Capitalismo atizó la violencia


El modelo de producción rural que se impuso en el país excluyó a miles de campesinos, lo que generó desplazamiento y abandono de tierras.


1. ¿Qué dice sobre el origen del conflicto armado?


El autor sostiene que la médula de la guerra está en el orden social capitalista que promueve la acumulación de la propiedad y está basado en la dominación de las clases menos favorecidas. Este modelo impera desde la década de 1920 y condujo a la aparición de la subversión armada como una reacción que busca oponerse a las imposiciones de dicho orden social. Argumenta, además, que el modelo se perpetuó con el ejercicio de la violencia y las prácticas de despojo, generando uno de los países más desiguales del mundo.


El académico advierte que la insurgencia es producto del rechazo del cambio de economía: de una agrícola de sustento a una en la que prevalece la importación, la extracción y la inserción en el mercado global. Esta ha sido la misma reacción que se ha materializado de forma histórica en las movilizaciones, luchas sociales y obreras que han sido altamente reprimidas. Al soportarse la acumulación capitalista en la concentración de la propiedad, la exclusión de las comunidades ha provocado nuevas olas de colonización, desplazamiento y abandono de tierras.


Estrada afirma que la acumulación capitalista se soporta en el acaparamiento de tierras y por tanto, en la exclusión del campesinado. En ese sentido, la violencia fue el articulador para garantizar el orden social capitalista, fracturando cualquier lucha y forma de resistencia. El académico señala que en 1960 el país hizo una transición de la acumulación del capitalismo al régimen liberal de financiarización, que “selló cualquier posibilidad de democratización de la propiedad sobre la tierra”, endeudó a las familias que solicitaron créditos e insertó en la economía del país la economía corporativa transnacional de drogas de uso ilícito.


Según Estrada, con la economía mundial capitalista el gobierno le dio prioridad al proceso de transnacionalización y validó la acumulación por despojo, que tanta violencia había provocado y sigue persistiendo en todo el territorio. Esto a su vez promovió la precarización e informalidad en el trabajo para el colombiano de a pie mientras otorgó beneficios a latifundistas e inversionistas extranjeros.


2. ¿Cómo explica su prolongación y degradación?


El investigador considera que la perdurabilidad de la violencia radica en la implementación del modelo económico capitalista que concentró la propiedad rural en latifundios, aisló de forma violenta territorios, priorizó la producción de agrocombustibles sobre la agrícola, favoreció el negocio financiero del lavado de activos, así como la especulación inmobiliaria. Estrada argumenta que los anteriores procesos de paz no hicieron una apuesta por repensar las políticas agrarias sino que fueron planteados desde la perspectiva “del bloque de poder contrainsurgente”, es decir, de consolidar territorios que no comulgaran con la subversión, pero sin realizar cambios de fondo.


Al no modificar la estructura agraria en función de las necesidades de las clases menos favorecidas, el discurso y la práctica de las políticas estatales se han sustentado en la lucha contra la insurgencia, sin analizar sus motivaciones. Estrada advierte entonces que por eso el Estado justifica la militarización y conduce a la polarización de la sociedad y al cumplimiento de premisas como “la lucha contra el terrorismo”, aumentando la estigmatización y criminalización del movimiento social.


El investigador explica que las estrategias contrainsurgentes y paramilitares fueron una herramienta para aislar de forma violenta los territorios y responder a la tendencia de acumulación capitalista. Según Estrada, eso explica por qué la violencia se replicó por tantos años.


3. ¿Qué efectos deja la guerra?


Estrada afirma que el modelo de acumulación capitalista que luego se validó con el proceso de financiarización, en atención al mercado mundial, provocó el desplazamiento forzado de entre 4.9 y 5.5 millones de personas, así como el despojo y apropiación de 8.3 millones de hectáreas que suman 358 mil predios. Con la financiarización, agrega, el acceso a la propiedad rural se hizo cada vez más difícil, aumentó la especulación inmobiliaria y convirtió a las ciudades en centros que prestan múltiples servicios y actividades de comercio, pero que no ofrecen calidad vida ni condiciones de trabajo para los empleados.


(*) Profesor de Departamento de Ciencia política de la Universidad Nacional y Director de la Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos.