogada".