El cuerpo del primer guerrillero muerto en un enfrentamiento en San Carlos en 1984 está enterrado en algún lugar de la vereda San Miguel. Una mañana le reportaron a Pastora Mira, entonces inspectora de la policía y hoy líder de las víctimas, la muerte de un hombre que supuestamente había sido asesinado en una fiesta. Cuando Pastora iba junto a otros dos compañeros, camino a la vereda, una campesina les advirtió lo que había pasado: "Ninguna fiesta. Eso fue un combate entre unos hombres que vinieron del Magdalena y otros, disque guerrilleros".


"Llegamos a una casa donde estaba acantonado el ejército, y había seis hombres de Hernán, 'Doble Cero' –jefe paramilitar-; ya estaban formándose. Un señor del ejército nos informó que unos guerrilleros se estaban tomando esa zona, que habían tenido un choque con ellos. Me mostró dónde tenían enterrado el cuerpo, estaba medio tapado con maleza. "Hicimos el levantamiento con todo el rigor", cuenta Pastora. Los hombres dijeron que no iban a mover el cadáver de donde estaba, "nosotros dejamos la constancia de que ese cadáver no se había podido mover de allí. Lo pusimos un poquito más abajo de la casa, y ellos ayudaron a hacer el hueco para taparlo, para que los buitres no lo sacaran".


El Frente 9 llegó a San Carlos después de haber instalado su base en el municipio vecino de San Rafael. Se asentó en la vereda San Miguel y siguió por esa cordillera invadiendo otras veredas como Santa Inés, Cocalito, Santa Rita, Sardinita, La Mirandita, San José, El Contento y Santa Elena. Además, se desplegó por los caminos que conducen hacia todo el oriente antioqueño, el norte de Caldas y Tolima.


San Carlos es un municipio del oriente antioqueño que es rico en agua y tiene un bosque húmedo tropical extenso. Esta región montañosa fue escogida por el Estado y las empresas privadas para construir varias centrales hidroeléctricas; una allí mismo en San Carlos y otras en Guatapé y San Rafael.


La construcción de las represas Playas, Jaguas y Calderas se inició al final de la década del setenta. En reacción, la comunidad de San Carlos se organizó en Juntas Cívicas para protestar por los cambios drásticos que se dieron en el municipio por las obras. La llegada de foráneos de distintas partes del país aumentó los conflictos. Además, algunos campesinos se resistían a desplazarse para cederle su terrenos al embalse que alimentaría la hidroeléctrica, más cuando no les querían pagar por sus tierras lo que valían.


Desde 1980, la comunidad fundó el Movimiento de Acción San Carlitana (MAS) con la intensión de llegar al Concejo y presionar desde allí por sus derechos. Alcanzaron a tener tres curules, pero los partidos tradicionales rechazaron esa nueva fuerza alternativa y pronto a la casa de los integrantes de este movimiento cívico, empezaron a llegar panfletos con amenazas. Un año después, cambiaron el nombre del movimiento por Unión Cívica Municipal, para que no los confundieran con la banda paramilitar, financiada por el narcotráfico, que recién había emergido en Medellín, tenía las mismas siglas pero significaban: Muerte A Secuestradores.


Los integrantes de la Unión Cívica fueron perseguidos y asesinados por los escuadrones de la muerte. En 1986, el partido solo obtuvo un escaño en el Concejo, el del odontólogo Jorge Morales quien fue ultimado al poco tiempo de su elección; con su muerte también fue sepultado el movimiento de la escena política.


Las Farc estaban en la zona rural haciendo trabajo de base. Impusieron su orden y resolvían desde cómo debían manejarse los cultivos hasta los problemas intrafamiliares. El campesino, recuerda Pastora, casi no iba a la inspección de policía a poner denuncias porque "la guerrilla entró a suplantar al Estado".


Paulatinamente, las Farc entraron al casco urbano. La entonces inspectora cuenta que "empezaron a hacer la famosa limpieza social. Mataban ladrones. Y ellos robaban el derecho a la vida. ¿En qué tiendas venden vidas? Cada dos o tres meses sacaban una revista que decía: 'Le informamos a la opinión pública que fulano de tal fue ultimado porque era esto, era lo otro'".


El ELN también estaba presente en la región con el frente Carlos Alirio Buitrago; asentados por la zona del río Samaná. Como respuestas a la persecución de los líderes cívicos, hicieron asesinatos selectivos a comerciantes y empresarios que, según ellos, patrocinaban los escuadrones de la muerte. Varias veces aunaron sus fuerzas con las Farc, como en la primera toma guerrilla de San Carlos, en la navidad de 1990.


Ese día, los sancalitanos estaban en el los alrededores del parque, animados por las festividades decembrinas. Hacían una natilla comunitaria cuando vieron llegar un ejército de hombres vestidos de camuflado. "Estaban muy bien vestidos, con los uniformes limpios. Nadie pensó que fueran guerrilleros, hasta los mismos policías estaban contentos porque habían llegado refuerzos. Hasta que la guerrilla se les fue encima al comando", recuerda Pastora.


Los guerrilleros se llevaron todas las armas del cuartel de policía, atracaron el Banco Cafetero y la Caja Agraria, y se robaron el medicamento del hospital. Luego, reunieron a todas las personas en el parque del pueblo, delante ellos corearon arengas sobre la lucha armada. Las guerrillas retuvieron a todos los policías y a un sacerdote que pidió ir con ellos para garantizar la protección de sus vidas.


Ese mismo año surgió un nuevo movimiento comunal: Unidos por San Carlos, con el fin de velar por el manejo del dinero que recibiría el municipio por la transferencia de recursos del sector eléctrico. Pero la historia de persecución y asesinato a sus líderes, quienes intentaban participar en la administración local, volvió a repetirse como la década anterior.


El conflicto armado y la guerra sucia, cada vez más intensas, obligaron a Mira a renunciar a su cargo como inspectora. Recibía denuncias pero poco podía hacer, maniatada por las amenazas de muerte. Un campesino le puso la queja de que le habían vendido una vaca enferma; cuando ella citó al vendedor, este llegó con un papel que certificaba que él estaba respaldado por tal comandante de las Farc y que no podían hacerle nada. "Un jueves me llegaba un sufragio, supuestamente de los 'Masetos', cuando eso no se llamaban autodefensas, dizque porque yo tenía cuentas con la guerrilla. El viernes me llegaba un sufragio de la guerrilla que porque yo tenía que ver con los 'Masetos'".


La indisposición de los campesinos por la ausencia del Estado en las veredas –escaseaban las escuelas, el acueducto, la electricidad, la pavimentación de las vías y el servicio de salud–, fue caldo de cultivo para que la gente apoyara a la guerrilla. "Aparecían como los salvadores. Lo que la gente no percibía era que estaban alimentando sus propios enemigos" dice Pastora.


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